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¿Niebla en La Habana?

Existe el riesgo de que el acuerdo de paz se logre tan tarde que ya no sea viable políticamente.

Marta Ruiz, consejera editorial de Semana
15 de junio de 2016

Clausewitz describió la guerra como “un mar inexplorado, lleno de rocas” alrededor de las cuales se debe navegar en la noche oscura. También dijo que hay momentos de gran confusión en que la información es contradictoria y se produce una “niebla” de la guerra donde los ejércitos no saben realmente cuál es su posición.

Algo similar a esa niebla se siente en La Habana. Los ecos que llegan desde Cuba dicen que las partes sentadas en la Mesa de Conversaciones parecen haber perdido la noción de los riesgos que acechan el proceso de paz, imbuidos como están en la gramática de los acuerdos.

El cese del fuego lleva medio año en discusión y cuando parece estar a punto de ser anunciado, vuelve a enredarse. La parte técnica está resuelta, pero las decisiones con implicaciones políticas están empantanadas.

Vea: Turbulencias antes del día D en La Habana

La causa de fondo de esta demora es que en cuatro años, el Gobierno y las FARC no han logrado verse como socios de una empresa común, como es el fin de la guerra. En el último round se han atrincherado o bien para doblegar al otro (el Gobierno), o bien para sacar el máximo provecho de la compleja situación política del país (las FARC). Cada uno jala para su lado.

No es al uribismo ni a la volátil opinión pública a quienes se les teme en la Mesa, sino a la traición del otro. A no saber dónde están sus cartas marcadas. Eso se refleja en el estancamiento que hay en el debate sobre las zonas de ubicación y el destino que deberán tener las armas.

En cuanto a las zonas de ubicación, el Gobierno teme que si son muchas, se le dé una excesiva ventaja política a las FARC, por encima de lo que es su realidad estratégica. La guerrilla, por su parte, ve la oferta de zonas del Gobierno como una tacañería encaminada a reducirles su presencia electoral y política futura. ¿Es realmente tan difícil llegar a una cifra intermedia, acorde con las condiciones de verificación de la ONU?

Vea: Lista la conciliación del acto legislativo para la paz

El otro problema es el destino final de las armas. El Gobierno quiere verlas arder en las llamas eternas como un mensaje de que nunca más habrá guerrilla. Las FARC consideran que esos fierros encarnan su proyecto revolucionario y que fundirlos sería quemar su propio pasado, que, por lo demás, ellos consideran heroico.

Ambas posiciones se pueden afincar en razones ideológicas respetables. Pero ¿creen en serio las FARC que sus fusiles merecen un monumento? (¡Qué feo!) ¿Cree el Gobierno en serio que los guerrilleros volverían a empuñarlas? ¿Así de mal está la confianza en el proceso?

En todo caso, que las FARC dejen las armas y estas sean puestas bajo custodia de la ONU significa ponerle fin a la guerra. Y ese es el objetivo principal de la negociación. El objetivo que la niebla parece estar cubriendo.  

El riesgo que están corriendo los negociadores es lograr un acuerdo perfecto tan tardío, que se vuelva inviable políticamente. Porque mientras en La Habana se discute cada detalle, en Colombia el proceso cada vez es más lejano al ciudadano de a pie, y la campaña electoral del 2018 empieza a empujar a todos los partidos hacia sus propios objetivos. Uribe ha tenido el espacio libre para desprestigiar con argumentos falsos el pacto de paz porque es el único que está volcado en la calle, haciendo una campaña. El Gobierno hasta ahora se había conformado con sus maniobras en el Congreso. Esperemos a ver si la campaña del Sí a la paz sale del Capitolio hacia la plaza pública.

Para completar, el artículo que le incluyeron a última hora en el acto legislativo, que frena la implementación de los acuerdos hasta que se produzca la refrendación, era innecesario. Por un lado, envía el mensaje de que el presidente no tiene la suficiente legitimidad para hacer un acuerdo de paz. En segundo lugar, es un verdadero autogol contra la campaña por el Sí. Si antes la dejación de armas empezaba dos meses después de firmado el acuerdo final, ahora tendrá que empezar luego de la refrendación. Así la gente votará por un texto, y no por una realidad tangible de fin de la guerra.

Esta negociación ha demostrado que las grandes dificultades en la mesa se resuelven con imaginación política. El punto de justicia y el blindaje fueron apuestas audaces y aunque pueden ser bastante imperfectas, han convertido en una realidad la posibilidad del acuerdo de paz.

Quizás este punto 3, que trata del cese bilateral y definitivo del fuego y de la dejación de armas, requiera una dosis de imaginación mayor y, sobre todo, un poco más de pragmatismo. Voltaire tenía razón: a veces lo perfecto es enemigo de lo bueno.