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Miguel Maza Márquez, ex director del DAS a finales de los 80, señalado de ser uno de los cómplices del asesinato de Luis Carlos Galán. | Foto: Archivo SEMANA

JUSTICIA

Procuraduría pide acusar a Maza Márquez por asesinato de Galán

El Ministerio Público dice que hay "testimonios creíbles, indicios, inspecciones judiciales y otros medios de prueba" que apuntan a que el ex director del DAS es presunto coautor del asesinato del ex candidato presidencial, en 1989.

14 de septiembre de 2010

La Procuraduría General de la Nación le pidió este martes a la Fiscalía acusar al general (r.) Miguel Maza Márquez por su presunta coautoría del asesinato del ex candidato presidencial del Partido Liberal, Luis Carlos Galán Sarmiento, quien fue baleado en Soacha el 18 de agosto de 1989.
 
Según el procurador 29 judicial penal, Jairo Enrique Mejía, de este organismo de control, dijo que “existen testimonios creíbles, indicios, peritaciones, inspecciones judiciales y otros medios de prueba, (que surgieron posterior a la medida de aseguramiento), que aunados a la presunta responsabilidad del ex director del DAS, se constituyen en los requisitos que exige la ley para que se dicte resolución de acusación”.
 
De acuerdo con su concepto, la muerte de Galán puede ser considerada como un homicidio con fines terroristas y como un delito de lesa humanidad. “Las pruebas apuntan a la participación de varios servidores del Estado que, como el general en retiro, se enteraron con antelación del atentado que se preparaba en contra del candidato presidencial, y en lugar de evitarlo, coadyuvaron a que se cometiera el hecho cambiando y debilitando el esquema de seguridad”.
 
El año pasado, justo el día que se cumplían 20 años de la muerte de Galán, la Fiscalía le dictó medida de aseguramiento por dos razones principalmente: la primera es por su responsabilidad en el nombramiento de Jacobo Torregrosa como jefe de escoltas de Luis Carlos Galán, un mes antes del magnicidio, y el segundo es la supuesta relación que existía entre Maza Márquez y uno de los autores intelectuales del crimen, Henry Pérez, en ese entonces jefe paramilitar del Magdalena Medio.
 
En cuanto a lo primero, tres testigos, el negro ‘Vladimir’ –Alonso Baquero, quien en 1989 era comandante del frente Gavilanes de los paras del Magdalena Medio–, Ernesto Baéz –uno de los paramilitares más veteranos del país– y ‘Popeye’ –sicario favorito de Pablo Escobar– dicen que el entonces jefe de escoltas de Galán facilitó el macabro atentado.

El 17 de julio de 1989, el DAS le informó a Galán del cambio de su jefe de escoltas. Víctor Julio Cruz, quien lo había acompañado en otras campañas, tenía ocho años de experiencia y había sido capacitado para el oficio, fue sustituido por Jacobo Torregrosa, un hombre a quien ese mismo día trasladaron de la oficina de “servicios y suministros” a la de “protección de mandatarios” y no tenía la preparación exigida para el cargo. Torregrosa era subteniente retirado de la Policía, en la hoja de vida de esa institución le aparecen sanciones, ninguna felicitación y un récord de bajo rendimiento.
 
Ya en su tarea de escolta de Galán sacó a dos agentes del equipo y cuando intentó sacar a otros dos, entre ellos Santiago Cuervo, el que murió en el atentado en Soacha, la famila Galán se opuso. Y esa fatídica noche, cuando era más necesario que nunca blindar al personaje, Torregrosa desmanteló el esquema de seguridad, decidió mandar a dos escoltas a una avanzada en Villeta, de tal suerte que sólo cinco acompañaban en Soacha a Galán.

Lo segundo es que el negro ‘Vladimir’ aporta un detalle peculiar. Según él, algunos de los sicarios llegaron hasta la tarima de la plaza de Soacha en el carro del DAS porque no había otra manera de atravesar la multitud. “Es tan así –dice ‘Vladimir’–, que uno de los muchachos cambió el arma accidentalmente y la Uzi con que mataron a Galán era un arma del DAS y la del muchacho, que iba con Rueda Rocha, se quedó dentro del carro del DAS” y, según él, por esta razón Jaime Rueda Rocha, quien dirigió el atentado, cayó en desgracia con el departamento y por eso lo detuvieron.

Unos meses después de que ‘Vladimir’ dio ese testimonio, la Fiscalía hizo un hallazgo que le da mayor credibilidad a lo dicho por el paramilitar. En un registro hecho a los archivos del DAS el 3 de junio pasado, encontraron un escrito del 22 de agosto de 1989 en el que Torregrosa decía que el día del asesinato de Galán se había perdido una Ingram 1831.

El nivel de incompetencia de Torregrosa es monumental y su comportamiento se podría interpretar como una infiltración de la mafia en la institución. Lo cual, si bien deja mal parado a Maza, no necesariamente lo implica.

Sin embargo, los conocedores se preguntan ¿cómo es posible que el general Maza Márquez haya cambiado al jefe de escoltas del hombre más amenazado del país, que tenía incluso experiencia en protección a ex presidentes, por un aparecido con dudosos antecedentes como Torregrosa? Maza dice que fue el propio Galán el que le pidió el cambio, pues, según él, Cruz le estaba generando conflictos conyugales.

Eso nadie lo puede probar. Pero lo que sí ha dicho la esposa de Galán, y lo ratifica uno de los escoltas de la época, es que hicieron una cita con Maza exclusivamente para decirle que Torregrosa no les inspiraba confianza. “Luis Carlos le manifestó su preocupación por el nuevo jefe de escoltas”. Y el general los calmó diciéndoles que era un hombre de toda su confianza.

Por último, el procurador asegura que “el acto criminal contra el candidato protegido, fue montado en un verdadero concierto con participación de las autoridades municipales, quienes avalaron la readaptación de una tarima de madera con cierta altura, desechando la de cemento que existía, ya que necesitaban esconder los autores materiales, sus armas, y salir sorpresivamente a la ejecución del plan criminal”.

Agregó que para ejecutar el asesinato de Luis Carlos Galán Sarmiento, al parecer, se configuró la unión de varias fuerzas del Estado que debieron prever las medidas necesarias para el ex candidato presidencial, sobre todo por su situación de peligro que rodeaba el ejercicio de las actividades que desplegaba al momento en que fue asesinado.