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PRIMER ROUND

Tras las disputas en el seno de la Dirección Liberal se oculta una notificación a Ernesto Samper de que su candidatura no será tan fácil.

21 de septiembre de 1992

PARA EL HOMBRE DE LA CALLE, LAS DISPUtas de las últimas semanas en el seno de la Dirección Liberal no son otra cosa que una pugna sin mayores misterios. Sin embargo, en los corredores del Capitolio y en general en toda reunión política no se habla de otra cosa que de las complejas jugadas que se esconden detrás de estos conflictos aparentemente simples. Y es que, efec tivamente, cuando faltan escasos 20 meses para las elecciones de 1994, resulta imposible para los conocedores de la política liberal interpretar confrontaciones como las de las últimas se manas de manera aislada al proceso de selección del candidato liberal y posible próximo presidente de la República. Por ello mismo la única manera de entender ese juego de implicaciones es reconstruyendo y juntando las piezas dispersas del rompecabezas, desde cuando el ex presidente Alfonso López Michelsen abandonó la jefatura liberal.
El 18 de diciembre pasado el hasta entonces jefe del partido delegó su cargo en cinco directores alternos: Carlos Espinosa y Rodrigo Turbay, como presidentes del Senado y la Cámara de ese momento, y José Blackburn, Armando Estrada y Miguel Mottoa. Este nombramiento produjo la llamada rebelión de las faldas, pues las parlamentarias liberales consideraron violados sus derechos al no quedar ninguna de ellas dentro de los quíntuples. Estos quisieron evitar que el problema se creciera, aumentaron el número de di rectores de cinco a siete y eligieron por computación a María Izquierdo y a Lucelly García. A pesar de que el mecanismo utilizado para el nombramiento de estas dos últimas era a la luz de los estatutos abiertamente irregular, como la fórmula solucionaba un problema político, nadie quiso revolver el avispe ro. El asunto se quedó de ese tamaño y por tratarse del presidente del Congreso, Carlos Espinosa fue elegido por consenso presidente de la Dirección.
Los meses transcurrieron sin sobresaltos, hasta cuando Blackburn fue elegido presidente del Congreso y, a los pocos días, surgió la idea de que al igual que había sucedido con Espinosa, el se nador bogotano se convirtiera en presidente de la Dirección, de la cual ya formaba parte. Paralelamente, amigos del presidente de la Cámara César Pérez comenzaron a decir en los pasillos del Congreso que si su antecesor Rodrigo Turbay había sido designado por López en la DLN por su condición de presidente de la Cámara, no tenía sentido que ahora que él ocupaba ese cargo no entrara a engrosar el cuerpo directivo del Partido. Al propio Blackburn el argumento le pareció razonable y después de conversarlo con Pérez acordó con sus compañeros de Dirección hacer una nueva cooptación e incluirlo en el grupo. Al igual que en los casos de María Izquierdo y Lucelly García, este nombramiento reñía con los estatutos. Pero el antecedente de las mujeres fue suficiente argumento para que no hubiera impedimento en éste.
Una vez integrada la Dirección, sus miembros convinieron en que Blackburn y Pérez fueran respectivamente, presidente y vicepresidente de la colectividad. Por aquellos días y en medio de la armonía reinante en la DLN, todo el mundo estaba convenci do de que nada en esta materia cambiaría hasta que se realizara la próxima convención del Partido, que según todos los pronósticos debe elegir como jefe único al ex presidente Julio César Turbay.
Sin embargo, mientras reinaba la paz en la DLN, estalló en los titulares de los medios de comunicación el escándalo de las indemnizaciones supuestamente ilegales a empleados que habían sido retirados del Senado. El tema había levantado ampolla en la bancada liberal por cuanto una resolución que llevaba la firma de Blackburn y de los vicepresidentes Jaime Vargas y Alvaro Pava había cuestionado la moralidad de sus antecesores, debido al pago de algunas de las indemnizaciones que Blackburn y sus compañeros consideraban ilegales. La acusación central consistía en que 11 funcionarios del Senado habían recibido millonarias in demnizaciones a cambio de su retiro, a pesar de que no habían durado más que algunas semanas en sus cargos.
El problema político estalló por que las acusaciones de Blackburn apuntaban, ni más ni menos, que contra uno de sus compañeros de la DLN, Carlos Espinosa, quien airadamente salió a defender su nombre alegando que nadie tenía derecho a acusarlo de inmoral. Al final del proceso Blackburn obtuvo un triunfo administrativo y una derrota política, pues aunque logró parar las indemnizaciones que costaban más de 100 millones de pesos, por el camino se echó encima a medio Partido Liberal.
Ni corto ni perezoso, César Pérez consideró que la mejor manera de redondear su faena de las últimas semanas era la de darle un golpe de Estado a Blackburn, con el argumento de que su disputa con Espinosa le había quitado la legitimidad para presidir la Dirección. Esto quedó protocolizado la semana pasada, cuando Blackburn presentó renuncia ante sus compañeros de Dirección, y éstos, por consenso, eligieron a Pérez. En sólo cuatro semanas, Pérez logró la hazaña de hacerse nombrar como miembro de la Dirección, luego vicepresidente de la misma y finalmente presidente. Pero como su incorporación a la DLN se considera an tiestatutaria, el Tribunal de Garantía del partido está revisando el tema y eso hace presumir que la jefatura de Pérez pueda ser revocada.
Lo curioso de todo es que según nuchos parlamentarios, lo que hay detrás de todo esto es la necesidad de los sectores parlamentarios que no han adherido a la candidatura presidencial de Ernesto Samper de mostrarse fuertes frente a él. Blackburn fue elegido presidente del Senado gracias al apoyo de Samper, y estos sectores no se sentían tranquilos con que el presidente de la Dirección que debía organizar la próxima convención fuera alguien tan claramente samperista.
Aparte del grupo que César Pérez lidera en la Cámara, habría otros sectores, como el del ex contralor Rodolfo González, tratando de maniobrar en el mismo sentido. Según fuentes sampe ristas, los objetivos de estos sectores independientes irían más allá e incluirían el de barajar el mecanismo de la consulta popular para la selección del candidato presidencial del 94. "Eso es lo que explica dijo un senador samperista que hace pocos días y a instancias de César Pérez, la Dirección Liberal en pleno hablara por un teléfono con alto parlante con el ex presidente Turbay Ayala y que en dicha conversación los antisamperistas hubieran insistido en ponerle el tema de las reglas del juego para la selección del candidato, como si la consulta no fuera a valer esta vez"
En la conversación, que fue grabada sin que Turbay lo supiera, el ex presidente no se dejó tentar con estos asuntos, a pesar de que todos los dirigentes liberales que han hablado con él recientemente aseguran que él preferiría que las reglas del juego quedaran definidas antes de hacerse cargo de la jefatura del Partido el año entrante.
Al samperismo le preocupa que aunque la consulta que según las encuestas Samper ganaría ya fue aprobada en dos convenciones sucesivas, hasta ahora no ha sido incorporada formalmente a los estatutos. Esto debería suceder en la próxima convención. El te mor samperista consiste en que sus enemigos hagan mayoría en ella e impongan que el candidato no sea elegido por consulta sino por convención.
Claro que Samper sabe que tiene la capacidad para maniobrar en una convención y hacerse elegir candidato. Pero igualmente es consciente de que para ganar una convención tendría que asumir tales compromisos para que sus enemigos se vuelvan a sus amigos, que este proceso puede llegar a resultarle demasiado caro. Como le dijo a SEMANA un senador liberal, "más que buscar otro candidato muchos antisamperistas lo que buscan es ponerle un alto precio a su adhesión al embajador, un precio que Samper preferiría no tener que pagar".