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MEMORIA

"Por las guerras internas, olvidamos las fronteras"

La historia muestra que por andar peleándonos entre nosotros, los colombianos descuidamos el trazado de nuestros límites geográficos. Crónica de SEMANA.

20 de noviembre de 2012

La zona en la que está San Andrés era una de las más complicadas para el imperio español en sus batallas contra los ingleses en la segunda mitad del siglo 18. Los españoles tenían problemas por la alianza entre los 'piratas' británicos y los nativos que eran los indios miskitos o moskitos.
 
El lío era tal, que tras firmar dos tratados, España le exigió a Londres que los miskitos desalojaran la Costa Mosquitia (la costa de los países centroamericanos sobre el Caribe) y las islas. Pero eso –como a veces ocurre también hoy- no se pudo. Y por el contrario la zona llegó a un caos tal que el rey Carlos IV decidió en 1803 quitarle ese pedazo de terreno a la capitanía de Guatemala, aparentemente por incompetencia, y encargárselo al Virreinato de la Nueva Granada con la idea que desde allí se podría impartir más orden.
 
Ese papel del rey es crucial en este litigio. Desde ese entonces, hace 209 años, no solo San Andrés y Providencia y las otras islas pertenecían a la que después sería Colombia, sino también las islas Mangles y la Costa de Mosquitia. Es decir, las costas de lo que hoy son Nicaragua, Costa Rica y Panamá.
 
Ese mapa quedó así prácticamente un siglo. Tanto Colombia como Nicaragua estaban tan ocupados en otros asuntos, que poca atención el prestaron a los cayos. El lío comenzó a prender motores en 1890, cuando Nicaragua invadió las islas Mangles (que eran del archipiélago de San Andrés). Pero Colombia estaba tan enredada en guerras civiles que solo protestó (por medio del entonces ministro Jorge Holguín, bisabuelo de la hoy canciller) y ni siquiera utilizó el permiso que le dio el Congreso para irse a la guerra con Nicaragua.
 
El arranque del siglo 20 fue todo un descalabro para Colombia. Primero, en 1900, perdió la mosquitia costarricense (en un arbitraje sobre límites que resolvió el presidente de Francia), tres años después, en 1903, a Panamá, y luego, en 1913, Nicaragua le 'tumbó' las islas Mangle pues se las arrendó a Estados Unidos que las necesitaba para asuntos del Canal de Panamá. Colombia volvió a protestar y Managua le contestó diciendo que no solo las Mangles eran de ellos, sino todo el archipiélago de San Andrés y Providencia. Y ahí se encendió la mecha del litigio que terminó esta semana.
 
Los dos países se enfrascaron en un forcejeo que tuvo un primer feliz desenlace en 1928 con un tratado 'salomónico' (el famoso Bárcenas-Esguerra): Nicaragua se quedó con la Mosquitia y las islas Mangles, y Colombia con "San Andrés, Providencia y Santa Catalina".
 
Pero en el Tratado quedaron dos temas sin resolver. El de los otros cayos, los siete ya mencionados, porque el texto dijo expresamente: "No se consideran incluidos en este Tratado los cayos de Roncador, Quitasueño y Serrana; el dominio de los cuales está en litigio entre Colombia y Estados Unidos". Y todo se debió a que un gringo reclamó esos cayos para Estados Unidos en 1869 por una curiosa ley de su país que le permitía tomar posesión de islas que tuvieran depósitos de guano (excrementos de aves que se usa como fertilizante). Por esa vía, Estados Unidos se hizo alrededor del mundo a 150 islas. Un siglo después, en 1972, Washington dejó claro que los cayos eran colombianos (con el tratado Vásquez-Saccio).
 
El segundo tema que no se resolvió en el Tratado de 1928, a pesar de lo que hasta ahora se había creído, fue el de los límites. Desde entonces, y durante casi 80 años, Colombia estuvo convencida de que la frontera entre los dos países era el meridiano 82. Todo porque en el canje de notas con el que se aprobó el tratado de 1928 se decía que el archipiélago de San Andrés no iba más allá de ese meridiano. Lo curioso, además, es que la idea de incluirlo fue del propio Congreso de Nicaragua que exigía dejar claro esa línea para evitar conatos expansionistas de Colombia. Sin embargo, la propia Corte Internacional de Justicia en un primer fallo sobre este caso, en 2007, dijo que no era un límite sino una "alocation line" o línea de ubicación.
 
Más allá de los asuntos que quedaron pendientes, el Tratado de 1928 trajo la paz entre los dos países. Hasta 1969 cuando Colombia se entera que Nicaragua había autorizado estudios sísmicos y exploración en el bloque del cayo Quitasueño. De eso se dio cuenta, por accidente, un embajador de Colombia en un país europeo cuando leía una revista especializada en temas de petróleo e informó de inmediato a Bogotá. Colombia protestó ante Nicaragua porque estaba irrespetando la frontera del meridiano 82. Y Managua le respondió diciendo que el meridiano no era ninguna frontera.
 
El rifirrafe tuvo un efecto importante en Colombia. En esa época, el presidente era Carlos Lleras, y el canciller era Alfonso López Michelsen. Para la recién creada oficina de fronteras –porque la anterior se había quemado en 1948- el presidente había llamado a un joven mayor del Ejército, experto en geografía, que había ganado un concurso de televisión que se llamaba "20.000 pesos por su respuesta". Se trataba de Julio Londoño Paredes, hijo del general Julio Londoño y Londoño, que llegó a ser comandante de las Fuerzas Militares, era un reconocido historiador y geógrafo y escribió un tratado sobre 'Geopolítica del Caribe' que aún hoy es consultado.
 
En la cancillería de López se comenzó a diseñar una sofisticada arquitectura de límites marítimos de Colombia con los países del Caribe y la carta fuerte que el país se jugaba ante sus vecinos era que el meridiano 82 era frontera. Y así se firmaron tratados con Panamá (1976), Costa Rica (1977), Haití (1978) y República Dominicana (1979). Julio Londoño, quien hoy es la cabeza del equipo que llevó el caso de Colombia en La Haya, estuvo en todas las negociaciones.
 
La llegada de los sandinistas al poder en Nicaragua (1979) marcó un punto de quiebre. Curiosamente de la mano del hoy presidente Daniel Ortega, la junta sandinista declaró nulo e invalido el Tratado suscrito con Colombia en 1928. El argumento era que en esa época Nicaragua estaba ocupada por marines norteamericanos.
 
El tema quedó, por un tiempo, en statu-quo. Colombia siguió con su ronda de tratados limítrofes y firmó con Honduras (1986), que fue más difícil porque este quería quedarse con los cayos de Serranilla y Bajo Nuevo, y después con Jamaica (1993). Pero el de Honduras fue la gota que rebosó la copa con Nicaragua.
 
Managua propensa al discurso nacionalista sentía que, de alguna manera, Colombia y Honduras le estaban fijando sus fronteras. Mientras Colombia iba afianzando su reinado en el Caribe, Nicaragua veía como lo que era mar se le estaba convirtiendo en un charco. "Tenemos un litoral de 450 kilómetros y estamos metidos en una piscina", se les oía decir.
 
Entonces, no solo protestaron el tratado sino que demandaron. Primero a Honduras, cuando ratificó el tratado en 1999. En Colombia las alarmas sobre una posible demanda de Nicaragua, estaban prendidas desde tiempo atrás. Desde 1965, en 44 reuniones de la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores se tocó el tema.
 
Colombia, ante la inminencia de la demanda, dio un paso que para algunos fue equivocado. El 5 de diciembre de 2001, un día antes de que Nicaragua pusiera su demanda, Colombia retiró la competencia de la Corte Internacional de Justicia. Sin duda fue una movida apresurada, pues pronto Colombia se dieron cuenta que no servía de nada. En primer lugar porque el Pacto de Bogotá (que se firmó el 9 de abril de 1948) para soluciones pacíficas de todas maneras la obligaba a ir a la Corte. Y en segundo lugar, porque así Colombia no compareciera, Nicaragua hubiese podido pedirle al tribunal que fallase a su favor.
 
Colombia decidió hacer una especie de apelación, lo que se llama en la Corte excepciones preliminares. En 2007, se da su primer fallo sobre estas excepciones y en él Colombia ganó un punto muy importante: que el Tratado de 1928 estaba vigente y por ende la soberanía de San Andrés, Providencia y Santa Catalina no estaban en discusión. Pero Nicaragua también ganó: la Corte dijo que ella iba a trazar una nueva línea limítrofe. Y eso fue lo que ocurrió.