Home

Nación

Artículo

judicial

Polígrafo de la discordia

Controversia en la Fiscalía por el uso del detector de mentiras. La prueba es necesaria, pero los funcionarios dicen que quienes la hacen los atropellan

11 de abril de 2004

Antes de ser enviados a hacer cursos de especialización a Estados Unidos, los fiscales nacionales y los investigadores del Cuerpo Técnico de Investigaciones (CTI) que manejan los procesos más importantes de la Fiscalía tienen que pasar por el polígrafo. Desde hace cinco años los funcionarios judiciales colombianos se someten por medio de este aparato, más conocido como el detector de mentiras, a una prueba cuyo resultado determina si son aceptados en los cursos de capacitación. En este lapso el personal estadounidense ha tomado más de 1.000 poligrafías a los funcionarios, algunos de los cuales han presentado la prueba en más de una ocasión.

A comienzos de marzo el fiscal Luis Camilo Osorio anunció que, ante la racha de escándalos destapados en la institución a su cargo durante las semanas anteriores, le aplicaría el polígrafo a cualquiera de los 17.000 funcionarios de la entidad como una medida preventiva. Entre los empleados de la Fiscalía la noticia no fue bien recibida, no porque tuvieran algo que esconder, sino porque tendía un manto de duda y sospecha sobre todos. Fabio Hernández Forero, representante de los funcionarios del ente investigador ante la Comisión Nacional de Carrera, propuso que el mismo Osorio pasara la prueba. El Fiscal General le respondió que estaba dispuesto a hacerlo, que "ese sería un buen ejemplo".

El que sí recibió con entusiasmo la propuesta de Osorio fue William Wood, el embajador de Estados Unidos en el país. El diplomático dijo a mediados de marzo, en un discurso en la Cámara de Comercio Colombo Americana de Medellín que "apoyamos su llamado a exámenes más rigurosos para los fiscales, inclusive a través del polígrafo, para personal clave que tiene en sus manos el futuro del imperio de la ley en Colombia". Esta conjunción de ideas y propósitos entre Osorio y Wood fue la que condujo ante el detector de mentiras a los miembros de la Unidad Nacional de Antinarcóticos e Interdicción Marítima (Unaim), con quienes agentes o funcionarios estadounidenses mantienen contacto permanente por asuntos de cooperación internacional. Personal del FBI se encargó de tomarles la prueba a los colombianos. Lo que pasó después es un completo misterio.

La verdad o se atreve

El 26 de marzo los fiscales, asistentes y empleados de la Unaim le enviaron una carta al fiscal Osorio en la que manifestaban que la prueba a la que los habían sometido "ha implicado una inaceptable intromisión en nuestra vida personal. No sólo durante el interrogatorio, sino en charlas anteriores y posteriores al mismo, fuimos sometidos a vejámenes, tratos degradantes y presiones inaceptables por parte de quienes lo dirigieron". Los afectados escribieron, como lo reveló El Espectador, que quienes hicieron la prueba les hicieron preguntas sobre su vida sexual que no venían al caso o sindicaciones de pertenecer a grupos al margen de la ley. Dilucidar la verdad es difícil porque se trata de la palabra de los funcionarios colombianos contra la de los estadounidenses pues el polígrafo se hace en privado. En este caso podrían haber pasado tres cosas. Primera, los primeros reaccionaron a la defensiva por temor a perder sus puestos, pues algunos no pasaron la prueba. Segunda, los segundos abusaron del poder que tenían al hacerla o tercera, la hicieron mal pues no siguieron un protocolo estricto.

El polígrafo computarizado es un instrumento muy sensible que mide y registra los cambios en el ritmo cardíaco y respiratorio, la presión sanguínea y la conductividad eléctrica de la piel. Las variaciones que se presenten en estos datos fisiológicos, que aparecen graficados en un poligrama y son analizados por medio de un software especializado, son las que indican si una persona está mintiendo o no. El procedimiento en sí mismo es intimidante, y puede parecer hasta invasivo, por la aplicación de los sensores. Antes de la prueba la persona que va a pasar por el polígrafo es entrevistada. Se le hacen interrogantes generales o específicos, que permiten focalizar mejor el tema que va a ser tratado en la prueba. Antes de hacerla hay un acuerdo sobre qué va a preguntarse. Los parámetros internacionales de aplicación de esta herramienta recomiendan que nunca se hagan preguntas sorpresa o que tengan relación con las creencias religiosas o las inclinaciones sexuales (salvo que la investigación gire sobre algún caso relacionado con este tema, por ejemplo una infidelidad).

En el caso de la Fiscalía una de las personas que hizo la prueba dice que le preguntaron si había consumido narcóticos, si conocía a personas en bandas armadas, si le había mentido a su jefe, si tenía amigos que podían afirmar que era una persona desleal y que si los interrogantes que le habían formulado correspondían a lo que le habían dicho en forma previa. Presentadas en esta forma las preguntas parecen inocuas y adecuadas para unos funcionarios que tienen en sus manos los casos más importantes de narcotráfico. Sin embargo, nadie sabe, salvo los que participaron en ellas, cómo se llevaron a cabo las pruebas. Los fiscales dicen que fueron "atropellados, amenazados e intimidados por quienes practicaron el polígrafo". El fiscal Osorio dijo que les pedirá a quienes hacen la prueba que no les pregunten a sus funcionarios sobre asuntos de su vida privada. Sería importante que fuera un poco más allá y despejara cualquier duda e inquietud sobre este bochornoso episodio que puede empañar la imagen de una herramienta que, bien utilizada, puede contribuir en forma efectiva a la depuración de la Fiscalía. Pero que mal utilizada puede ser otra fuente de dolores de cabeza para el ente investigativo más importante del país.