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Gina Potes, Angie Julieth Guevara, Consuelo Rosaura Cañate, María Cuervo Sánchez, Viviana Constanza Hernández y Gloria Liliana Piamba, fueron mujeres agredidas con ácido. | Foto: Daniel Reina

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El ácido en la cara y la política colombiana

Estos son los dos hechos que copan la agenda informativa. ¿Tienen que ver el uno con el otro? Análisis de Semana.com

Armando Neira
2 de abril de 2014

En pocas semanas Colombia elige presidente y semejante hecho parece interesarle solo a unos cuantos. Por si fuera poco, entre los que piensan ir a votar hay un segmento importante que dice que lo hará en blanco porque no le cree a ninguno de los candidatos. ¿Qué es lo que está pasando? ¿Perdió la ciudadanía toda la confianza en la clase política?

Es probable que la inmensa brecha existente entre ciudadanía y clase política se deba a que esta se desconectó de la realidad. Promete, legisla y gobierna para un país inexistente. “¿Los políticos? ¿Qué les puedo decir de ellos? Que nuestro drama no les interesa para nada”, dice Gina Potes, directora de la Fundación Reconstruyendo Rostros ORG.

Cada hora, cada minuto, Gina recuerda con exactitud el día del inicio de su tragedia. Estaba en su casa haciendo tareas domésticas cuando tocaron a la puerta; sí, en la puerta de su propia casa. Con la inocencia de sus entonces 20 años, salió a atender el llamado. Antes de que pudiera reaccionar, un hombre le arrojó en el rostro ácido que llevaba en un tarro plástico. “¡Eso le pasa por ser tan bonita!”, le gritó y emprendió la huida.

Como a varias de las mujeres luego de un ataque con ácido sulfúrico, Gina despertó tiempo después en un hospital. Hoy cuenta las 24 veces que ha ido al quirófano para reconstruir lo que era su rostro e ironiza –indignada– de los 30 días de incapacidad laboral que, tras el ataque, le dictaminó el Instituto de Medicina Legal.

“Yo todavía me estoy recuperando”, dice. Ya no modela, pero sabe de estética –es técnico profesional–, por eso se maquilla, se peina, trata de mantener la vanidad. “Soy una mujer en todos los sentidos, así no me den trabajo por la cicatriz que tengo”. Nunca ha claudicado. La mueven las ganas de vivir y la indignación de las cifras de esta violencia que no les interesa a los políticos.

Eso queda en evidencia con la Ley 1639 de 2013. Esta norma endurece las penas para los agresores que ataquen a sus víctimas con ácido. Se sancionó el 2 de julio del año pasado y básicamente dictamina que una persona que agreda a sus víctimas con estas sustancias, deberá pagar una condena de cárcel de entre seis y diez años. Si el ataque con ácido es contra el rostro y cuello, la pena mínima quedará de ocho años y la máxima de 15.

Además, la norma incluye programas de reinserción laboral para orientar a las víctimas sobre sus derechos. Entre otras cosas, quedó escrito que los servicios, tratamientos médicos y psicológicos; procedimientos e intervenciones necesarias para restituir la fisonomía y funcionalidad de las zonas afectadas son completamente gratuitos y a cargo del Estado. Además, dejó en letras de molde la obligatoriedad de crear el registro único para controlar la venta al menudeo de estas sustancias que los salvajes arrojan contra las mujeres.

En el país de los políticos todo quedó bien en el papel. Sin embargo, ha pasado un año y la ley no se ha reglamentado “por falta de voluntad política”, dice angustiada Gina desde el país real.

Ese país que está aterrado por lo ocurrido con Natalia Ponce de León, de 33 años, y quien la semana pasada fue atacada con ácido a la entrada del edificio donde reside, en el barrio Santa Bárbara occidental, al norte de Bogotá, también en la puerta de su casa. El agresor llegó hasta allí, tocó, ella se asomó y le tiró la sustancia que afectó parte de su cara, cuello, abdomen y piernas. ¿Qué pasa si lo capturan?

Es posible que corra la misma suerte que el agresor de Érica Vanegas. El drama de esta jovencita empezó el día que sintió que ya no amaba a su novio Dagoberto Rodríguez. “Si no eres para mí, no serás para nadie”, le respondió. Érica estudiaba bachillerato en el colegio José Martí de La Resurrección, un barrio del sur de Bogotá. Rodríguez era su primer novio y aunque sentía que lo quería creyó que a sus 16 años era demasiado joven para mantener una relación seria con un hombre de 24.

Él se fue furioso mientras gritaba: “¡Voy a joderte!”, esto es, asesinarle su belleza, matarla pero dejarla viva. El 16 de ese mes, ella se encontraba con sus amigas, también en la puerta de su casa, cuando un pequeño de 10 años le arrojó un líquido a su rostro de adolescente. Érica, entre los gritos de dolor y confusión, tuvo un instante de lucidez para entrar rápido y poner su cara bajo la llave del agua. El daño, empero, ya estaba hecho.

El atacante fue capturado y confesó que le habían pagado 3.000 pesos. Las investigaciones se dirigieron contra Rodríguez quien aceptó su responsabilidad. La familia de la joven se encontró, entonces, con un frágil sistema judicial en el que semejante acción es considerada como una lesión personal algo así como darle bofetadas. En términos legales, es un hecho excarcelable. Aunque le haya condenado a sufrir todos los días del resto de su existencia, él insistió que de su parte no hubo intento de homicidio.

“La tragedia de Natalia y la de Erika no son únicas. Esto es un mal terrible que nos afecta a todas las mujeres y del que nadie quiere hacerse cargo para darle una solución definitiva”, dice Gina. Según las cuentas de la Fundación son más de 400 mujeres que en Colombia han sido atacadas con ácido. Las cifras de Medicina Legal son más altas. El instituto asegura que desde 2004 ha habido 926 ataques con ácido, de los cuales 565 han sido mujeres.


Es un problema que golpea a toda la sociedad. A Natalia en el norte y a Erika en el sur. A la preciosa María Fernanda Núñez, reina de Norte de Santander, o a la anónima María Cuervo, de 41 años.

María Cuervo fue atacada un 8 de marzo cuando en Colombia se celebraba el Día de la Mujer, también en la puerta de su casa. “Triste, ¿cierto?”, recuerda ella. De su hogar retiraron, por súplica suya, los espejos. No quiso volverse a mirar. Así le pasa a muchas de las que han sido víctimas de esta brutalidad. “¿Cuántas mujeres más tienen que ser agredidas de esta forma para que el tema les interese a quienes escriben y reglamentan las leyes?”, se pregunta Gina.

Entre tanto, el día de las elecciones presidenciales se acerca pero sin que despierte emoción en el electorado. Puede ser porque hablan y proponen temas para un país distinto al que se enfrentan los ciudadanos todos los días al abrir la puerta de su casa.

Esta es Natalia Ponce de León, quien la semana pasada fue atacada con ácido a la entrada del edificio donde reside.