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Por un puñado de dolares

‘Julián Cabir’, el comandante de las Farc que reinaba con mano de hierro en San Vicente del Caguán, desapareció con tres millones de dólares.

16 de octubre de 2000

Al salir de la zona de distensión ‘Ju-lián Cabir’ dejó un reguero de cadáveres, una decena de aterrados sobrevivientes que él mismo torturó, una profunda frustración entre el Secretariado de las Farc y a un grupo de hermosas adolescentes a las que les partió el corazón con promesas de amor. Ermides Buitrago, mejor conocido con el alias de ‘Julián Cabir’, comandante de la columna móvil Teófilo Forero, compuesta por los más eficaces guerreros de la organización, salió del área desmilitarizada el pasado jueves 7 de septiembre en un carro por la vía que de San Vicente (Caquetá) conduce a Neiva (Huila). Se marchó con una bella muchacha de 17 años llamada Bibiana Bonilla, estudiante del colegio Dante Alighieri, y tres millones de dólares (7.600 millones de pesos) producto de los secuestros y extorsiones de las Farc en el municipio epicentro del despeje.

“Yo simplemente obedecí órdenes”, les respondió el conductor de las Farc a sus jefes cuando, sorprendidos, le preguntaron por qué había llevado al ‘comandante Julián’. “No me explicó nada. Me dijo: ‘Nos vamos’. Qué iba a saber yo que iba a desertar”.

El hecho le causó una profunda desazón a Manuel Marulanda Vélez, ‘Tirofijo’, y a Jorge Briceño, ‘Mono Jojoy’, pues ambos habían depositado una gran confianza en ‘Julián’. “El camarada Manuel está muy mal, está vuelto nada. Nunca esperó eso de ‘Julián”, le dijo un militante de las Farc a SEMANA. “Para ‘El Mono’ es tenaz porque él siempre fue su defensor”.

¿Acaso de qué tenía que defenderlo? ¿No era su compañero de lucha? Aunque los objetivos sí eran los mismos nadie como ‘Julián’ provocó tantas opiniones encontradas dentro del movimiento. “Era un hombre de gatillo fácil”, resume Hipólito Gutiérrez, un comerciante de San Vicente del Caguán, quien fue víctima de sus extorsiones. Por eso su presencia causaba temor. Menos entre un amplio grupos de jovencitas, quienes eran felices con los coqueteos del “amo y señor del Caguán”, como lo define Gutiérrez.



El terror de San Vicente

‘Julián’ hizo su presentación ante la comunidad del Caguán hace cinco años cuando la zona era el corazón de violentos combates entre el Ejército Nacional y los guerrilleros de las Farc. “Era un duro para la pelea”, recuerda una guerrillera de las Farc que combatió a su lado. Sus virtudes militares lo llevaron al mando de la columna Teófilo Forero, que por número de secuestros semanalmente producia un chorro de recursos económicos para las Farc.

Hace cinco años, cuando ‘Julián’ apareció en esta población, se llevó a un ganadero en una operación relámpago, por la cual obtuvo 500 millones de pesos. Su leyenda subió como espuma. La historia corrió de boca en boca. Hablaba de un hombre de rostro imberbe, rasgos definidos, pelo negro, de cuerpo macizo y casi 1,60 metros de estatura, de tez morena y de voz fuerte y decidida.

No vacilaba en desafiar a la gente bajo la diáfana luz de San Vicente y tampoco en entregarse con ternura a las muchachas del pueblo bajo la sombra de los helechos. “Tenía más víctimas que cuentas un rosario”, dijo un ganadero. Precisamente al sector ganadero le apuntó con prioridad. Un día secuestró a Arnulfo Amaya, propietario de la finca Villa Nora, sitio que se hizo famoso porque hasta allí, a cinco kilómetros del casco urbano, llegó Marulanda el día que dejó plantado al presidente Andrés Pastrana.

‘Julián’ torturó personalmente a Amaya. “Se le fue la mano y lo mató”, recuerda un miembro de las Farc. Con absoluta frialdad bajó al pueblo y se llevó a su viuda, doña Cecilia Amaya. “La amarró a un palo durante 22 días, luego la liberó para que ella fuera al banco e hiciera un préstamo para pagar su propia libertad. Fueron 1.000 millones que aún ella no termina de pagar. La señora, de apenas 45 años, sufrió un preinfarto por los sufrimientos recibidos. Ahora está en tratamiento médico”, confirmó una de sus mejores amigas. La reacción de la comunidad hacia ‘Julián’ fue tan fuerte que las Farc tuvieron que sacarlo por un tiempo de la zona. “Duró un año por fuera”, recuerda el alcalde Omar García Castillo. “Lo único que sabíamos de él era que lo habían enviado al Putumayo o a Arauca, que lo habían degradado”. Reapareció el 19 de marzo de 1997.

Ese día vino por Luis Hernando ‘El Pato’ Ferro, 58 años, el principal ganadero de San Vicente. Lo mantuvo secuestrado durante 20 meses. Sin embargo la presión de la población, ya que se trataba del principal empleador de San Vicente, obligó a las Farc a liberarlo. Joaquín Gómez, y Fabián Ramírez, jefes del Bloque Sur, lo devolvieron personalmente en diciembre de 1998, en los inicios del despeje. Aunque eso sí, ‘Julián’ se quedó con 1.000 millones de pesos.



La pesadilla

Con la salida de los militares ‘Julián’ volvió. En esta ocasión llegó conduciendo un Land Cruiser Toyota que pintó con colores de camuflado. Su reino de la intimidación volvió en todo su esplendor. Con excepción de un grupo de muchachas del pueblo, pocas personas se atrevían a mirarlo a los ojos. “Claro que le teníamos miedo. Si en una ocasión él iba a volar un camión de policías al paso de un puente. Alguien le avisó a la Policía. El atentado se evitó y ‘Julián’ pensó que había sido el vecino Gonzalo Quiñones, a quien sin fórmula de juicio fusiló delante de todo el mundo”, recuerda un vecino. También mató al presidente del Concejo de San Vicente, Eduardo Rincón; al auxiliar de la bomba de gasolina Leonardo Cuéllar porque no lo atendió con prontitud, al ganadero Miller Perdomo, acusado de paramilitarismo, a quien bañó en ácido. A la única persona que le perdonó la vida fue a un comerciante a quien ya le iba a disparar pero se echó para atrás porque se lo pidió el sacerdote italiano Rino Delaidotte, párroco de San Juan de Losada. “Es tal vez la única persona de por aquí a quien ‘Julián’ le guardaba veneración”.

Existen pocas imágenes y fotografías de él. No gustaba de las cámaras. Al punto de que el día del lanzamiento del Movimiento Bolivariano, en que apareció toda la cúpula de las Farc, él es una de las pocas ausencias.



La volada

“Ese jueves vino aquí temprano”, dice una amiga de Bibiana, en la casa de la familia Bonilla, a 100 metros de la sede oficial del comité temático. La muchacha se subió con él a un carro y se marcharon. Luego lo recogió un miembro de las Farc en Balsillas y lo llevó hasta Motilón, en la vía que de San Vicente conduce a Neiva. Se bajó allí con varios bultos y le dijo al conductor que se devolviera. “No pregunté nada porque pensé que tenía una misión secreta”.

La noticia se regó como pólvora. ‘Julián’ abandonó el movimiento con tres millones de dólares. La cúpula de las Farc ordenó silenciar el tema e iniciar su búsqueda. Para quienes lo conocen, ‘Julián’ se fue para el exterior. En Colombia sus alternativas para sobrevivir son escasas. Lo buscan las autoridades, es enemigo número uno de los paramilitares y para sus antiguos compañeros de lucha es un traidor. “El problema para él es que tiene muchos, demasiado enemigos. Y todos están armados y con ganas de cascarle”, señaló un comerciante del pueblo.

De su rastro nadie sabe. Con la voz baja, la semana pasada en San Vicente del Caguán todos hablaban de la vida de ‘Julián’, quien decidió traicionar por un puñado de dólares los ideales de la organización guerrillera. Pudo más su ambición por el dinero que el fusil y el monte. De ese guerrero que sembró el terror por los pueblos del Cagúan sólo queda la leyenda. Ahora es un traidor a la causa y un fugitivo de quien las Farc ni siquiera quieren hablar.