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Política subterránea

Detrás del debate técnico sobre las losas de Transmilenio hay un pulso político en posicionarse para las próximas elecciones presidenciales.

21 de marzo de 2004

Lo que empezó como un enredado debate de ingeniería lleno de asfalto, concreto y losas ha desembocado en un enfrentamiento político que sacó del invernadero las contradicciones profundas que existen entre los miembros del Polo Democrático Independiente (PDI) y el ex alcalde Enrique Peñalosa. Y en el medio está en juego el futuro de la obra urbana más ejemplar del país: Transmilenio.

Que algo andaba mal en la construcción de las vías del sistema se supo desde hace por lo menos dos años, cuando empezó a verse el deterioro y los reparcheos constantes sobre algunos trayectos. Que era un problema grave también se sabía desde meses atrás. Pero cuando el nuevo alcalde de Bogotá, Luis Eduardo Garzón, basándose en un estudio de la Universidad Nacional, dijo que existía la posibilidad de que se tuviera que rehacer toda la vía del sistema, entonces afloró el escándalo.

La primera pregunta que surgió es ¿quién tuvo la culpa? Interventores, consejeros, proveedores, contratistas y el IDU han hecho una algarabía de versiones sobre lo que ocurrió, cada uno salvando sus responsabilidades con argumentos difíciles de refutar.

Lo único claro hasta ahora es que el relleno fluido, un material de concreto que se usó para nivelar la calzada, se está haciendo literalmente gelatina, por su contacto con el agua subterránea.

Pero así como está temblando el relleno fluido bajo las losas de concreto de Transmilenio, debajo del debate técnico también hay otros movimientos telúricos de la política, y específicamente sobre la pelea por la Presidencia de 2006.

Los concejales del Polo Democrático y algunos funcionarios de la administración de Lucho Garzón consideran que la decisión de usar el relleno fluido y de paso, ganar tiempo, tuvo una inspiración política para que Enrique Peñalosa pudiera lucir como alcalde los logros de su obra.

Peñalosa alega que el cronograma inicial no contemplaba que él entregara terminado el trayecto de la autopista norte, precisamente el que está en cuestión. No obstante, Alfonso Prada, concejal peñalosista, admite que había un afán de avanzar en las obras "no para terminarlas sino para dejarlas en un punto donde el siguiente alcalde no pudiera desmontarlas".

A pesar de que en sus primeros meses de gobierno Peñalosa fue muy impopular, fueron sus decisiones sobre transporte y espacio público las que más contribuyeron a que finalizara su mandato con uno de los prestigios más grandes que haya tenido un alcalde en la capital. Un reconocimiento que lo puso en la baraja de los presidenciables, con altas posibilidades de ganarse la opinión de las otras ciudades colombianas, que veían por primera vez a Bogotá como un modelo.

Pero no todos estaban contentos. Bruno Díaz, hoy jefe de la bancada del Polo Democrático en el Concejo, se había convertido desde ese entonces en uno de los más insignes opositores del sistema. Díaz y los demás miembros del Polo han criticado sin cesar esta y muchas otras acciones de Peñalosa, como los colegios en concesión y su política de espacio público. Según el concejal, "no son las losas las que se están quebrando sino la idea que vendió Peñalosa de que el sector privado es la panacea".

Reacción en cadena

Que este es un debate político y no técnico lo admiten a estas alturas tanto Peñalosa y sus concejales como los miembros del Polo, que ya hablan del "despeñalosadero". Si bien nadie se atreve a cuestionar abiertamente un sistema que sido tan popular en Bogotá, algunos episodios revelan que hay movidas para cambiar aspectos estructurales de Transmilenio, y de paso hacer que Peñalosa pague un costo político por las fallas de una obra que hasta ahora ha sido la joya de la corona de su gestión.

Desde enero fue instaurada una demanda ante el Tribunal Administrativo de Cundinamarca para anular el acto que creó la empresa de transporte. Y hace una semana, el concejal Alejandro Martínez, del Polo Democrático, radicó un proyecto de acuerdo para "democratizar" Transmilenio. Este proyecto ha levantado todo tipo de suspicacias entre la bancada peñalosista, que teme que grupos interesados, como los transportadores, terminen pescando en un río cada vez más revuelto.

Para terminar de caldear el ambiente, Óscar González, contralor distrital, también miembro del Polo, embargó los bienes de María Isabel Patiño y Andrés Camargo, ex directores del IDU, como una medida cautelar dentro de una investigación que ya no está en sus manos sino en las del Contralor General de la Nación, en un acto que ha sido interpretado como un afán de protagonismo del funcionario. Patiño fue directora del IDU durante el gobierno de Antanas Mockus y alega que al conocer sobre las fallas, aplicó los correctivos del caso.

Por último, Antonio Navarro, presidente del Polo y seguro candidato de ese partido a la Presidencia, citó para el próximo 30 de marzo a un debate sobre el tema, al cual fue invitado Peñalosa, que además ya confirmó su participación.

El debate será sin duda un duelo de titanes. De un lado, Antonio Navarro, que ha citado entre otros al alcalde Lucho Garzón. Desde octubre pasado quedó claro que el futuro de la izquierda democrática depende en gran medida de lo bien o mal que lo haga el Polo en Bogotá. Es decir, Navarro depende de Lucho. Si Garzón logra demostrar que Peñalosa se equivocó en su programa estrella, al punto de que toque rehacer toda la vía de Transmilenio, tanto el actual Alcalde como Navarro saldrían ganando. Lucho, porque se quita de encima la sombra de un Peñalosa cuya agenda todavía sigue vigente en la ciudad. Navarro, porque demostrar las fisuras en la idea que Peñalosa le quiere vender al país puede ser muy rentable para el futuro político del Polo, y el suyo propio.

El centro del debate, más que Transmilenio, será entonces el legado de la gestión de Peñalosa. Y en ese contexto, las cosas no son nada fáciles para el ex alcalde. En el Congreso, varios políticos uribistas, como Germán Vargas Lleras, tienen en Peñalosa a uno de sus rivales declarados. Más aún, en un escenario donde el proyecto de reelección de Uribe está, por decir lo menos, enredado. Todo hace prever, entonces, que a Peñalosa, en el Congreso, le sobrarán opositores.

De otro lado, resulta extraño que en todo este debate alimentado desde diferentes frentes por el Polo Democrático, Antanas Mockus guarde tan bajo perfil cuando bajo su administración se ejecutaron la mayoría de las obras de Transmilenio. Mockus no ha entrado en el debate ni siquiera cuando María Isabel Patiño, directora del IDU durante su administración, y una de sus funcionarias de confianza, ha sido puesta en la picota pública con el embargo, en un proceso donde ni siquiera ha podido presentar su versión.

El Partido Visionario, fundado por Mockus, apoyó en las pasadas elecciones a Lucho Garzón, y algunos de sus más importantes líderes como Rafael Orduz y Pedro Rodríguez hacen parte del gobierno del Polo Democrático en la ciudad. Adicionalmente, para nadie es un secreto que, de tiempo atrás, Mockus tiene la Presidencia entre ceja y ceja. Entonces, ¿pasará Mockus este chaparrón en silencio para no perder su capital político?

Si el debate citado por Navarro se transmite por televisión se convertirá, de seguro, en el primer acto de campaña a muchas bandas y en un primer pulso para la Presidencia. Y demuestra, una vez más, que Bogotá es definitiva en la pelea por la Presidencia. Con el riesgo, eso sí, de que los afanes de un proselitismo anticipado terminen haciendo de Transmilenio, la obra que cambió la vida de los bogotanos, un botín del que no queden sino losas rotas.