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Porqué fuimos al Caguán

El asalto de las Farc a Vigía del Fuerte produjo reacciones contra la visita de los‘cacaos’ al Caguán. SEMANA le pidió a uno de ellos un artículo sobre el tema.

Hernán Echavarría Olózaga
1 de mayo de 2000

Catorce empresarios, fundadores de la Fundación Ideas para la Paz, fuimos al Caguán, a solicitud de los representantes del gobierno, a entrevistarnos con los altos mandos de las Farc. No se pretendía que esta entrevista fuera una negociación. Se pretendía que fuera una oportunidad para que nos conociéramos mutuamente y pudiéramos oírnos sobre la coyuntura de la situación en que estamos. Así fue. Estuvimos reunidos informalmente bajo un techo abierto, gozando durante todo el tiempo de una suave brisa, de las 10:00 a.m. a las 2:00 p.m. Hablaron tres de ellos: Marulanda, Reyes y Gómez. Cada uno de nosotros tuvo una breve intervención.

No podía ser más, puesto que los representantes del gobierno y de las Farc ya tienen convenido no sólo el tema de las primeras discusiones, sino los procedimientos como ellas deben llevarse a cabo. Esto ya es ampliamente conocido por el público, pues ha salido en avisos de media página en los principales diarios. Se trata de unas mesas de discusión en las cuales todo el que pretenda ser oído lo puede lograr.

El primer tema escogido ha sido el desempleo. Todos sabemos que el principal desacuerdo entre derecha e izquierda, en todas partes del mundo, se refiere al sistema como se lleva a cabo la producción. La derecha cree que la producción la debe realizar la empresa privada, los particulares. La izquierda estima que ésta la debe realizar el Estado. El empleo depende, en gran parte, del sistema de producción, luego éste debería ser decidido antes de que el empleo fuera examinado.

Así, en el sistema de empresa privada los empresarios, quienes quiera que ellos sean, producen lo que demanda el mercado, según su leal saber y entender, sin intervención alguna del Estado. En el sistema de producción como lo quiere la izquierda, la producción la realiza el Estado, a través de las empresas estatales y atendiendo a unos planes de producción establecidos por el gobierno central.

Refiriéndonos al gobierno nacional como derecha, pues es la parte que quiere seguir con el sistema actual, y a la guerrilla como la izquierda, que es la que pide el cambio, tenemos que la derecha quiere seguir con el actual sistema de empresa privada y la izquierda pide que éste se cambie, presumiblemente por el sistema de producción estatal. Aun cuando fue dicho y repetido varias veces, que ellos aceptaban la empresa privada, una sola frase no es suficiente para describir un sistema de producción.

Este posible cambio del sistema de producción implica incalculables transformaciones de nuestra sociedad, en el campo político, social y económico, luego tiene que ser cuidadosamente estudiado y evaluado por todos los que se verán afectados. Muy especialmente, como es obvio, por la clase empresarial. Este estudio y evaluación y, desde luego, las largas discusiones resultantes, no pueden ser realizados en mesas de discusión de carácter popular, como lo hacían los atenienses hace 2.000 años. El empleo, los salarios y muchas otras cosas tienen relación con el sistema de producción, puesto que es la producción la que da el empleo y fija otras condiciones. Es la naturaleza del sistema, si éste es de producción privada o de producción estatal, lo que decide todo el esquema de la organización social.

Por lo tanto es la naturaleza del sistema de producción, si éste ha de ser privado o estatal, lo primero que la sociedad colombiana tiene que determinar. No se ve cómo estas discusiones y el análisis de tan compleja cuestión, pueden realizarse sin la participación del gobierno y de las distintas clases involucradas en el problema, la clase consumidora, los empresarios productores y los distintos estamentos profesionales, todos los que, en una forma u otra, están comprometidos en la producción. Estas discusiones deben principiar por una exposición de la guerrilla indicando los cambios deseados. Sólo así es posible llegar rápidamente a acuerdos que satisfagan las aspiraciones de la guerrilla, que es la parte que exige los cambios, cambios que, una vez aprobados, deben realizarse prontamente, por el bien del país. Los suministros son muy escasos en un país pobre como el nuestro, luego todo lo que impide el flujo de la producción contribuye a la pobreza de la población. Un largo período de discusión de los métodos de producción, puede resultar fatal para el consumidor.

El método que se ha adoptado de amplio debate de toda la población, sin mayor precisión sobre el sistema de producción que se quiere adoptar, no ofrece posibilidad de claras decisiones a corto plazo. Todo indica que seguiremos con el statu quo actual por mucho tiempo. Sin embargo no es fácil para nuestra sociedad comprometerse a un sistema de discusión de esta naturaleza, mientras que en el país muchos colombianos están siendo asesinados y gran parte de la riqueza nacional es destruida. Lo ocurrido hace poco en Vigía del Fuerte no es rebelión ni protesta social, es terrorismo salvaje, tan crudo y cruel como estallar una bomba en un sitio público. Estoy seguro que muchos de los que fuimos a la cita en el Caguán el 18 de marzo, no estamos ahora dispuestos a participar en un sistema de discusión que todo indica está diseñado para no dar resultados sino a largo plazo, demorando la solución del conflicto mientras continúa la destrucción del país y la muerte de muchos colombianos.