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| Foto: Archivo particular

DIÁSPORA

El voto de los que se fueron

La refrendación abre una ventana para que los colombianos en el exterior hagan las paces con el país que en muchos casos los expulsó.

1 de octubre de 2016

Mientras en Colombia las mesas electorales apenas se preparan para abrir a primera hora de este domingo, un buen número de colombianos ya votó en el plebiscito desde este sábado: los que viven en países como Australia o Japón, donde la amplia diferencia horaria hace que su jornada dominical ya haya concluido mucho antes de comenzar en este hemisferio. Esa anécdota se repite en cada jornada electoral, pero en esta tiene una connotación novedosa, pues posiblemente ninguna votación haya sido tan determinante para el éxodo de compatriotas desparramados por el globo.

La refrendación del acuerdo final entre el Gobierno y las FARC es el epílogo de semanas en las que cientos o miles de colombianos se reunieron en lugares emblemáticos del mundo para manifestar su apoyo por el Sí. Monumentos como la Torre Eiffel en París, la Puerta de Brandemburgo en Berlín o Times Square en Nueva York fueron sede de manifestaciones a favor de la paz y la reconciliación en Colombia.

“La gente se organizó de una manera muy espontanea, en torno a plataforma del Sí, en Canadá, en Berlín, en Madrid….fue una cosa de gran envergadura”, narra Juan Carlos Villamizar, fundador del Foro Internacional de Víctimas y una suerte de representante de los exiliados colombianos, una experiencia que ha vivido en carne propia. De hecho, no podrá votar este domingo pues tiene su cédula inscrita en Madrid.

“Mi interpretación es que la gente ha encontrado en esta coyuntura definitiva de la firma del acuerdo una grieta por donde atrapar un trozo de la ciudadanía que se les quitó cuando les tocó irse del país”, explica Villamizar, que viajó a La Habana en medio de las negociaciones y ha trabajado de la mano de ACNUR, la oficina del Alto Comisionado de Paz, la Cancillería y la sociedad civil organizada en giras de pedagogía en varios países. “La firma ha generado una efervescencia”.

Esa efervecencia desencadenó expresiones de algunos de los más de cuatro millones de compatriotas que viven en diferentes rincones del planeta desde hace años (4,7 millones, según cálculos de Cancillería en 2012). El exilio colombiano es una numerosa realidad. Algunos simplemente cruzaron la frontera para instalarse en Ecuador o Venezuela, otros buscaron el “sueño americano” en Estados Unidos, o cruzaron el Atlántico para vivir en España. Aunque es una comunidad muy dispersa geográficamente, esos son, de lejos, los países con mayor presencia de colombianos.

Las acciones de grupos de expatriados, por pequeñas que sean, logran generar gran impacto. Pero de ahí a afirmar que el apoyo al Sí es unánime hay un trecho largo, pues es bien sabido que en lugares como Miami el uribismo, que hace campaña por el No, tiene fuerza. 

El voto de los colombianos en el exterior parece en un primer momento un gran botín para ambas campañas. La jornada se desarrolla en 64 países, con un censo electoral conformado por casi 600.000 personas (599.026), una cifra nada despreciable en un plebiscito que necesita 4,5 millones de sufragios por una opción para ser aprobado. Pero en realidad, el número de electores afuera posiblemente será bastante menor, insuficiente para inclinar la balanza. Para hacerse una idea, apenas 111.000 votaron en la segunda ronda de las elecciones presidenciales del 2014. Los votos en el exterior no van a definir el plebiscito, pero tienen un alto valor simbólico.

Quienes han trabajado con estas poblaciones sostienen que, en términos generales, se sienten abandonados por el Estado colombiano, y utilizados, pues creen que la inmigración solo se percibe como una fuente de recursos a través de las remesas. 

Las razones de haber partido son variadas. Cientos de miles lo hicieron para dejar atrás el doloroso conflicto armado, y son parte de los ocho millones de víctimas que ha parido Colombia. ACNUR calcula que 350.000 personas salieron huyendo de la violencia, mientras que la Defensoría del Pueblo ha elevado esa cifra a un millón. Otros simplemente fueron migrantes económicos, o salieron en busca de oportunidades. Pero más allá de los motivos, la refrendación de los acuerdos se ha convertido para ellos en una oportunidad para acabar con el desarraigo, que el exilio sea reconocido y que sus historias sean visibles. Hoy quieren entablar un diálogo crítico y franco que los lleve a reconciliarse con el país.

“Lo que queda en materia de exilio en el acuerdo es precario, solo quedaron cuatro líneas sobre el retorno voluntario de la gente”, se lamenta Villamizar. “Pero así no estemos reflejados en el documento, lo que viene es una gran oportunidad”.

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