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¿Por qué no se deciden?

La elección del presidente de la Corte Suprema se volvió un pulso interminable entre duros y blandos frente al gobierno.

25 de abril de 2009

Alo largo de la historia, el nombramiento del presidente de la Corte Suprema de Justicia de Colombia se había dado sin mayores sobresaltos. En buena medida porque se trata de un cargo más de honor que de impacto. "Uno lo quiere tener en la hoja de vida para que los hijos digan 'mi papá fue presidente de la Corte'", dice uno de los aspirantes a esa dignidad.

Pero este año la elección se ha convertido en un lío de marca mayor que ya lleva casi 50 votaciones. Desde los primeros días de enero, la Corte en pleno, en solemne cónclave, ha dedicado 10 jornadas a votar, pero ninguno de los candidatos ha logrado los 16 votos necesarios -de 23 en juego- para ser elegido presidente. El espectáculo de votaciones y votaciones sin que aparezca el humo blanco empieza a hacer mella en la ciudadanía, que no entiende cómo una institución de tanta envergadura no puede llegar a un acuerdo en un asunto tan sencillo como elegir su vocero.

Una razón para que se haya complicado este proceso es que a diferencia de lo que ocurría antes, la figura del presidente de la Corte ha ganado protagonismo en el país. Antes, su tarea se limitaba a dictar conferencias, hablar con la prensa y atender todo tipo de invitaciones en nombre de los demás miembros de la Corte. Pero ahora, debido a que la Casa de Nariño concentra cada día más poder del Estado y a que la Corte Suprema se ha convertido en uno de los pocos bastiones al que no llega la influencia del gobierno, el presidente del alto tribunal se ha convertido en la cara de lo que para algunos sectores es símbolo de la independencia de poderes de la democracia.

¿Por qué no se ponen de acuerdo los magistrados? ¿Qué es lo que de verdad está en juego? Hay dos tesis. Una, de forma, es la vanidad. Y así se lo dijeron a SEMANA, a manera de queja, varios magistrados de los dos bandos en contienda. El cargo se volvió tan popular, que el número de candidatos interesados en llegar a él es mayor (siete de los nueve magistrados de la Sala Penal aspiran) y con tantos candidatos en juego, algunos con votos cautivos, es más difícil que alguno logre la mayoría. "Mientras alguno no dé un paso al lado, no se va poder llegar a un acuerdo", coinciden en admitir cada uno de los bandos.

La otra razón, la más tentadora, es que se han dividido entre radicales y moderados frente al presidente Álvaro Uribe y que por eso no han podido llegar al consenso. Según esta tesis, el magistrado Alfredo Gómez Quintero representa al sector que tendría posiciones más fuertes frente a la Casa de Nariño, con el apoyo del ex presidente de la Corte César Julio Valencia, quien tiene un pleito abierto con el presidente Uribe. Y del otro lado está Julio Socha Salamanca, que tendería a ser más conciliador con el gobierno, y es apoyado por el también ex presidente Francisco Ricaurte. Cada uno tiene una base de votantes inamovible -Gómez Quintero y Augusto Ibáñez, del grupo de radicales, han llegado en su mejor momento a 14 votos, y Socha, a 11-, y cada uno tiene un grupo de opositores que se niega a dar el brazo a torcer.

Hay, de fondo, una discrepancia de criterios sobre cuál debe ser el tono de la Corte: unos temen que la Corte, en momentos tan delicados como este, se lance a dar peleas sin cuartel, mientras para otros, por el contrario, el temor es que la Corte llegue a asumir un papel timorato en el momento en que la democracia más los urge a defender la independencia de la justicia. Ambos bandos pueden estar exagerando. Ni los unos van a desatar una guerra ni los otros van a entregar la Corte al Ejecutivo.

Así pues, el nombramiento del presidente de la Corte, que para algunos puede parecer un procedimiento protocolario, puede llegar a tener un impacto. En particular, puede inclinar a un lado o a otro la balanza del equilibrio de poderes, si se tiene en cuenta que el enfrentamiento de la Corte con el presidente Álvaro Uribe está en el congelador, pero no se ha desactivado. Las pruebas que está encontrando la Fiscalía sobre las 'chuzadas' del DAS a los magistrados (ver artículo de portada) se pueden manejar de maneras muy distintas según el talante de quien sea elegido presidente de la Corte.