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El miércoles, se unieron por primera vez los mosqueteros de la política independiente en Colombia. Su objetivo: expresar su desacuerdo con la reforma política que se tramita en el Congreso. En la foto, Luis Eduardo Garzón, Antanas Mockus, Marta Lucía Ramírez, Enrique Peñalosa y Sergio Fajardo

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¿Podrán unirse?

A muchos colombianos les gustaría verlos trabajar juntos, pero la realidad política lo hace muy difícil.

23 de mayo de 2009

El miércoles pasado sucedió un hecho político que, hasta hace poco, era impensable. Por primera vez se sentaron en la misma mesa y a leer un mismo comunicado los cinco mosqueteros de la política independiente colombiana: Sergio Fajardo, Antanas Mockus, Luis Eduardo Garzón, Marta Lucía Ramírez y Enrique Peñalosa.

Al aire libre, y a la sombra de la imponente estatua de Rafael Núñez, estos cinco políticos se fueron lanza en ristre contra la reforma política que estaba promoviendo el gobierno. Para ellos, la reforma -que transitaba a todo vapor en el Congreso- no es otra cosa que una reivindicación de la politiquería, una puñalada a las minorías políticas y un bálsamo a las relaciones entre el poder y las mafias armadas.

El acto público tuvo un efecto político inmediato: los ponentes del proyecto decidieron mantener el umbral electoral en el 2 por ciento y no en el 3, como estaba propuesto, para no afectar a los partidos minoritarios. Además, retiraron el artículo que permitiría a concejales, diputados y ediles aspirar al Congreso. Pero la carga de profundidad estuvo en su dimensión simbólica: cinco de los políticos independientes de mayor credibilidad y reconocimiento en el país se reunían para asumir una posición política conjunta en la antesala de la contienda electoral.

Las cábalas del mundillo político no se hicieron esperar. ¿Qué hay detrás de la foto? ¿Es sólo la coincidencia ética y coyuntural frente a un proyecto de reforma política? ¿O es acaso el inicio de un proyecto electoral de mayor envergadura que cobijará bajo la misma sombrilla a los principales mosqueteros de la política independiente?

Ellos saben muy bien que la creciente polarización que vive el país entre el uribismo y la oposición está empezando a valorizar el centro de la política. Por eso desde hace varios meses varios de ellos, como Mockus, Lucho y Peñalosa, han tenido acercamientos para tratar de construir una fuerza política propia con líderes de opinión y así hacerles contrapeso a las maquinarias de los partidos tradicionales. Fajardo, en particular, se convirtió en el principal promotor de la idea de formar una gran 'Selección Colombia' entre los cinco para llevar un grupo ciudadano al Senado y a la Cámara.

A pesar de que nunca ha sido posible, la unión de los independientes es vista por muchos como el desenlace natural de sus trayectorias políticas, de sus convicciones ideológicas y de lo que representan en la sociedad. Salvo Marta Lucía, todos han sido reconocidos como excelentes alcaldes de Bogotá, y Medellín, todos han sido elegidos por votos de opinión que están por fuera de los partidos y todos representan la franja independiente que busca una restauración moral de la política.

Por estas coincidencias, no pocos colombianos se preguntan si la alianza puntual de la semana pasada se podría convertir en un proyecto político serio y de largo plazo o si, por el contrario, los egos, las vanidades y los artilugios de la real politik harán que la célebre foto no sea más que una ilusión pasajera para los idealistas.

Lo primero que habría que decir es que estas cinco vedettes de la vida pública quieren jugársela toda en las próximas elecciones.

Antanas Mockus sigue siendo un faro ético para el país, a pesar de que hace poco más de cuatro años salió de la Alcaldía de Bogotá. Sin embargo, su estatura intelectual es proporcional a su reciente descalabro electoral. Desde el hundimiento de su lista al Congreso en las últimas elecciones, Mockus está dedicado a promover la cultura ciudadana con su movimiento Visionarios por Colombia. Si bien su dimensión presidencial está más en el terreno de las ideas que en el de los votos, sus seguidores nunca han dejado de verlo como un aspirante a la Casa de Nariño.

Lucho Garzón logró demostrarle al país que la izquierda también puede gobernar. Después de salir del Palacio Liévano en 2007 se refugió en la trinchera del periodismo como comentarista de radio en La FM y columnista de El Espectador. Es la figura más carismática del Polo Democrático, pero sus diferencias ideológicas con el ala más radical de ese partido lo han marginado de la maquinaria y por eso espera lanzarse a la Presidencia mediante firmas ciudadanas.

Enrique Peñalosa ha sido, quizá, el gobernante más fuerte de los independientes, pero el candidato más débil. Desde su derrota a la Alcaldía de Bogotá frente a Samuel Moreno, se ha convertido en uno de los consultores urbanos más prestigiosos del mundo. En los últimos meses su favorabilidad ha aumentado como consecuencia del desgaste de la imagen del alcalde Moreno y eso ha hecho que renueve sus ímpetus electorales.

Marta Lucía Ramírez ha sido una senadora admirable ante el país, pero una política incomprendida en el Congreso. Sus diferencias éticas con el partido de La U luego del escándalo de la para-política la han alejado del uribismo -mas no de Uribe- y por eso está en el proceso de recolección de más de 370.000 firmas para inscribir su candidatura presidencial a nombre de un movimiento independiente.

Sergio Fajardo es el hombre que hoy encabeza la maratón de los antipolíticos. Desde su salida de la Alcaldía de Medellín en diciembre de 2007, se dedicó a recorrer el país en jeans y con el pergamino de mejor alcalde de Colombia. Luego de más de 120 municipios recorridos y de edificar un discurso sobre el desprestigio de la clase política tradicional, se ha convertido en un fenómeno de opinión que hoy lo tiene encabezando las encuestas a la Presidencia si Uribe no se lanza.

La dura realidad

A primera vista, entre los cuatro ex alcaldes y la senadora hay muchas más cosas que los unen que las que los separan. Rechazan el clientelismo y la politiquería, no se sienten identificados con ningún partido y la mayoría de sus electores se encuentra en el centro del espectro político. Además, el haberse unido en torno al pronunciamiento contra la reforma política ya ha generado lazos de confianza entre ellos.

Pero, además de su cercanía ideológica, la relación entre los equipos es tan estrecha, que algunos de sus integrantes han trabajado con más de uno de los candidatos. Así, por ejemplo, el historiador Juan Carlos Flórez y la economista y ex secretaria de gobierno de Bogotá Alicia Eugenia Silva apoyaron la llegada de Mockus por segunda vez a la Alcaldía y hoy asesoran a Fajardo. En la misma campaña se encuentra Catalina Ortiz, quien fue candidata al Senado en las listas de Peñalosa.

De ahí que la foto del miércoles, con los cinco levantando la mano con el pulgar en alto, invite a algunos a pensar en la posibilidad de que la unión de estos dirigentes se convierta en un movimiento similar a la Concertación de Partidos por el No, que nació en Chile a finales de los 80 y aglutinó la oposición a Pinochet. La Concertación reunió líderes de diferentes movimientos de centro y centro-izquierda que, con un arco iris como símbolo de diversidad, lograron las mayorías electorales en el plebiscito de 1989.

En este caso, la eventual alianza podría ir más allá de la voluntad de hacerles contrapeso a las mayorías uribistas y a la posible reelección del presidente Uribe. En últimas, sus miembros se han caracterizado por un discurso que, a pesar de rechazar un tercer período presidencial, no está marcado por la polarización ni por el antiuribismo. Fajardo, Mockus y Lucho han calificado de simplista la disyuntiva de uribistas y antiuribistas y no se ven matriculados en ninguno de estos bandos.

Por su parte, Peñalosa y Ramírez han permitido que se les incluya en la categoría de uribistas no reeleccionistas. De ahí que la mayoría de ellos considere que en la foto del miércoles están los que son, y que la eventual entrada de Gustavo Petro, jalonada por el ala mockusiana, le podría quitar legitimidad a un eventual gran movimiento de centro. "Si Petro entra, la coalición pasaría a ser vista como una fuerza contra Uribe", dijo uno de los independientes a SEMANA.

No obstante, la política real, la de los intereses, la mecánica electoral, el pragmatismo y los individualismos, casi siempre desbarata lo que con paciencia de relojero y candoroso idealismo se trata de construir en el mundo de las ideas, el bien común y los nobles ideales.

Por eso, son varios los elementos que llevan a pensar que la foto de los independientes difícilmente se podrá convertir en el afiche de un gran movimiento de coalición. En plata blanca, para que esta alianza tenga vocación de poder, debe tener un solo candidato presidencial o, al menos, impulsar una sola lista de independientes al Congreso. Y ambos escenarios son muy difíciles.

La posibilidad de que este combo independiente cuente con un solo candidato a la Presidencia es prácticamente inviable. Aunque Peñalosa y Mockus no han mostrado su intención de ser presidentes, es claro que sí han pensado en ello. En varias reuniones de sus equipos ha quedado claro que ellos dos -y probablemente Marta Lucía y Lucho- estarían dispuestos a competir por ser postulados como candidatos de esta coalición, siempre y cuando haya reglas claras y se haga una consulta popular (o una gran encuesta) para determinar quién llevaría las banderas del movimiento.

Aunque Fajardo seguramente saldría triunfante de esta consulta -según los resultados de las últimas encuestas- y esto le daría una gran legitimidad y fuerza a su candidatura, un sector de su campaña no está de acuerdo con esta posibilidad por considerar que las fuerzas de los otros candidatos se 'colgarían' al trabajo que durante meses ha permitido convertirlo en el candidato de moda en las encuestas. Una visión algo miope, ya que una dispersión de candidatos independientes con popularidad sólo canibalizaría los votos de esa franja de opinión.

En últimas, se trata de un conflicto de egos que se deriva del hecho de que los cinco tienen estatura presidencial y de la creencia que tienen de que, por separado, pueden aglutinar el voto de opinión. En caso de que logren derrotar los personalismos, se podría estar gestando un nuevo movimiento de centro, cívico e independiente, que se podría colar en medio de la polarización y convertirse en un fenómeno político y electoral.

En cuanto al intento de armar listas únicas al Congreso, el panorama es menos enredado, pero tampoco es claro. Antecedentes como la chamuscada de los candidatos de las listas de Mockus y Peñalosa en las pasadas elecciones parlamentarias dejan claro que sólo una gran alianza les permitiría a los independientes pasar el umbral y lograr un número significativo de curules. Sin embargo, es imposible desligar el tema de las elecciones de Presidente y la de Congreso. ¿A cuál de los independientes apoyarían los candidatos de las listas únicas a Senado y Cámara? ¿Es posible pensar que los aspirantes a una curul logren votos sin respaldar a un candidato en concreto? De nuevo, la única salida razonable para tener listas fuertes al Congreso sería hacer una consulta para escoger un candidato presidencial único de los independientes.

Pero, más allá de la búsqueda de caminos y la existencia de buena voluntad, el tiempo apremia y lograr acuerdos alrededor de la mecánica suele tomarse meses. La concertación por el No, de Chile, duró dos años en definir las reglas de juego que le permitieron llegar al poder. De la dedicación de los independientes y de su humildad a la hora de sacrificar sus sonoros nombres en aras de consolidar un gran movimiento alternativo dependerá la viabilidad de la alianza independiente. Entonces, se sabrá si la foto del pasado miércoles fue un punto de partida o un momento de llegada.