Home

Nación

Artículo

Con la decisión conservadora de ir por el Sí, Marta Lucía Ramírez vuelve a apartarse de la posición formal de su partido, encarnada por el representante David Barguil. | Foto: Esteban Vega

CAMPAÑA

Las peleas de los conservadores para llegar al Sí

El apoyo conservador al Sí consolida un panorama similar al de la elección presidencial de 2014, cuando las fuerzas de la Unidad Nacional enfrentaron al uribismo con la bandera de la paz.

3 de septiembre de 2016

Después de meses de discusiones, los directivos del Partido Conservador decidieron apostarle al Sí en el plebiscito. La mayoría en el directorio fue amplia –13 contra 3–, pero dejó muchas heridas. Las dos más grandes: el distanciamiento definitivo de la excandidata presidencial Marta Lucía Ramírez, crítica de los acuerdos, y del expresidente Andrés Pastrana, considerado un líder natural de la colectividad.

Un día antes, la bancada parlamentaria había expresado su voluntad de trabajar abierta y decididamente en la campaña a favor del plebiscito. De manera autónoma, y sin someterse a la coordinación de la campaña que viene ejerciendo el expresidente César Gaviria, hizo una declaración en la que señaló que la gran mayoría de representantes y senadores azules saldrá a las calles de las principales ciudades a agitar la bandera de la paz. Ya hay reuniones planeadas para definir la estrategia de campaña.

La votación de los conservadores a favor del Acto Legislativo para la Paz y su apoyo a la convocatoria del plebiscito habían generado alguna seguridad de que los azules respaldarían el Sí, por eso sorprendió tanto el revuelo que generó el anuncio del apoyo a la paz. En el caso de la pelea de Marta Lucía Ramírez con David Barguil, presidente del partido y quien primero se puso la camiseta oficial del Sí, esta venía de tiempo atrás. En julio, cuando Barguil promovió que el congreso del partido –máxima instancia de toma de decisiones del mismo– se realizara después de la convocatoria al plebiscito, la excandidata lo acusó de apostarle anticipadamente al Sí, y de evitar el congreso para no consultar a las bases conservadoras. Cuando él la desmintió, ella lo increpó por “irrespetuoso y grosero”.

Pero detrás de la garrotera personal comenzaba a esbozarse una confrontación más profunda. En septiembre de 2014, cuando Barguil fue elegido director del partido, hubo quienes lo cuestionaron por su juventud. Pero con el paso de los meses fortaleció su posición por su capacidad de interpretar a los parlamentarios y sobre todo a los senadores. Con ellos desarrolló una estrategia para presentar a los conservadores como una fuerza desvinculada de la Unidad Nacional -y crítica de algunas políticas del gobierno, más que todo en materia económica- pero al mismo tiempo comprometida con la paz. “Los congresistas y yo coincidimos en que los conservadores debemos ser críticos, pero también en que los gobiernos azules históricamente han buscado la paz. Lo hizo Belisario. Lo hizo Pastrana. ¿Por qué no apoyar ahora ese propósito”, dijo Barguil a SEMANA.

Los parlamentarios encontraron otras razones para rodearlo en el enfrentamiento con Marta Lucía Ramírez. Primero, desarrollaron un espíritu de cuerpo ante la insinuación de la excandidata de que algunos de ellos se estaban transando por mermelada. “Resulta incomprensible el afán de algunos parlamentarios de la colectividad, de apoyar en contra del querer de sus bases un proceso de paz que en materia de confianza ciudadana se encuentra en cuidados intensivos”, afirmo Ramírez en febrero.

Segundo, a los congresistas les molestó que Ramírez se autoproclamara representante de las bases del partido. En la segunda vuelta de las elecciones de 2014, su candidatura presidencial fue criticada por una mayoría parlamentaria que prefería apoyar a Juan Manuel Santos que a Óscar Iván Zuluaga. “Nosotros también recogemos a las bases”, dijo a SEMANA un representante que insiste en que el corazón de Marta Lucía no es del todo azul. Le sacaron en cara el hecho de haber pasado por La U, por los ‘Quíntiples’ -en los que estuvo con Peñalosa, Mockus, Lucho Garzón y Fajardo- y, por último, por la fundación del Centro Democrático.

Si bien –al menos por ahora- Barguil y los parlamentarios parecen haberle ganado el pulso a Marta Lucía, a mediano plazo podría hacerle daño a la capacidad electoral del partido. Ramírez reaccionó la semana pasada diciendo que este se había apresurado con el apoyo al Sí, y cuestionando la legitimidad del Directorio para dar ese paso. Según ella, solo la convención podría haberlo hecho.

La pelea con Marta Lucía fue la antesala de otra que terminó armándose entre los congresistas y el expresidente Andrés Pastrana. Días antes de la decisión por el Sí, el expresidente envió una carta al Directorio para pedir votar por el No e insinuando que con el acuerdo de paz, el gobierno Santos le estaba entregando el país a las Farc. Pero los congresistas no le pararon bolas y prefirieron acoger la recomendación que también hizo Belisario Betancur, quien rompió su silencio sobre los asuntos públicos para decir que sentía el “imperativo categórico” de apoyar el acuerdo de La Habana.

El mismo día del anuncio formal, Pastrana sorprendió al divulgar en redes sociales un video con el expresidente Uribe apoyando manifestaciones venezolanas contra el ‘castro-chavismo’ –que se llevaban a cabo en Caracas en forma simultánea- y generando un profundo malestar entre los congresistas al anunciar que trabajarán juntos por el No. Toda una paradoja, si se considera que en 2002 Uribe ganó la Presidencia montado en las críticas al proceso de paz con las Farc promovido por Pastrana.

Con las peleas entre las mayorías parlamentarias, de un lado, y Marta Lucía Ramírez y Pastrana, por el otro, la división consolidada en el conservatismo en torno a la paz reeditó la que ya se había producido en la campaña presidencial de 2014. En ese momento, Ramírez y Pastrana optaron por unirse con el uribismo contra buena parte de los congresistas del partido: una escena que se repite hoy en torno al No.

Con el apoyo del conservatismo a la paz, las cartas que jugarían sus toldas de cara a las elecciones de 2018 volvieron a barajarse. En el mundo político se dice que el apoyo azul a la paz se dio a cambio de la garantía de que el presidente envíe al Senado una terna conservadora para elegir procurador, y que detrás de los nombres que apoya el partido para integrar esta terna estaría la bendición de Alejandro Ordóñez. Pero más allá de qué tanto los intereses burocráticos hayan incidido en el apoyo azul a la paz, lo cierto es que el Sí genera un inmediato distanciamiento ideológico con el procurador, un férreo opositor a los diálogos con las Farc que hasta hace poco se percibía como presidenciable conservador para 2018.

Pero por ahora, el hecho político es que con la decisión conservadora quedan totalmente definidos los bloques a favor y en contra del plebiscito. Los azules eran los únicos que faltaban por definirse y, al hacerlo, permiten afirmar que todos los partidos, menos el uribismo, están por el Sí.