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Política de barrio

A la hora de hacer coaliciones para las elecciones locales, hasta los peores enemigos se pueden volver aliados. Lo único que importa es no perder el acceso al poder.

17 de septiembre de 2011

Un viejo zorro de la política en Estados Unidos, Tip O'Neill, el segundo presidente de la Cámara que más tiempo ha durado en el cargo, se hizo famoso con la frase "todo, en política, es local". Quería decir que las amistades, apoyos e ideas sobre el barrio y el vecindario al final cuentan más, para conseguir votos, que los grandes temas nacionales o que los más sofisticados planteamientos ideológicos. Y que el pragmatismo se impone sobre las banderas partidistas.

Pero ninguna campaña, como la que se lleva a cabo actualmente en el país, podría ser un ejemplo tan fidedigno de lo que planteaba O'Neill. Ha sido una feria de alianzas en la que se ha visto de todo. Algunas fórmulas tienen coherencia -como las que unen a La U y a los conservadores o a Cambio Radical y a los liberales- pero la mayoría de las coaliciones se explican por afinidades locales en las que pueden terminar en matrimonio parejas que son antagónicas en el escenario nacional. El caso más llamativo es Bogotá, donde los verdes y La U -es decir, los dos grandes proyectos que en 2010 se disputaron la Presidencia- están juntos bajo la candidatura de Enrique Peñalosa.

La capital, sin embargo, no es la única pareja dispareja. En Santander, el Polo Democrático adhirió a la campaña de los liberales: de Luis Francisco Bohórquez, para la Alcaldía de Bucaramanga, y de Luis Fernando Cote, para la Gobernación. Y hoy esos dos partidos están en orillas distintas en cuanto al gobierno de Juan Manuel Santos: el Polo está en la oposición y los rojos están en la Unidad Nacional y ya están hablando de reelección para 2014.

El senador polista Jorge Robledo tiene una explicación. "Nuestras directrices han sido claras: en los municipios y departamentos donde no tengamos candidatos propios para alcaldía y gobernación, haremos alianzas", dice. Y aclaró que las coincidencias con los programas de los candidatos motivaron la adhesión, "aunque no comprometen la independencia política que ha caracterizado al Polo".

En otro departamento, el Huila, el Partido Verde y la Alianza Social Indígena (ASI) adhirieron al candidato a la Gobernación por el Partido Conservador, Jorge Fernando Perdomo. La alianza se dio debido a que los verdes y la ASI no tenían candidato. No obstante, en un sector de la dirección departamental de los verdes la decisión causó descontento. A explicarla y a conciliar los sectores salió el candidato a la Alcaldía de Neiva del Partido Verde, Rodrigo Lara, quien dijo que la alianza tenía una base "programática y no burocrática".

Y si de llaves aparentemente contrarias se trata, el pulso por la Gobernación de Córdoba y por la Alcaldía de su capital, Montería, es llamativa. El aspirante liberal a la Gobernación, Víctor Oyola, ha recibido el apoyo del Partido Conservador y también cuenta con el respaldo del Polo, de la ASI y de Cambio Radical. Y la candidatura de Carlos Eduardo Correa, quien se inscribió a la Alcaldía por el Partido Conservador, cuenta con el respaldo de rojos y amarillos. En su momento, la campaña de Correa explicó que esos respaldos evidencian "que ya no se trata de colores, se trata de ideas".

En otros lugares, sectores distintos de un mismo partido están en bandos opuestos. En Antioquia, el grupo Coraje que dirige Fabio Valencia Cossio, del Partido Conservador, respalda al abanderado de La U, Carlos Mario Estrada, y no a Álvaro Vásquez, quien ganó la consulta conservadora. Y en la carrera por la Alcaldía de Medellín, una amplia facción del Partido Liberal ha expresado su apoyo a Luis Pérez Gutiérrez, quien inscribió su candidatura por firmas, y no a Aníbal Gaviria, el candidato avalado por la Dirección Nacional del partido, a quien además apoyan el Partido Verde y la ASI.

Todo esto demuestra que en las elecciones locales lo que importa es subirse en el tren ganador. Al fin y al cabo, los alcaldes y gobernadores administran recursos, reparten contratos y tienen influencia directa sobre la vida de los ciudadanos. Y ahora, la reforma de la Ley de Regalías va a incrementar el presupuesto con el que cuentan los municipios que no reciben dinero por la explotación de sus recursos naturales. La pelea también se da por el acceso a la burocracia local. Hay municipios en los que la administración es el único empleador. Por eso hay quienes prefieren abandonar el barco partidista, antes que hundirse, y montarse al ganador.

Pero si bien el hecho de que los partidos tengan un comportamiento local caótico es una realidad, hay discrepancias sobre su significado institucional y sobre su efecto para la democracia. David Roll, director del Instituto del Pensamiento Liberal, dice que "los gobiernos de conciliación dan buenos resultados. Desde el punto de vista académico, la visión sobre las coaliciones ha cambiado". En su criterio, los gobiernos conformados por alianzas cuentan con un mayor margen de gobernabilidad y les permite a los mandatarios hacer realidad sus promesas de campaña.

No obstante, una cosa dice la teoría política sobre los sistemas de partidos que han tenido una larga tradición, y otra, lo que puede decir sobre los sistemas en transición como el colombiano. En la opinión de Juan Carlos Rodríguez, profesor de Ciencia Política de la Universidad de los Andes, las coaliciones que se han visto en la campaña confunden a la ciudadanía, "y pueden derivar en una pérdida de claridad sobre cuál es la organización responsable de un gobierno".

A esto se suma la pérdida de identidad y de significado del partido, que en casos como La U, el Polo y los verdes son muy jóvenes y podrían terminar absorbidos por otros más grandes. Otro problema que advierten los analistas es que la pérdida de la identidad de las organizaciones fortalece los cacicazgos. Como dice Rodríguez, "la fortaleza que pierden los partidos la ganan los individuos".

La Constitución de 1991 quebrantó el bipartidismo, a tal punto que, en 2002, el país alcanzó a tener 76 organizaciones políticas con personería jurídica. Las recientes reformas de 2003 y 2009 han reducido el número a 12, y se espera que sean menos. Todo en aras de fortalecer las organizaciones electorales que, en teoría, son los vehículos para llegar al poder, es decir, donde comienza la democracia. Aunque los partidos hoy son menos, y con más votos, no son más fuertes ni tienen más acogida. Y alianzas tan disímiles como las que se están viendo en esta campaña no contribuyen a mejorarlos.