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POR QUE NO HABLA ESTE HOMBRE

Andrés Pastrana sigue punteando las encuestas por cuenta de no abrir la boca ¿Qué explicación tiene esta estrategia y cuánto más puede aguantar?

18 de octubre de 1993

ES ALGO NUNCA VISTO EN EL PASADO. Andrés Pastrana Arango, quien según algunas encuestas aventaja y según otras empata con Ernesto Samper en la carrera hacia la Presidencia de la República, y por ello mismo se ha convertido en el candidato conservador más opcionado para ganar unas elecciones presidenciales desde los tiempos de Belisario Betancur hace más de una década, es un absoluto desconocido para los colombianos en lo que se refiere a sus ideas, propuestas y programas.
A ocho meses de la contienda electoral, Pastrana mantiene su silencio y aplaza permanentemente el lanzamiento de su candidatura. Mientras tanto, su principal contendor cumple ya cuatro meses de campaña, con giras por varias ciudades del país, ruedas de prensa periódicas, discursos en recinto cerrado, presupuesto generoso y un staff tan completo como no se había visto nunca en la historia del país a tantos meses de las elecciones.
Y aunque Samper, quien en febrero se encontraba a casi 20 puntos de distancia de Pastrana, ha repuntado, la verdad es que los datos más recientes demuestran que su contraataque no ha sido suficiente y que, incluso, la tendencia que lo llevó a empatar en julio al ex alcalde de Bogotá apenas se mantiene o, más aún, ha comenzado a invertirse (ver cuadros).
Es cierto que falta todavía mucho trecho y que Samper sólo podrá ser calibrado en su total dimensión una vez gane la consulta y se coloque la camiseta de candidato único. Pero también lo es que el fenómeno de Pastrana, por la muy alta intención de voto y ninguna propuesta concreta, merece ser analizado.
LA ESTRATEGIA DEL SILENCIO.
Si algo se le critica a Andrés Pastrana, es su silencio. Pero si algo tiene claro el aspirante conservador es que va a permanecer así varios meses más. ¿Cómo se explica tal actitud en un país donde la tradición política ha estado ligada a los discursos y las declaraciones?
Lo primero que hay que decir es que, a pesar de su silencio -o gracias a él, como creen algunos- Pastrana va ganando o, cuando menos, empatando la carrera presidencial y conforme a la vieja y muy sencilla regla de la estrategia política, si a un candidato le funciona lo que está haciendo, debe seguir haciéndolo.
Pero aparte de que a Pastrana le esté funcionando hasta ahora su estrategia, ha tenido la suerte de que a su contendor Ernesto Samper no le esté yendo del todo bien con la estrategia contraria, la de arrancar primero y con una gran ofensiva, en desarrollo del adagio según el cual "al que madruga, Dios le ayuda". Lo cierto es que el hecho de haber iniciado su campaña hace cuatro meses, un año antes de las elecciones presidenciales, ha obligado a Samper a opinar sobre todo, a comprometerse en temas que como la seguridad social tienen dividida a la opinión, y a sufrir el lógico desgaste de estar bailando solo en el escenario, sometido al escrutinio permanente de los medios y de la gente.
Como si fuera poco, Samper está soportando los problemas que suelen presentársele a una candidatura que ha aglutinado alrededor de tres cuartas partes de la bancada parlamentaria liberal. "El bus samperista lleva sobrecupo -le dijo a SEMANA un asesor del precandidato liberal-, y eso lo hace difícil de manejar". Pruebas de ello aparecieron la semana pasada, cuando uno de los dos hombres fuertes de la campaña de Samper, el ex ministro Horacio Serpa Uribe, convocó a una rueda de prensa para anunciar que no se lanzaría al Senado, y durante ella desmintió las versiones de que se retiraría del staff samperista por diferencias con el otro hombre fuerte, el ex senador Fernando botero Zea, pero reconoció que esas diferencias existen.
Además, Samper enfrenta un dilema complejo: qué hacer frente al Gobierno. Como Ministro de Desarrollo dio varias peleas con el equipo económico, pero, a pesar de ello, es difícil para él presentarse ante la opinión como un opositor a Gaviria y una alternativa de recambio frente a las políticas de la actual administración, no sólo porque ambos son liberales sino porque muchos sectores los identifican generacionalmente. En todo caso, Samper ha tratado de tomar distancias y en ellas no siempre le ha ido bien. Primero fue la propuesta de congelar el debate sobre la seguridad social, que debió luego reversar y sustituir por la realización de un foro que poco o nada aportó a un debate ya saturado de discusiones. Y la semana pasada le dio unas declaraciones a la revista Credencial que molestaron profundamente a Gaviria proque contienen expresiones fuertes sobre el tema de la apertura.
Desde cuando arrancó la campaña, los asesores de Samper le recomendaron que marcara esas distancias. Pero mientras Samper se ve obligado a poner lo mejor de sus condiciones de conciliador y administrador de problemas en todos estos asuntos. Pastrana sigue en silencio, esperando que pasen las semanas, con la idea de realizar, entre febrero y mayo del próximo año, una campaña relámpago basada no en tesis y programas sino en temas, como lo hizo cuando se lanzó a la primera elección popular de alcaldes de 1988.
SUERTE Y ACIERTOS
Pero, independientemente de los problemas de Samper, eso no basta para explicar porqué a Pastrana le está yendo tan bien. Su trayectoria ha sido corta. Mientras hace una década Samper ya había coordinado la campaña presidencial de Alfonso López y estaba en actividad política en Bogotá, Pastrana asumía la dirección del noticiero TV Hoy y pintaba más para el periodismo. Sin embargo, la brevedad de su carrera se compensa con una suerte descomunal que lleva a algunos, como el aspirante presidencial conservador Rodrigo Marín, a decir que Andrés Pastrana "tiene más estrella que talento ".
Con todo, el fenómeno del joven aspirante conservador también debe explicarse por una serie de decisiones acertadas. La primera fue convertirse en presentador de noticias de TV Hoy en 1987, gracias a lo cual en muy pocas semanas alcanzó la popularidad que da un medio como la televisión cuando una figura aparece todas las noches. La segunda, lanzarse, pocos meses después de asumir la presentación del noticiero, a la Alcaldía de Bogotá. En ella, más que acierto hubo suerte: no sólo se dividió el Partido Liberal con dos candidaturas -Carlos Ossa y Juan Martín Caicedo-, si no que en plena campaña Pastrana sobrevivió a un secuestro del cartel de Medellín, durante el cual, por más que vivió los momentos más dramáticos de su vida, se convirtió en una figura reconocida y querida a nivel nacional.
Durante su paso por la alcaldía la mezcla de acierto y buena estrella volvió a operar. Tomó, en el campo de la recolección de basuras, la primera decisión privatizadora cuando se hablaba poco de esa posibilidad, y, en términos generales, el experimento le resultó. Además tuvo la suerte de que coincidiera con su administración la etapa de las grandes inauguraciones del plan de desarrollo del Acueducto, programado desde tiempos de Hernando Durán Dussán y gracias al cual la imagen de Pastrana, abriendo registros de agua en decenas de barrios del sur de la capital, se repitió en los periódicos y la televisión, en un país donde la falta de acueductos es un drama.
Una tercera decisión acertada fue la de no lanzarse a la Asamblea Constituyente en 1990, pues ese escenario iba a ser el de la última gran batalla de su padre, el ex presidente Misael Pastrana. La suerte consistió, en esa oportunidad, en que al ex mandatario le fue mal en la Asamblea, pues lo aplastó la locomotora de liberales, alvaristas y M-l9 que hicieron los pactos definitivos de la Constituyente, hecho que anunció la hora del relevo generacional en la casa Pastrana.
Del fracaso de su padre -quien se retiró de la Asamblea semanas antes de que concluyera- y de la revocatoria del mandato del Congreso, a la cual Pastrana padre se opuso, surgió una oportunidad excepcional para Andrés. Fue entonces cuando tomó una nueva determinación riesgosa: en medio del despelote en el que estaba sumido el conservatismo, el ex alcalde creó un nuevo partido político: la Nueva Fuerza Democrática (NFD).
"El hubiera podido lanzar una lista conservadora al Senado y sacar la mayor votación nacional de ese partido; pero aún así habría sido un godo más. En cambio, fundó partido propio y sacó ocho senadores, con lo cual ingresó a las grandes ligas y se volvió uno de los jefes políticos con quienes el Gobierno tenía que negociar", le dijo a SEMANA un cercano consejero de Pastrana.
De su resultado en las elecciones parlamentarias de 1991 surgió su siguiente decisión, una de las más aventuradas que ha tomado. Durante la crisis ministerial de junio, firmó un acuerdo político con Gaviria en momentos en que la popularidad del Presidente iba en picada por cuenta del apagón, y respaldó una reforma tributaria impopular que aumentaba los impuestos, todo ello a cambio de dos cupos en el gabinete. Y, una vez más, apareció la suerte: con el tiempo pasó el apagón y quedaron atrás otras catástrofes del gobierno de Gaviria, como la fuga de Escobar. Hoy en día, Andrés Pastrana se encuentra cómodamente sentado en el bus de un gobierno que está repuntando en los sondeos. Como le dijo a SEMANA el senador conservador Fabio Valencia Cossio, "la suerte de Andrés va ligada a la de Gaviria. Con Gaviria el país se metió en la onda de los gobernantes jóvenes, y si a los jóvenes les va bien, a Pastrana le irá bien". En otras palabras, Samper, a pesar de ser liberal, decidió hacer las apuestas en contra del Gobierno, anticipando una caída en la popularidad de éste. Pastrana, siendo conservador, decidió apostarle a Gaviria anticipando un repunte.
Y es que la estrella del aspirante conservador parece inagotable. Inclusive cuando se decide a hablar y le llueven críticas por "meter la pata", como sucedió con la propuesta de congelar las negociaciones del diferendo con Venezuela, se le aparece la Virgen: a los pocos días, el presidente venezolano Ramón J. Velásquez y las comisiones binacionales llegaron a la misma decisión, y el ex alcalde pudo decir que había tenido razón.
Pero detrás de su suerte y de haber tomado decisiones de alto riesgo que al final le han dado resultados favorables, Andrés Pastrana cuenta con uno de esos intangibles de la política sin el cual parece casi imposible cautivar a la opinión: el carisma. Y no el carisma típico del buen orador. Es distinto. Pastrana podría definirse como un populista moderno de derecha, algo que parece estar de moda.
Un segundo elemento que, a juzgar por los estudios de su perfil ante la opinión, pesa bastante, es que Pastrana es percibido como un hombre independiente y sin compromisos, lo cual no deja de ser extraño si se tiene en cuenta que es hijo de un ex presidente, particularmente beligerante y activo de la política durante ya casi dos décadas, y que esa condición de delfinato debería molestar a la opinión. La explicación de que esto no se dé en el caso de Andrés Pastrana parece ser que, como dice el candidato conservador Rodrigo Marín al definir las ventajas del ex alcalde, "tiene el apellido Pastrana, que ya está vendido, que ya es reconocido por la gente, pero no se llama Misael ".

LOS ESCOLLOS
Y es que en la figura aún vigente de su padre está uno de los grandes escollos que debe superar el joven candidato conservador en su carrera hacia la Casa de Nariño. Muchos liberales que se sienten atraídos por la figura de Andrés Pastrana, se resisten a entregarle su voto porque detrás de él ven al ex presidente.
Consciente de ello, el delfín de la casa Pastrana ha tratado de tomar distancia de su padre. Y aunque le cuesta trabajo, ha logrado algunos avances. El principal ha sido su alianza con Gaviria, a quien si alguien en Colombia le da garrote es Misael Pastrana, tanto directamente como por medio de su periódico, el diario La Prensa que dirige su hijo Juan Carlos. En realidad, no es esta la primera vez que Pastrana Jr. hace buenas migas con un presidente liberal en contra de lo que hace su padre. Cuando Misael Pastrana encabezó la oposición contra el gobierno del "¡dale, rojo, dale!" de Virgilio Barco, Andrés, entonces alcalde de Bogotá, tendió puentes con el Presidente, convencido como estaba de que sin la ayuda del gobierno central y, en particular del Ministerio de Hacienda, su gestión al frente del Distrito -endeudado hasta el cuello- fracasaría.
A la hora de alejarse de la sombra de su padre, Andrés Pastrana ha contado con la ventaja de que, como lo dos muestran a diario las ediciones de la Prensa y en contravía de lo que siempre se ha creído, el hijo predilecto del ex presidente no es tanto el político Andrés como el periodista Juan Carlos. De hecho, Misael y Juan Carlos se identifican ideológicamente no sólo en su oposición violenta al gobierno de Gaviria, sino en sus críticas a la apertura, a las privatizaciones, al despido masivo de funcionarios públicos y a la política de mano dura en el orden público. La realidad es que el ex mandatario -quien gobernó bajo la bandera del pacto social y le cambió el nombre a su partido para introducirle el adjetivo de "social"- tiene ideas de corte estatista, parecidas a las de su gran amigo venezolano, el social cristiano Rafael Caldera. Es curioso: no sería exagerado decir que desde el punto de vista meramente ideológico, Misael Pastrana está más cerca del Ernesto Samper de la apertuara gradual, que de su hijo Andrés, el de los servicios públicos privatizados. Con todo, las diferencias ideológicas no son tan palpables para el común de la gente. Una de las mayores catástrofes que le pueden suceder a Andrés Pastrana en la campaña es que su padre asome la cabeza.
Un segundo escollo no menos delicado es la actitud que deberá asumir el ex alcalde frente al Partido Conservador. Pastrana hijo le debe buena parte del éxito a su imagen de independencia y a que muchos de sus adeptos, en especial los jóvenes, no lo ven como conservador sino como suprapartidista. Eso debería llevarlo a seguir adelante con su proyecto de la NFD y no dejarse encasillar como conservador. Pero, igual, si hace esto puede perder el respaldo de importantes jefes regionales del conservatismo, cuyo aporte en una campaña que promete ser reñida no es fácil de despreciar.
Hace algunos meses, Pastrana tenía la ventaja de que el desbarajuste conservador era tan grande que, finalmente, la mayoría de los congresistas azules estaba dispuesta a adherir a su campaña y a reconstruir al conservatismo alrededor de ella. Pero en los últimos meses, y gracias a la tarea de coroneles como Jaime Arias, Fabio Valencia y Gustavo Rodríguez, el Partido Conservador se ha revitalizado y camina hacia la unión. El momento crucial de ese proceso será la Convención de noviembre, que, aparte de sellar la unidad, pretende definir las reglas para escoger el candidato.
Si Andrés asiste a esa Convención y no acepta las reglas que allí se establezcan, de seguro ganaría, pues cuenta con una ventaja amplísima sobre los demás aspirantes. Pero si va a la Convención y se somete a las reglas, quedará teñido de azul y ya no será más el suprapartidista actual. La alternativa es desentenderse por completo de la Convención conservadora y de sus normas para escoger candidato, y seguir derecho como candidato independiente hasta la primera vuelta. Pero, de ser así ¿cuánto le puede costar en apoyos dentro de su propio partido? Eso es exactamente algo que Andrés Pastrana sus asesores no han decidido. Y cualquiera que sea la determinación que adopte, tendrá costos. Lo que debe resolver es cuál le aportará más beneficios.
En medio de todas estas espinas hay también algunas rosas. El jefe del NFD cuenta con dos ventajas que pueden ser significativas en esta campaña. Primero, tiene muy buena financiación y como su estrategia es el silencio está gastando muy poco. Un candidato de derecha con alguna posibilidad de ganar recauda contribuciones económicas a granel. En Colombia, y en cualquier parte del mundo, la plata es todavía determinante en las elecciones. Pastrana, al aplazar permanentemente el inicio de su campaña, tendrá las arcas repletas en enero cuando el debate electoral arranque en pleno.
El otro gran punto a su favor no es económico sino político. Están al frente de las alcaldías de Medellín y de Cali dos buenos amigos suyos que, además de tener a su disposición una nutrida burocracia, son populares en sus respectivas ciudades. Luis Alfredo Ramos y Rodrigo Guerrero son alcaldes conservadores cuyo prestigio puede llegar a producir victorias en los dos grandes fortines liberales después de la capital de la República. En contraste, Samper no puede hacerse muchas ilusiones con Bogotá, debido al desorden político derivado del lío de los auxilios, la independencia del electorado capitalino y el hecho de que Pastrana es muy popular allí.
PERO, ¿Y QUE PIENSA?
Todo lo anterior está muy bien a la hora de los análisis, las estrategias y los cálculos con miras a la campaña. El silencio de Andrés Pastrana es, pues, comprensible, pero no por ello necesariamente tolerable desde el punto de vista de los electores.
Si el jefe de la NFD tiene serias posibilidades de convertirse en el próximo Presidente, los colombianos tienen el derecho de conocerlo, y Pastrana el deber de exponer sus ideas y programas y de romper su silencio. El país sabe de su buena suerte y de su carisma. Pero más allá de eso, es importante saber qué piensa y en especial qué tanto sabe sobre asuntos tan delicados como la economía, la administración del Estado, el orden público y las relaciones internacionales. Que está bien rodeado, es una idea que ha cobrado fuerza y que en especial se refiere a la buena imagen de su alter ego, el actual ministro de Desarrollo, Luis Alberto Moreno. "Como Andrés no da mucho y no parece tener mucha cuerda, la gente busca la explicación de su éxito en otro", opina Rodrigo Marín para referirse al buen recibo que tiene Moreno. Pero incluso si los elogios a sus asesores son merecidos, Colombia es un país en el cual un presidente afronta situaciones tan críticas, delicadas e imprevisibles, y, aunque los asesores son muy útiles, son muchos los momentos en que la suerte de la Nación depende casi exclusivamente de la madurez, buen juicio y el criterio del primer mandatario.
Esas inquietudes que tiene la ciudadanía sobre la personalidad y las calidades de Andrés Pastrana son exactamente las que él debe comenzar a resolver.