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Juan Manuel Santos enfrenta al escepticismo que existe en importantes sectores frente al proceso de paz.

DIÁLOGOS

Paz: ¿y el ‘frente interno’, qué?

La paz despierta cada vez menos entusiasmo. Y el Gobierno no tiene una estrategia para hacer frente a este fenómeno.

Álvaro Sierra, editor jefe de SEMANA
17 de marzo de 2014

En La Habana, ya está claro que las cosas van despacio y que, probablemente, así seguirán hasta las elecciones presidenciales. Por eso, por ahora, en materia de paz, lo principal no es lo que pase en la isla sino lo que ocurre en Colombia. Cada día es más evidente que el denominado ‘frente interno’ de la paz se está complicando, y que el Gobierno, concentrado en la reelección, no parece reaccionar.

“¿Quién manda aquí: el presidente o la isla de Cuba?” La frase que el presidente de la Sociedad de Agricultores de Colombia y el Consejo Gremial, Rafael Mejía, le dijo a El Tiempo, hablando sobre los reparos de su gremio frente a lo que han pactado el Gobierno y las FARC en La Habana en materia agraria, cayó como una pedrada en el Gobierno. El cual optó por responderla como tal: ofendido, el presidente Santos le pidió al dirigente gremial excusarse. Lo que este procedió, disciplinada y resignadamente, a hacer. 

Más que bravo, el alto gobierno debería estar preocupado. Algo debe estar pasando para que uno de los gremios que primero apoyaron la negociación con las FARC y al que se le han explicado en detalle los acuerdos en materia agraria, ahora exprese tales dudas. Por lo que Semana.com ha averiguado, en el gremio hay molestia frente a inconsistencias de la política agraria y al manejo del ministro Lizarralde, y preocupación por lo que se ve como una parálisis de la inversión en el campo y un retroceso en los proyectos de la altillanura. Esto se atribuye, según dijo Mejía en esa entrevista, a “falta de claridad” en el proceso de paz o en temas como la legislación sobre baldíos.

Más allá de la explicación, el hecho es sintomático. Que un gremio clave exprese molestias puede ser síntoma de malestares más profundos. Y la de los agricultores no es la única señal perturbadora en materia de paz.

Una, tan obvia como contundente, enviaron las elecciones. Por más que el presidente Santos diga que no quiere polemizar con la “ultraderecha”, o que esta sólo logró una fracción de los votos que buscaba, los dos millones de sufragios de Álvaro Uribe son la punta de un iceberg de dudas, escepticismo o franco rechazo que existen en importantes sectores de la sociedad frente al proceso de La Habana.

Cada nueva encuesta confirma ese estado de ánimo. El apoyo a una solución negociada sigue siendo mayoritario, pero el optimismo respecto a que el actual intento culmine en la desmovilización de las FARC es cada día más bajo. En la más reciente versión de la Gran Encuesta, apenas el 37 % de los encuestados así lo cree (frente al 54 %, en septiembre del 2012). Y la resistencia a hacer concesiones se ha mantenido muy alta: alrededor del 70 % de la opinión no quiere que los guerrilleros desmovilizados participen en política y está en desacuerdo con que no paguen cárcel.

Autoridades, medios y organizaciones locales en las regiones desconocen los detalles de lo que se está haciendo en La Habana y ven el proceso como algo lejano y ajeno. Si bien el fin del conflicto se pacta en Cuba entre la cúpula del Gobierno y las FARC, donde ‘aterrizarán’ esos acuerdos es en las regiones. Si estas no están preparadas, a la hora de aplicarlos van a surgir serios problemas. Y todo indica que, salvo contadas excepciones, no lo están. 

Es un hecho que mientras los detractores del proceso sueltan toda clase de cargas de profundidad, al Gobierno no se le ve una estrategia ni una pedagogía consistentes para dar la batalla por los ‘corazones y las mentes’. Es diciente que el presidente Santos cambiara su consigna inicial para la reelección, ‘Unidos por la paz’, por “Hemos hecho mucho, pero falta mucho por hacer”. Salvo intervenciones suyas o de los negociadores cuando vuelven de Cuba, prácticamente nadie, ni en el Gobierno ni fuera de él, defiende en público el proceso.

Esta falta de pedagogía puede terminar siendo muy costosa para lo que se pacte en La Habana. En especial porque los acuerdos deberán ser refrendados popularmente. El tiempo corre y cada vez hay menos sintonía entre el ‘frente interno’ y el de La Habana.