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Esta fue la imagen de la revista Hola que generó polémica.

ANÁLISIS

A propósito de una polémica imagen: "Violencia simbólica y medios de comunicación"

Es claro que las imágenes revelan hechos ocultos, historia, tradición, dominación y el uso, por supuesto, de la violencia simbólica (racismo y clasismo), así el fotógrafo, autor de la fotografía, exprese lo contrario, dice grupo de estudio.

Elizabeth Gómez Etayo, Hernando Uribe Castro, Germán Ayala Osorio, Guido Germán Hurtado Vera y Carmen Jimena Holguín*
7 de diciembre de 2011

Las ciencias sociales han dejado claro que la violencia, como mecanismo de control social, se presenta de muchas formas, unas veces de forma física y directa, así como también de forma simbólica o invisible. Los medios de comunicación se han especializado en reproducir de manera intencionada la violencia simbólica y de transcribir la violencia física en imágenes, sonidos, videos y diálogos, especialmente, desde los intereses del discurso oficial y de la cultura dominante. Todas las formas de violencia se producen y se reproducen en estos medios masivos.
 
El sociólogo Pierre Bourdieu considera que los medios de comunicación ejercen una forma particularmente perniciosa de violencia simbólica y una de esas formas de reproducción es precisamente la de ocultar mostrando, que “muestra algo distinto de lo que tendría que mostrar si hiciera lo que se supone que se ha de hacer, es decir, informar, y también cuando muestra lo que debe, pero de tal forma que hace que pase inadvertido o que parezca insignificante, o lo elabora de tal modo que toma un sentido que no corresponde en absoluto con la realidad” (1997:24).
 
A partir de lo anterior, los y las docentes que escribimos este texto queremos referirnos a la polémica fotografía publicada en la revista HOLA de España y que circula por internet, cuya temática central alude a las “Mujeres más poderosas del Valle del Cauca en Colombia”. En la referida imagen aparecen, en primer plano, cuatro blancas mujeres sentadas sobre sus muebles blancos, luciendo sus finas, aunque informales, ropas blancas con delicado decorado; y al fondo, en un segundo plano, aparecen dos mujeres negras evocando la servidumbre con sus pulcros uniformes blancos, llevando en sus manos unas bandejas con vajilla de cristal que se incluyen como parte del decorado del lugar. Para completar la escena, concebida editorialmente y aceptada por las señoras blancas, aparece, al fondo, una piscina y la vista panorámica de la ciudad. Una imagen que, sin duda, oculta mostrando.
 
Pero ¿Qué es lo visible y qué es lo oculto? Un ciudadano inadvertido podría decir que allí no hay nada oculto, que se trata de una simple coincidencia, una imagen natural o naturalizada por la historia, la tradición y la cultura dominante, y que la fotografía es una más dentro de las muchas que los medios de comunicación refieren en sus hechos “noticiosos de la farándula”; sin embargo, para quienes intentamos entender y develar los mensajes que diariamente circulan, es claro que las imágenes revelan hechos ocultos, historia, tradición, dominación y el uso, por supuesto, de la violencia simbólica (racismo y clasismo), así el fotógrafo, autor de la fotografía, exprese lo contrario. No hay, en la imagen y en su tratamiento editorial asomo alguno de inocencia o ingenuidad. No.
 
Hechos ocultos como forma de violencia simbólica, que en palabras de Pierre Bourdieu, genera representaciones diferenciadas de clase social, de género y de raza para quienes las observan; reproduciendo discursos de los roles y estatus que la sociedad ha trasmitido y que ciertos grupos sociales simbolizan dentro de la estructura de la sociedad, que para nuestro caso evocaría el papel de las mujeres “afrodescendientes”.
 
Mujeres que, por lo general, cumplen roles de servidumbre en casas y haciendas de mujeres poderosas (ricas, afamadas, influyentes y con reconocimiento social) que los medios de comunicación intentan imponernos como un patrón a seguir, sin detenerse a pensar lo que implica alcanzar dicho estatus, en materia de derechos, dominación y violencia cultural.
 
Desde el mismo titular se legitima la acción de dominación, legitimada por frases, a maneras de titular: “Las mujeres más poderosas del Valle del Cauca, en Colombia, en la formidable mansión hollywoodiense de Sonia Zarzur, en el Beverly Hills de Cali”. Con este discurso, se generan lecturas diferenciadas de las mujeres; en primera instancia, habría que denotar que sólo a 4 de las 6 mujeres les cabría el apelativo de “poderosas”, y no precisamente por su aporte singular para transformar la realidad de miles de mujeres vallecaucanas, sino por personificar a un grupo minoritario, selecto de la sociedad, que con privilegios, reproducen prácticas culturales de abierta dominación y expoliación; en segunda instancia, porque el hecho de que aparezcan de pie y no sentadas, vestidas con ropa de servicio y no con trajes informales y hasta de reconocido diseñador (que son los que por lo general visten a las mujeres “poderosas”), sirviendo y no servidas, vestidas de blanco en contraste con su piel negra, es una forma más de ponerlas en un estatus de inferioridad frente al resto de mujeres “poderosas”; en tercera instancia, habría que cuestionar cómo los medios de comunicación nos imponen a los ciudadanos unas figuras que aparentemente representan “un modelo a seguir”, es decir, “mujeres de bien”, “de clase”, con lo que no sólo buscan asegurar un apetecido rating (lecturabilidad, para el caso), y más ventas para acrecentar su gran poderío económico, sino, asegurar que los modelos de dominación social y étnica se sigan reproduciendo.
En suma, las elaboraciones simbólicas como métodos de opresión se fundan desde las clases altas, que se sirven de la ideología para conservar su hegemonía basada en intereses privados enmascarados de colectivos.
 
Por todo lo anterior, propendemos por una academia y una ciudadanía inquietas, lo cual implica cuestionar el papel que cada vez más se asienta en los medios de comunicación, que en lugar de informar y generar una ciudadanía consciente de su propia realidad, se orientan a entretenerla y adormecerla. Sólo nos reta apelar al uso de la palabra para intentar develar los mecanismos de violencia simbólica a los que invocan las empresas mediáticas, en su afán por entretener y generar receptores que fácilmente no sólo legitiman y aceptan estas maneras violentas de reproducir un tipo de sociedad excluyente, violenta, racista, clasista y sexista, sino que terminan anhelando llegar a esos estadios de vida social donde se suele falsear la realidad, ocultar la historia y extender patrones y patronos que nos hunden en la pobreza cultural que emana de la tradición y la cultura dominante.
 
* Profesores investigadores de la Universidad Autónoma de Occidente de Cali.