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El movimiento estudiantil logró convocar una multitud que no se veía desde la década del setenta. Fue el reclamo a un Estado que no garantiza acceso a educación de calidad, ni bienestar, ni empleo.

MARCHAS

Protesta.com

La era digital ha despertado un nuevo concepto de ciudadanía que ha encontrado en las redes sociales una manera de hacer visibles sus reivindicaciones y sacudir la agenda pública.

10 de diciembre de 2011

Ellos protestan contra los proyectos que los afectan, pero no buscan el poder político. No están en los medios de comunicación masiva, y sin embargo a veces imponen la agenda informativa. No tienen una cara visible, porque son muchas redes. Son un reflejo en Colombia de la indignación del mundo que se expresa en Twitter y Facebook y que ha llegado a sacudir los cimientos de los poderes establecidos.

Aunque desde hace tiempo se habla de la revolución del world wide web, este año nadie puede dudar que los clics tuvieron efecto. En un momento en el que la oposición al presidente Juan Manuel Santos en el Congreso está reducida a su mínima expresión, las redes sociales se convirtieron en la piedra en el zapato del gobierno. El 16 de noviembre pasado, el mismo día en que el presidente anunció el retiro de la reforma a la Educación, la Ley Lleras, que buscaba regular el acceso a contenidos en internet, fue archivada en el Congreso. Una nueva generación de ciudadanos que se abre paso, la digital, se anotó las victorias.

Entre septiembre y noviembre, más de 600.000 estudiantes, según cuentas de la Mesa Nacional Amplia Estudiantil (Mane), salieron a las calles a expresar su inconformismo con la propuesta de educación. Hoy gozan del 74 por ciento de aprobación, según la reciente versión de la encuesta Colombia Opina hecha por la firma Ipsos-Napoleón Franco. "Las redes sociales nos permitieron actuar rápido y organizadamente", anota Laura Ligarreto, líder estudiantil de la Universidad Nacional.

Pero expresiones de este tenor se dieron durante todo el año. En Facebook, el grupo 'No a la construcción de un hotel 7 estrellas en el Tayrona' recibió el apoyo de 30.000 usuarios. Entre ellas estaban ONG ambientalistas, jóvenes estudiantes, columnistas y analistas que se adhirieron a la causa. El proyecto, que contaba con la anuencia del gobierno, también murió.

La 'Corzotón', una movilización convocada por Twitter contra los auxilios para la gasolina de los congresistas reclamados por el actual presidente del Senado, Juan Manuel Corzo, lo obligó a ofrecer disculpas. En el mismo sentido se organizó 'La marcha de los antifaces' contra la corrupción, que aunque no tuvo el respaldo masivo de otras causas (solo salieron 25.000 personas, aproximadamente), ocupó un lugar en el debate público y fue publicitada por los medios de comunicación.

También hubo expresiones clandestinas como las de Anonymous, una red de ciberactivistas que estaban en contra de la Ley Lleras. Este grupo, que según el portal de tecnología Enter.co cuenta con 300 miembros en Colombia, tumbó las páginas de los ministerios del Interior y de Defensa, así como las de la Presidencia y Gobierno en Línea. Sus protestas se adhirieron a los reclamos ciudadanos de quienes ven en el intento de regular el acceso a la web una forma de represión.

El primer capítulo de este tipo de manifestaciones en Colombia fue el 4 de febrero de 2008, cuando millones de personas gritaron "No más Farc" y "No más secuestro". La convocatoria nació un mes antes de la marcha, cuando un grupo de jóvenes logró conectarse con la causa humanitaria y recibió el respaldo de medios masivos y la respuesta de la ciudadanía. Para algunos analistas esa fue la verdadera derrota política de la guerrilla. Una versión similar se vivió la semana pasada cuando miles de personas salieron a protestar contra el secuestro, luego de que las Farc asesinaron a cuatro uniformados que estaban en su poder.

Con el auge de la red social Twitter se ha hecho notoria la heterogeneidad de las causas de indignación. Esta sirve de caja de resonancia de los reclamos de manera inmediata. En minutos están en línea las quejas, las fotos, los audios y los videos de denuncia. Y también sirve para medir la aceptación o rechazo de una decisión política. Aunque muchos trinos son opiniones que logran trascender a los medios de comunicación, hay reclamos que no pasan por ese filtro y sin embargo le importan a la mayoría. Es el caso del acceso a la información, la libre expresión, al medio ambiente sano, los derechos de género, entre otros de carácter universal. Las demandas están a un clic y en solo unos días puede pasar a la movilización masiva. Estas protestas se traducen en movilización cuando despiertan el interés de la mayoría en la red, que a su vez logra involucrar a otros sectores de la ciudadanía por fuera de ella. En criterio de María Victoria Duque, subdirectora de Razonpublica.com, "cuando el objetivo es claro, la movilización es efectiva".

Los reclamos de esta ciudadanía emergente son coyunturales, lo que impide que se traduzcan en organizaciones con futuro político. Pero a sus protagonistas eso parece no importarles. Intentar cobijarlos en una organización puede ser frustrante y alejar a sus simpatizantes. Cuando el Partido Verde intentó encapsular la ola verde (que fue como se bautizó el respaldo que recibió la candidatura de Antanas Mockus) en su organización, esta se disolvió. "Es un fenómeno líquido, no se puede solidificar. Como la moda, es banal, pero precisamente ahí está su fuerza", dice Fabián Sanabria, director del grupo de estudios de subjetividades y creencias contemporáneas de la Universidad Nacional. Por eso también es un error intentar clasificarlos en izquierdas o derechas, pues las causas pueden ser comunes a las dos corrientes ideológicas.

Estas redes tienen relación con movimientos de otras partes del mundo. Los temas que las motivan no están solo dentro de los límites nacionales. Para el guionista de televisión Gustavo Bolívar, líder del movimiento Manos Libres, el movimiento M-15, que protestó contra la clase dirigente de España, lo inspiró a convocar la 'Marcha de los antifaces'. Sobre el contacto con las redes internacionales explica: "Hablamos con gente del movimiento español, estuvimos en contacto con estudiantes chilenos y esperamos ponernos en contacto con los indignados contra Wall Street". Esa interconexión global facilita el intercambio de experiencias exitosas.

Además buscan la efectividad a través de un lenguaje creativo. La 'besatón' y la 'abrazatón' convocadas por los estudiantes, por ejemplo, fueron actos simbólicos tomados del caso chileno. Atrás quedaron las tradicionales papas bomba (que las usó una minoría durante las marchas) para dar paso a un mensaje de reconciliación con un especial significado en el contexto colombiano. En criterio del senador Camilo Romero, del Polo Democrático, el lenguaje de las redes ansía dos características: "Contundencia y no-violencia". La primera se explica porque, en la era tecnológica, la velocidad pasó a ser un valor imprescindible en la acción política, y la segunda, porque en Colombia el camino de la guerra y la violencia ya se ha transitado durante varias décadas.

En Colombia pesa una tradición en la que la movilización social ha sido excepcional, y sin embargo este año se han convocado marchas contra la corrupción, el alza de los combustibles, el secuestro, entre otras. En parte, eso se ha dado porque el gobierno ha permitido espacios de diálogo que no estuvieron abiertos en el gobierno anterior. Y en parte, porque el ejercicio de la ciudadanía a través de las redes sociales en internet está madurando. Los especialistas coinciden en que se asiste a una era impredecible en la que no se sabe cuáles pueden ser los resultados.

Pero el acceso a la red todavía es incipiente. Según cifras del Ministerio de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones solo una tercera parte de los municipios del país tiene cobertura. En el estrato 1 solo el 2 por ciento tiene acceso a internet, mientras que el 5 y el 6, el 86 por ciento, lo cual es una muestra más de las inequidades del país.

Lo cierto es que los gobiernos tienen un interlocutor nuevo, que tiene mil caras, lo cual refleja la crisis de la democracia participativa. Los espacios que se abren a través de las redes demuestran que en muchos casos la clase dirigente está lejos del sentimiento ciudadano. Y una masa crítica los está aprovechando.