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La última vez que el país vivió una Constituyente fue en 1991. La Carta Política se conoció como un tratado de paz con el M-19. Las FARC no participaron. | Foto: Lope Medina

PROCESO DE PAZ

Triunfó el No: ¿Habrá constituyente?

Tras los resultados del plebiscito, el presidente Santos convoca a un diálogo nacional. Mientras tanto, sectores políticos y religiosos ven la puerta para una Constituyente.

2 de octubre de 2016

Desde que se sentó en la Mesa de Negociaciones, en La Habana, el equipo negociador del gobierno descartó el escenario de la Asamblea Constituyente como fórmula para refrendar los acuerdos que eventualmente se suscribieran con la contraparte, la guerrilla de las FARC.  

Esa posibilidad estaba descartada desde antes de que se firmaran los primeros acuerdos, y Humberto de la Calle rechazó la Constituyente de forma reiterada. De hecho lo hizo en una portada de SEMANA en junio de 2013 cuando apenas se estaba hablando del tema (Ver No a la Constituyente).  

Los voceros de las FARC, en cambio, insistieron durante más de cuatro años en esta fórmula, y solo se bajaron de ella el 23 de junio, cuando se pactó el cese al fuego definitivo. Ese día Timoleón Jiménez, comandante de la guerrilla, aceptó el plebiscito, y la palabra Constituyente parecía proscrita. Fue la primera vez que este grupo aceptó la competencia de la Corte Constitucional. En un hecho sin precedentes, aseguraron que respetarían su fallo sin importar qué dijera.

Pero este 2 de octubre, tras el fracaso de la refrendación de los acuerdos de La Habana, la Constituyente cobró vida. Las primeras reacciones de sectores políticos coincidieron en la necesidad de un gran ‘Pacto Político Nacional’, y no se advierte otro escenario diferente para ello que el de la Asamblea.

En su alocución, el presidente Juan Manuel Santos abrió la puerta al diálogo, y anunció que escuchará a todos los sectores, sobre todo los que promovieron el No. Todo con el fin de encontrar el camino que garantice la búsqueda de la paz.

Las FARC, por su parte, aunque se habían mostrado bastante pesimistas ante la posibilidad de una renegociación, recibieron los resultados con bastante cautela y revivieron su caballito de batalla desde que empezó el proceso: la Constituyente. Incluso, pidieron un espacio en el diálogo político que anunció el presidente Juan Manuel Santos. "Hace rato planteamos que es necesario un pacto nacional", dijo el máximo jefe de esa guerrilla, ‘Timochenko‘.

Para el presidente del Senado, Mauricio Lizcano, ese diálogo es necesario. Aunque él propone el Congreso como escenario, o por lo menos la voluntad del partido político al que representa, la U, para que allí se busque ese nuevo consenso, más necesario después del veredicto de las urnas.

Roy Barreras, quien fuera presidente de la U, y uno de los negociadores en la última fase del proceso de paz, respaldó la decisión del presidente de seguir buscando el camino de la paz, y dijo que debe escuchar a todos los colombianos y liderar la solución política. “Vamos a encontrar una solución para que este país pueda vivir en paz”, dijo visiblemente afectado.

Piedad Córdoba, dirigente de izquierda, coincidió en que el camino es la Constituyente, y así lo manifestó en su cuenta de Twitter, minutos después de que los boletines de la Registraduría decretaran el resultado definitivo.

 Los conservadores también se pronunciaron en el mismo sentido, al asegurar que el plebiscito refleja una clara división de opiniones sobre los acuerdos con las FARC, por lo que se hace “urgente” convocar un Gran Acuerdo Nacional sobre lo fundamental, “que busque la reconciliación política en los colombianos, se fortalezca la democracia, las instituciones y que incluya el liderazgo de todos los sectores políticos y sociales, representando el  mandato recibido, que desemboque en una  Constituyente, respetando el fin último de este debate que es la búsqueda de la paz”.

El comunicado firmado por David Barguil, presidente del Conservatismo, reconoció el liderazgo del expresidente Andrés Pastrana cuya voz “deberá ser escuchada y tenida en cuenta en la coyuntura que enfrentamos hoy”.

Resulta paradójico, pero cuando el gobierno decía “no a la Constituyente”, y las FARC la reclamaban, el único sector en el país que también abogaba por ese escenario era el uribismo, así buscara concentrarse exclusivamente en temas relacionados con la reforma a la justicia.

Otro sector que tendrá mucho peso será el cristianismo. Aunque su voz no ha sido registrada por la gran prensa nacional, ellos fueron determinantes en el triunfo del No. El debate alrededor de la ideología de género hizo que muchos colombianos se fueran sumando silenciosamente al rechazo a los diálogos de paz. El gobierno al principio ignoró ese movimiento. La ministra de Educación, Gina Parody, respondió mal a las protestas por las cartillas y acusó a los padres de familia de llevar mensajes redactados en “las guaridas de los políticos”. 

A ese sentimiento Álvaro Uribe y Alejandro Ordóñez le metieron el tinte político. Siempre que hablaron del tema se refirieron al rechazo a la ideología de género e hicieron declaraciones alarmistas de como en lo pactado en la Habana se quería destruir soterradamente el matrimonio y la familia tradicional. Ese sector religioso, aunque no se pronuncie en público, seguramente irá por una Constituyente.

Leer: Alejandro Ordóñez habla de la ideología de género 

En ese escenario los cristianos podrían ganar la única posibilidad de devolver los fallos del último año de la Corte Constitucional que tanto les molestan: la adopción por parte de parejas del mismo sexo, el matrimonio gay, la eutanasia e incluso el aborto.

Una de las que seguramente va a ganar es la senadora Viviane Morales, quien tramita en este momento un referendo para limitar la adopción en el país solo a parejas conformadas por papá y mamá. “Me parece que hay un gran desconcierto de los dos lados y las diferencias son profundas. Creo que estas no se solucionarán con una sentada en la mesa, porque hay actores que estuvieron en el No y no se ven representados en una voz política. Creería que eso hará mirar hacia una Constituyente. Para mí se acaba de abrir una caja de Pandora”, le dijo la senadora a Semana.com. 

¿Es posible la Constituyente?

El problema de la fórmula de una Asamblea Nacional Constituyente  son sus riesgos y su complejidad. En términos generales, cuatro son los obstáculos que enfrenta.

1) Se sabe dónde comienza, pero no dónde termina: Quienes temen a este mecanismo señalan que es fácil que comience convocada para revisar un tema, en este caso el proceso de paz, y termine por revisarlos todos, por ejemplo, la reelección presidencial, que hoy ha quedado prohibida. Hay un miedo generalizado a que se aproveche el interés de llegar al final de conflicto con las FARC para revisar temas tan álgidos como el respeto a la propiedad privada, la política minera o incluso los temas de libertades fundamentales. La Constitución política señala que existe la posibilidad de tener un temario limitado, pero la verdad es que una vez se conforme la constituyente esta se puede declarar omnímoda. Es decir, ratificar que tienen competencia para comenzar un borrón y cuenta nueva. 

2) Los antecedentes: Nada asegura que una constituyente no pueda desbordarse. En 1953 cuando el presidente Laureano Gómez convocó una Asamblea Nacional Constituyente (ANAC) y se señalaron unos temarios. Sin embargo, luego vino el golpe de Estado de Rojas Pinilla y la Constituyente no solo desbordó su campo de acción, sino legitimó el golpe de Estado y se convocó una asamblea legislativa. En 1991, después del histórico movimiento de la Séptima Papeleta también pasó algo similar. Al principio se consideró que el temario debía ser limitado, pero una vez constituidos, los constituyentes terminaron siendo omnipotentes. Por eso, juristas como Alfonso Gómez Méndez rechazan esta fórmula y sostienen que la solución podría ser más bien algo similar a la pequeña constituyente de Alfonso López Michelsen. El ex mandatario la planteó en su momento para arreglar los líos de la justicia, pero las Altas Cortes la declararon inconstitucional.

3) ¿Y las Farc qué?: El tercer problema es que no es claro que el grupo guerrillero pueda participar y en caso de hacerlo tendría que batirse en unas elecciones en un país que ya manifestó su rechazo hacia ellos. Según la Constitución de 1991 no se puede darles ninguna cuota a dedo. La Carta Política sostiene que los ciudadanos elegirán en forma directa los delegatarios a esa Asamblea. Es decir, que no pueden existir ni siquiera circunscripciones especiales y que para cualquier escenario alterno se tendría que reformar la Constitución. Para los fines del proceso de paz es bastante difícil pretender que las FARC tendrán que enfrentarse en las urnas con Uribe y Ordóñez sin un acuerdo refrendado. Esas cuotas para la guerrilla existieron en los primeros años de la nueva constitución de 1991, pero las propias FARC desistieron de ellos. El presidente Cesar Gaviria, por ejempló, gobernó con esa facultad pero no la usó porque finalmente las FARC no entraron a la negociación en ese momento

4) Un camino largo y espinoso: El último problema del mecanismo es práctico. Como está planteado hoy en la Constitución el camino para llegar a una constituyente es largo y está lleno de obstáculos. Se requiere que el Congreso de la República apruebe una ley para preguntarle al pueblo en votación popular si convoca o no a una Asamblea Constituyente para reformar parcial o totalmente la Constitución. La ley deberá definir el número de delegatarios, el sistema para elegirlos, la competencia de la Asamblea, la fecha de su iniciación y su periodo. Una vez aprobada, esta pasará a tener control previo por parte de la Corte Constitucional. El paso que sigue es diseñar una tarjeta electoral para la consulta. En esas elecciones el Sí a la Constituyente deberá superar cuando menos la tercera parte del censo electoral, es decir más de 11, 6 millones de votos. Teniendo en cuenta que en el plebiscito participaron un poco más de 12 millones tanto del Sí como del No, la cifra es bastante difícil de lograr. Solo así se podría llamar a elecciones, que en esta coyuntura acarrearían una enorme polarización. Esta se realizaría entre dos y seis meses después a partir de la expedición de la ley. Ni las FARC ni el gobierno tendrán la paciencia para estar todo este camino.