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Política astral

A medida que se acercan las campañas electorales más políticos acuden a los astrólogos para que los orienten sobre su futuro. ¿Qué tanta influencia tienen?

20 de agosto de 2001

En una casa de familia, en un sector residencial del norte de Bogotá, tiene su consultorio uno de los astrólogos más respetados y reputados del país. Es un lugar amplio y bien iluminado, decorado con diversos objetos que hablan por sí solos de la personalidad y las aficiones de su dueño. Un hombre de mediana edad, fumador empedernido, culto y buen conversador, que un día tuvo el valor suficiente para darle un giro de 180 grados a su vida y dedicarse de lleno a la astrología. Desde entonces les habla con pasión a quienes se lo solicitan de signos, ascendentes, casas, conjunciones, oposiciones, progresiones, trígonos y cuadraturas. Por su consultorio han pasado hombres y mujeres representantes de todas las clases sociales, profesiones (salvo astrónomos e ingenieros, que son los más escépticos) y oficios: “He atendido desde presidentes de multinacionales hasta manicuristas”. Y cuando se avecinan las campañas políticas empiezan a tocar las puertas políticos y candidatos de todos los pelambres, desde los simples asesores de campaña hasta senadores y presidentes.

Todos llegan movidos por la curiosidad y en procura de respuestas a preguntas específicas. En los últimos meses, por ejemplo, varias personas han acudido hasta él porque quieren saber si les conviene dejar sus actuales empleos e irse a trabajar en las campañas de Noemí Sanín o Alvaro Uribe. En el fondo lo que les interesa averiguar es si los astros, especialmente los que pasan por la décima casa, son propicios para las aspiraciones presidenciales de sus candidatos. Los astrólogos modernos creen, según la Enciclopedia de la Adivinación, que “calculando y comparando el movimiento de los planetas a medida que abandonan la carta natal es posible predecir crisis y encrucijadas, desafíos, cambios de actitud y puntos de evolución espiritual”.

Aunque se niega a reconocerlo no es la primera vez que a este astrólogo lo consultan al respecto. En la campaña presidencial de 1998 Caracol invitó al peruano Jaime Bayly para que hiciera un programa de televisión con el reconocido astrólogo Mauricio Puerta. Durante la entrevista fue inevitable, por no decir que obvio, que Bayly le pidiera un vaticinio para las elecciones que se aproximaban. Puerta no olvida, por cuenta de la tutela que le interpusieron después para que no hiciera ningún tipo de pronóstico, la respuesta que dio al aire: “Yo dije que Serpa ganaría en esa primera vuelta”.

Este bombazo en horario triple A no pasó inadvertido en las huestes pastranistas. María Claudia Soto, hermana del actual Canciller, y su esposo, Gustavo Samper, hoy presidente de Inravisión, llamaron de urgencia al astrólogo del comienzo de esta historia. Con tantas cosas en juego querían que le hiciera la carta astral a Andrés Pastrana para saber si lo que decía Puerta era cierto. ¿Qué les contestó? Las palabras exactas se perdieron pero algo mencionó de que el candidato conservador tenía una mejor opción para la segunda vuelta. La realidad electoral confirmó sus palabras y le dio la razón. Al igual que al astrólogo argentino Hugo Angeli, quien desde Miami le dijo a varios medios de comunicación, unos 15 días antes de la segunda vuelta, que la carta astral de Pastrana era la del ganador.



Advertencias astrales

Para muchas personas este tema puede ser superficial y ligero. Lo consideran propio de épocas premodernas ya superadas y algo que riñe con la lógica y la razón. Sin embargo es un hecho que muchos más políticos de los que la gente supone recurren a la carta astral o a diversos medios de adivinación para saber cómo anda o irá su suerte. El asunto no es novedoso en sí mismo. Los emperadores romanos se rodearon de astrólogos egipcios y los políticos de la época republicana, como Tiberio Graco y Cneo Octavio, también recurrieron a las artes adivinatorias para guiar sus carreras públicas. El propio Senado romano protegió a los arúspices etruscos, verdaderos maestros en la interpretación de los rayos y la búsqueda de signos en los hígados de las víctimas de sacrificio. El escritor estadounidense Thornton Wilder sintetizó esta relación con unas cuantas palabras en su novela Los idus de marzo: “Yo —le hace decir a Julio César—, que gobierno tantos hombres, soy gobernado por pájaros y truenos”.

Hoy los políticos no siguen al pie de la letra lo que los astrólogos, videntes o adivinos les dicen pero es innegable que los consultan a menudo y los oyen. Para el astrólogo que vio ganador a Pastrana en la segunda vuelta no es sorprendente que esto ocurra. Al contrario, le parece normal en la medida en que “un político es una persona que corre muchos riesgos, depende de demasiadas variables, tiene poco libre albedrío y su futuro es muy incierto. Por eso acude a cualquiera que medio le aclare algo”. Además, como lo reconoce un ex ministro liberal que en un momento particular de su vida consultó a varios de estos personajes, “la curiosidad se exacerba cuando se está en el poder”.

Hay dos momentos privilegiados, según un consultor que pidió mantener su anonimato, para que los políticos se relacionen con un astrólogo, vidente o adivino: durante la campaña o, en el caso de los presidentes, cuando llegan al Palacio de Nariño. Siempre antes de las elecciones, recuerda el analista, “cuando se está a punto de perder o de ganar, o cuando hay líos de seguridad aparecen unos tipos rarísimos, unas señoras endebles que dejan la mirada fija en el centro de la frente de su interlocutor, que entran a las oficinas de las campañas husmeando el aire como si fueran sabuesos enfundados en abrigos viejos”.

El candidato Alvaro Uribe Vélez, aunque es más bien escéptico frente a estos temas, encontró sin buscar quién le avisara de riesgos en su destino. Un día cualquiera, durante su mandato como gobernador de Antioquia, recibió la llamada de un desconocido que quería prevenirlo de algo malo que iba a suceder en el curso de un viaje que tenía previsto a una región del departamento. La voz al otro lado de la línea le dijo a Uribe que eso era lo que le habían mostrado las 78 cartas del tarot. Quien hablaba, un profesional culto e inteligente, aún hoy se sorprende de la reacción del entonces gobernador: “Por qué me paró bolas, no lo sé”. A partir de ese momento este reputado tarotista nacional, que también observa señales en la mano, llama de cuando en cuando a Uribe y le cuenta cosas. Lo mismo hace con otros políticos: “Yo cuido a algunos por amistad. Me les entrometo en la vida para ver lo que se les viene o lo que les va a pasar”.



De ‘Raspuertin’ al 8.000

Cuando el candidato gana los astrólogos, videntes o adivinos llegan siempre hasta su despacho por intermediación de alguien. “En el gobierno los presidentes suelen tener un círculo interno en el cual siempre hay un tonto con iniciativa que trae un astrólogo, si es que no ha llegado antes”, dice el mencionado consultor político. Es probable que el pionero de estos acercamientos haya sido el astrólogo Mauricio Puerta. En 1985 este antropólogo comenzó a hacerles la carta astral a varios de sus amigos, algunos de ellos ex compañeros del Gimnasio Moderno que para entonces estaban ubicados en altas posiciones del gobierno de turno.

Con sus buenos oficios logró que durante el cuatrienio siguiente, durante el mandato de Virgilio Barco, se le abrieran las puertas de algunos despachos del Palacio de Nariño. En esa época, cuando lo veían caminar por allá, oía que le gritaban: “Ahí va Raspuertín”. Un juego de palabras alusivo a Rasputín, el enigmático monje siberiano que llegó a ser considerado, durante el reinado de Nicolás II, ‘el zar por sobre los zares’. El comentario era jocoso pero exagerado. Puerta no llegó a tener tanta influencia en las altas esferas del gobierno porque, como sostiene el citado consultor, “Barco detestaba esa vaina, pero eso no es lo común, y se explica por su liberalismo radical”.

No obstante todo parece indicar que la firma del acuerdo de paz entre el gobierno de Barco y el M-19 se hizo en una época que le recomendó el astrólogo al entonces consejero presidencial Rafael Pardo o a alguno de sus asesores, como Ricardo Santa María o Gonzalo de Francisco. Convencer a los guerrilleros del Eme no fue ningún problema si se recuerda que éstos consultaban los 64 hexagramas del I-Ching, el sistema de adivinación más antiguo del mundo aún vigente, antes de realizar sus operaciones. El acuerdo se firmó el 9 de marzo de 1990 y Puerta explica porqué debía ser así: “Carlos Pizarro era Géminis; Pardo, Sagitario. De entrada el complemento el uno del otro. Virgilio Barco era Virgo. La fecha de paz se tenía que firmar en Piscis y se firmó en una fecha Piscis”. Esta figura, según explica en su libro Colombia bajo los astros, es una cruz mutable, una de las tres que existen en la astrología y “que denotan modalidades de expresión de la energía de cada individuo”.

Hay muchos analistas que piensan que la influencia de los astrólogos en la vida política del país es sólo el reflejo del folclorismo y miopía de la clase dirigente colombiana. A favor de ésta se puede decir que sólo seguían el ejemplo de otros gobernantes mundiales. Por la misma época, que coincide con el boom global que tuvo la astrología hasta 1996, el entonces presidente francés François Mitterrand había iniciado su relación de siete años con la astróloga Elizabeth Teissier, a la que le consultó, entre otros temas de Estado, sobre la Guerra del Golfo y el referéndum de Maastricht. Tiempo después Puerta le haría la carta astral a Danielle, esposa del fallecido mandatario, que hoy preside la France Libertés-Foundation. “El problema no es tanto que los políticos consulten astrólogos, como lo hacen muchos políticos en el mundo, sino que tomen decisiones de Estado con base en sus elucubraciones astrológicas”, dijo un analista a SEMANA.

El sucesor de Barco en la Presidencia, César Gaviria, también es un escéptico radical en cuestiones de astrólogos, videntes o adivinos. Su hermetismo frente a estos temas contrastaba con la apertura que hacia los mismos tenían varios miembros de su gabinete o de su círculo interno.

Con una resistencia tan férrea a este tipo de ayudas celestes es probable que el presidente Gaviria nunca se enterara de que algunos de sus allegados más cercanos sí recurrían a ellas con el propósito de averiguar si las conjunciones de planetas eran propicias para los proyectos que querían emprender por el país. Tampoco se habrá enterado nunca de la ayuda astral que le prestó una prestigiosa vidente, que hoy asesora a algunos miembros del equipo del presidente mexicano Vicente Fox, por medio de una red mundial de personas como ella.

Tiempo después por el consultorio del astrólogo desfilaron también varios miembros del gabinete y el círculo interno del presidente Ernesto Samper quienes, a diferencia de los anteriores, lo único que querían saber era cuál sería su suerte en medio de la tormenta que desató el proceso 8.000.

El presidente Andrés Pastrana no es ajeno a todas estas historias esotéricas. El lleva puestas en una de sus muñecas las aseguranzas que le pusieron los indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta y el médico bioenergético Santiago Rojas perteneció a su círculo cercano hasta hace poco, cuando fue nombrado cónsul en Madrid.

Es probable que nunca nadie sepa qué cosas les dicen los astrólogos, videntes y adivinos a los políticos. Los primeros callan por profesionalismo y los segundos por la pena que les produciría el ser señalados por recurrir a estas artes. Según un astrólogo reconocido, “no es que les adivinen el futuro sino que los orienten en cómo les va a ir su suerte. Saber si le van a pegar o no a lo que están haciendo”. Tal vez el mejor consejo que podían seguir respecto a estos temas es el que dio el presidente español Manuel Azaña en su libro Los cuadernos robados: “Desconozco absolutamente de qué modo las estrellas pueden enterarse de la vida de uno, pasada, presente y futura, pero suelen acertar siempre que no se les obligue a descender a los detalles”.