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POR LA PUERTA GRANDE

Después de juntar otra vez a Pastrana con 'Tirofijo', Víctor G. cambiará de tercio: de Alto <BR>Comisionado a negociador.

7 de junio de 1999

El primero de mayo, día del trabajo, Víctor G. Ricardo regresó a Bogotá después de
una agotadora jornada en San Vicente del Caguán. Hacia las nueve de la noche llegó a su despacho en
el Palacio de Nariño y se comunicó con el presidente Andrés Pastrana, quien se encontraba en
Cartagena en la Casa de Huéspedes Ilustres. El Comisionado de Paz le dijo al Presidente que
necesitaba hablar urgentemente con él. Pastrana entendió el mensaje y regresó de inmediato a Bogotá.
Los dos estuvieron reunidos en la sala de recibo de la casa privada hasta la una de la mañana. Al otro
día, a las nueve de la mañana, el presidente Pastrana, Víctor G. y el secretario privado de la
Presidencia, Camilo Gómez, abordaron el avión del comisionado con rumbo a la zona del Caguán. Una
hora después aterrizaron en Caquetania, centro de operaciones del Secretariado de las Farc. Allí fueron
recibidos por Manuel Marulanda Vélez, el 'Mono Jojoy', Raúl Reyes, Joaquín Gómez y Fabián Ramírez.
Con ellos estaban Iván, Fernando y Andrés, tres de los asesores del Secretariado para el proceso de
paz. Era la segunda vez que el Presidente y 'Tirofijo' se encontraban frente a frente. Después del saludo
de rigor se instalaron en una mesa de trabajo y Víctor G. Ricardo tomó la palabra para romper el hielo y
hacer un balance de los sucesos ocurridos en el último mes. Concluida su intervención el turno fue para
Raúl Reyes, quien hizo un inventario del proceso desde la óptica de las Farc. Terminadas esas
exposiciones comenzó una discusión sobre la conveniencia de seguir o no con el proceso y qué tanta
vocación de paz había de parte y parte. Tras cinco horas de discusión, y después de decidir que las
condiciones estaban dadas para iniciar el período de negociación, las partes eligieron a Víctor G.
Ricardo y a Raúl Reyes para que redactaran un comunicado explicando las conclusiones de la reunión.
Entre tanto Pastrana y 'Tirofijo' se fueron a caminar por las cercanías y tuvieron una conversación
privada que duró cerca de media hora. Habían pasado las cinco de la tarde, el cielo del Caguán
amenazaba lluvia y Reyes y Víctor G. apenas habían redactado un borrador del comunicado. Ante la
posibilidad de que se desatara un aguacero que impidiera la salida del Presidente de la República, y la
interpretación que se le podría dar al incidente, las partes convinieron que lo mejor era que Pastrana
abordara el avión de regreso a Bogotá. Para que quedara constancia de la reunión decidieron que
'Tirofijo' y el primer mandatario firmaran el borrador del comunicado (ver recuadro) y que Reyes, Víctor
G. y Camilo Gómez lo sacaran después en limpio para darlo a conocer al país. Tres minutos después
del decolaje del avión que llevaba al Presidente se desató un verdadero diluvio sobre Caquetania.
Larga marcha nocturna Hacia las siete de la noche, cuando paró de llover y el comunicado estaba listo,
Víctor G. le pidió a Iván, uno de los asesores de las Farc _conocido por el país el 7 de enero, día en
que 'Tirofijo' dejó plantado a Pastrana durante la instalación de las mesas de diálogo_, que le prestara
su campero para regresar a San Vicente. En el trayecto, de más de siete horas, Ricardo no sólo se
sintió plenamente satisfecho por el resultado de la reunión entre el Presidente y 'Tirofijo' _en la que se
decidió dar comienzo a una negociación formal entre el gobierno y las Farc_, sino que llegó a la
conclusión de que su papel como Alto Comisionado de Paz había llegado a su fin. En la mitad del
camino Víctor G. llamó al Presidente y le leyó la versión final
del comunicado. Pastrana lo aprobó y le preguntó si lo debía retener hasta su regreso a Bogotá. El
Comisionado le respondió que no sería necesario retenerlo, que habría que hacerlo conocer de la
opinión pública. Esa noche el país se enteró con sorpresa del nuevo encuentro entre el primer
mandatario y el máximo jefe de las Farc por boca del ministro de Relaciones Exteriores, Guillermo
Fernández de Soto. Y mientras el Canciller leía el comunicado Víctor G. seguía su larga marcha hacia
San Vicente del Caguán. A buen final no haymal principio En contra de todos los pronósticos, Víctor G.
se salió con la suya. Cuando el proceso de paz atravesaba su momento más crítico y el país estaba
convencido de que había llegado el final de las conversaciones de paz, el Alto Comisionado sacó de su
manga una carta ganadora. Y no era la primera vez. Al final del año pasado, en circunstancias similares
y en medio de un fuerte enfrentamiento con las Fuerzas Militares a raíz de la salida de los soldados del
Batallón Cazadores, logró que las Farc aceptaran sentarse a dialogar con el gobierno y montó el show
del 7 de enero. Pero a esa fiesta faltó uno de los invitados de honor. Esta vez, con menos bombo, no
sólo reunió a los protagonistas sino que le dio un vuelco total a las expectativas de los colombianos
sobre el proceso de paz.

No siempre, sin embargo, su labor ha tenido la misma recompensa. En los nueve meses que lleva
como Alto Comisionado es más el palo que ha recibido _merecido muchas veces por su improvisación
y su falta de tacto_ que el reconocimiento por su trabajo. Pero en lugar de salirle al paso a las críticas
ha seguido la recomendación bíblica de poner la otra mejilla. Por eso hay quienes lo consideran el
funcionario perfecto. Cuando las cosas no van bien es el blanco de todas las críticas. Pero cuando
funcionan los aplausos son para el Presidente. Es como un 'pararrayos' que le ha permitido al jefe del
Estado soportar el chaparrón en los peores momentos y saborear las mieles del éxito cuando el
proceso se desempantana. Le ha tocado soportar embates de varios frentes. El de los medios de
comunicación, que lo acusan de no suministrar información sobre los avances del proceso. El de las
Fuerzas Militares, que lo acusan de haber sido el responsable de que el gobierno haya cedido a las
pretensiones de las Farc. El de la oposición, que lo señala como el directo responsable de que el
gobierno no tenga una política coherente de paz. Y el de algunos miembros del gobierno, que lo
responsabilizan de no haber sido claro en los mensajes enviados entre las partes. Pero nunca ha
revirado porque, según él, el éxito de su gestión está en mantener un perfil bajo. Pesos pesados _a la
mesa Además, y contra lo que mucha gente pensaba, Víctor G. logró, a punta de trabajo y
perseverancia, ganarse la confianza de las Farc. Y no fue fácil. Al principio del proceso el único
interlocutor valedero para las Farc era el ex ministro Alvaro Leyva y Víctor G. era tan sólo su
representante. Con el tiempo, sin embargo, logró romper el cordón umbilical y alzar vuelo propio. Tanto
que hoy en día su papel como Comisionado de Paz ya no es tan importante para el gobierno como sus
relaciones con el Secretariado de las Farc, lo que lo convierte en un negociador ideal. Por eso es uno
de los nombres fijos para la conformación de la comisión de cinco personas que tendrá el gobierno en
la mesa de negociaciones con el grupo subversivo. En esa tarea lo acompañarán, según pudo
establecer esta revista, dos de las personas que actuaron como voceras del gobierno en la primera
etapa: el empresario Nicanor Restrepo Santamaría, máximo dirigente de Sindicato Antioqueño, y el
actual presidente del Senado, Fabio Valencia Cossio. El cuarto nombre, de acuerdo con el discurso
pronunciado la semana pasada por el Presidente en la Escuela Superior de Guerra, corresponderá a un
militar retirado. Y hay un nombre casi fijo: el del general Juan Salcedo Lora, amigo personal del
Presidente y uno de los oficiales más respetados por el estamento militar. Para el último cupo el
gobierno está pensando en nombrar a una mujer, de filiación liberal y que haga parte del gobierno. Las
Farc, por su parte, también tienen preparada su artillería para la negociación. A los nombres de Raúl
Reyes y Joaquín Gómez _que han Sobresalido en la primera etapa del proceso por su gran habilidad
política_ se sumarían el de Alfonso Cano, reconocido en todos los medios como uno de los máximos
ideólogos de las Farc, y el de Iván Márquez, uno de los negociadores del grupo insurgente en Caracas
y en Tlaxcala durante el gobierno de César Gaviria. La presencia de estos pesos pesados no asegura,
sin embargo, que todo llegue a buen puerto. En la práctica el acercamiento entre las Farc y el gobierno
se encuentra en el mismo punto en el que estuvo en anteriores gobiernos. Y nada garantiza que un
hecho como el que interrumpió los anteriores procesos pueda de nuevo dar al traste con las ilusiones
de una paz negociada y duradera para Colombia. Hay que admitir, no obstante, que la audacia que ha
demostrado el presidente Pastrana no tiene antecedentes. Y cualquier cosa puede pasar en el futuro.
Por el momento, en este tema, la mayor preocupación del gobierno es con quién puede reemplazar a
Víctor G. Ricardo. A él todavía le queda cerca de un mes de trabajo. Y no son
pocos los asuntos que tiene por resolver. Pero, más allá de su gestión, su reemplazo enfrentará
problemas tan espinosos como el de la incorporación del ELN al proceso de paz y tendrá seguramente
que aprender a tener vocación de pararrayos para contar con tantas vidas como su antecesor en el
cargo.
Las Farc también van a tener pesos pesados en la negociación El reto del presidente Pastrana es
conseguir un comisionado tan fiel como Víctor G. ¿Constituyente ya?
Después de cinco interrumpidos meses de conversaciones el gobierno y las Farc llegaron a una agenda
de negociación, denominada por las partes 'Agenda común por el cambio hacia una nueva Colombia'.
De 47 puntos, la agenda recoge la mayor parte de los temas propuestos por las Farc desde hace más
de seis años en su 'Plataforma para un gobierno de reconstrucción y reconciliación nacional' y de los
planteados por el gobierno en la agenda de 101 puntos presentada en la mesa de diálogo a finales de
abril. Con respecto a la propuesta original de las Farc, la mayor novedad es la inclusión de un capítulo
sobre el Derecho Internacional Humanitario _DIH_, balanceado por otro sobre la protección de los
derechos humanos como responsabilidad del Estado. Y la exclusión _por lo menos en principio_ de
algunas propuestas puntuales, como la conversión de la Policía en un cuerpo cívico dependiente del
Ministerio del Interior, la independencia total de la Procuraduría, la elección popular de los dignatarios
de los organismos de control, la reconsideración de los contratos petroleros _con énfasis especial en el
contrato de Cusiana_ y la renegociación de la deuda externa. La agenda sigue siendo tan amplia, sin
embargo, que no sería nada raro que a las primeras de cambio esos temas volvieran a surgir como
condición para seguir adelante en el proceso de paz. Temas tan globales como la 'revisión del modelo
de desarrollo económico', la reforma del 'sistema judicial', la 'reforma administrativa del Estado', la
'reforma electoral', la 'defensa de la soberanía' o 'la deuda externa' pueden dar lugar, en la práctica, a
cualquier tipo de propuesta. Y eso facilita, sin duda, el comienzo de la negociación. Pero puede dilatar
indefinidamente la búsqueda de acuerdos. Sin embargo ya hay quienes opinan que podría estar
abriéndose paso la convocatoria de una Constituyente en un plazo no mayor al del término del actual
gobierno. Caso en el cual, tanto la 'Agenda común para un cambio hacia una nueva Colombia' como lo
que resulte de las audiencias públicas que serán convocadas para discutir el contenido de la misma, no
serían más que el proceso de preparación de un temario básico para la Constituyente. Todo el mundo
ha dicho que el proceso de negociación puede ser largo y tortuoso. Pero el presidente Pastrana se la
está jugando de tal manera con el tema de la paz que a estas alturas es muy dable pensar que su
objetivo sea dejar la obra terminada.