Home

Nación

Artículo

PUEDE PASAR ESTO EN COLOMBIA?

SEMANA analiza hasta qué punto la situación de Venezuela puede repetirse aquí.

13 de abril de 1992

DESDE CUANDO EL TENIENTE CORONEL HUgo Chávez intentó derrocar al presidente Carlos Andrés Pérez, la crisis de Venezuela ha entrado a formar parte de la realidad colombiana. Primero fue por la inquietud de que en Colombia sucediera algo similar, lo cual quedó sin fundamento por la actitud de las propias fuerzas armadas.
Pero después fue por la protesta popular y la oposición política a ese Gobierno, pues esos episodios han servido para que se haga un paralelismo entre las circunstancias de Venezuela y las de Colombia. Quienes defienden esta tesis, ven en las protestas de Caracas una especie de espada de Damocles que cuelga sobre la cabeza del presidente César Gaviria y, por lo tanto, del resto de los colombianos.
Entre Colombia y Venezuela ha habido siempre un sistema de vasos comunicantes que ha hecho que fenómenos que se presentan en un lado de la frontera se repitan con caractetísticas similares en el otro. La historia común de las dos naciones hace que haya tal grado de identidad en tantos aspectos, que no son pocas las personas que se ponen en estado de alerta cuando en el país vecino ocurre algún fenómeno desagradable. Como ocurrió con el intento de derrocamiento de Carlos Andrés Pérez.
Cuando llegaron a Colombia las primeras informaciones sobre la intentona golpista en Caracas, fue inevitable el recuerdo de la dictadura del general Pérez Jiménez en Venezuela, y los 30 años que han transcurrido entre su salida del poder y esta nueva aparición militar se convirtieron en un lapso demasiado breve. A pesar de que la mayoría de los venezolanos vivos nacieron después del fin de la dictadura militar, el recuerdo colectivo de ese episodio de la historia renació con fuerza. Pero al tiempo que los venezolanos recordaban su pasado en estas materias, los colombianos hacían lo propio. Algunos medios de comunicación desempolvaron las fotografías en las que aparecían sonrientes Pérez Jiménez y Gustavo Rojas Pinilla, dictadores simultáneamente en los países hermanos, y no fueron pocos los sectores desde los cuales se empezó a hablar de nuevo de las teorías de los vasos comunicantes y del "efecto dominó" entre los ejércitos de América Latina.
Las teorías sobre la posibilidad de una transmisión de los deseos golpistas de Venezuela a Colombia se han ido apaciguando a medida que el intento de golpe en aquel país se aleja en el tiempo. Pero ese tema ha sido reemplazado por el de los disturbios en Caracas y la imagen de los tanques ha dado paso a la de las amas de casa venezolanas golpeando las cacerolas en manifestaciones callejeras, haciendo recordar el preludio de la caída de Salvador Allende en Chile. En Colombia se empezó entonces a hablar de la teoría de los vasos comunicantes para referirse a la posibilidad de que se generalicen los actos de protesta popular. No han sido pocos los discursos de parlamentarios colombianos en e] Congreso en los que al referirse a la situación económica ha salido a la luz el tema de las protestas venezolanas, como un ejemplo de lo que podría pasar en nuestro país en el futuro cercano. Pero, ¿puede realmente suceder esto en Colombia?

POBRES Y EMPOBRECIDOS
Todos los análisis sobre el tema venezolano terminan invariablemente en un punto que parece ser el meollo del asunto. El poder adquisitivo real de los trabajadores de Venezuela ha sufrido una caída vertiginosa en los últimos años. Esto significa que los sectores urbanos que son los que tienen mayor capacidad para expresarse están viviendo un proceso de empobrecimiento paulatino que los ha llevado a que el descontento y la oposición al Gobierno sean cada vez más notorios.
Eso no significa que en el caso colombiano no haya pobreza, pero lo que muestran los indicadores económicos es que mientras allá el salario real ha perdido un alto porcentaje de su valor, aquí la tendencia es bien diferente (ver recuadro). Eso quiere decir que aunque comparados el uno frente al otro los ingresos de los trabajadores de Venezuela y Colombia sean hoy similares, los de allá vienen de épocas en las que tenían mucho mejores ingresos. "Lo grave no es ser pobre sino empobrecerse", dijo un funcionario colombiano al analizar el fenómeno.
Pero no es sólo la tendencia que muestran los ingresos de los trabajadores en los últimos años lo que establece la verdadera diferencia entre Venezuela y Colombia.
Una ojeada al panorama general de las dos economías deja ver que se trata de fenómenos que no sólo no se parecen sino que resultan absolutamente opuestos.
Venezuela era un país comparativamente rico, que vivía de la bonanza de los altos precios del petróleo en el mercado mundial, y organizó una gran serie de subsidios a costa de un gasto fiscal inmenso, sustentado en los ingresos por la exportación del crudo. Pero al caer el precio del petróleo el boquete fiscal que se empezó a crear fue muy grande. Fue necesario iniciar un proceso de ajuste fiscal y cambiario considerable; se acabó la plata para los subsidios, y el Gobierno tuvo que decretar aumentos muy fuertes en el precio de la gasolina y en las tarifas de los servicios públicos. Esa fue la razón para que en 1989 la inflación fuera del 81 por ciento. Los salarios registraron una pérdida grande de su poder adquisitivo y el crecimiento de ese año registró índices negativos. En 1989 se produce el frenazo en la economía venezolana, y es ese proceso de ajuste el que está a la base del descontento popular en ese país, aun que tenga algunos ingredientes adicionales.
El proceso económico colombiano parece ser el inverso del venezolano.
El Gobierno de César Gaviria lo que está provocando es un aceleramiento general de la economía, con la apertura como su mecanismo más importante. Independientemente del descontento que puedan llegar a producir en el futuro las medidas tributarias contempladas en el proyecto que el ministro de Hacienda le entregó la semana pasada al Congreso, lo cierto es que el déficit fiscal está en el orden del 1.5 por ciento del Producto Interno Bruto (considerado por los analistas como un nivel manejable) y que lo que se está buscando es orientar la actividad productiva hacia la exportación para encontrar mayores posibilidades de crecimiento. Los índices colombianos sobre la tendencia del nivel real de los salarios muestran un camino contrario al venezolano, lo mismo que las cifras de la inflación. "El proceso colombiano se parece al venezolano tanto como una acelerada se parece a un frenazo", comentó uno de los economistas consultados por SEMANA.

EL FANTASMA DE LA CORRUPCION
Pero esos ingredientes constituyen las diferencias ya conocidas entre los dos países. Hay otras que, a pesar de no debatirse tan públicamente en Colombia, hacen parte del análisis sobre lo que hace particular el proceso que hoy vive Venezuela. Uno de ellos es el de la corrupción, que se ha vuelto el caballito de batalla de casi todos los sectores. Independientemente de la veracidad de las múltiples acusaciones de corrupción que se generan en el escenario venezolano han dejado la impresión pública de que existe un gran deterioro de la moral en el manejo de los asuntos del Estado.
El caso de la colombiana Blanca Ibáñez, acusada de diversos delitos presuntamente cometidos gracias a su cercanía con el presidente Jaime Lusinchi, y refugiada después en Estados Unidos, se convirtió en el símbolo de dos de los grandes temas públicos en el vecino país: la corrupción y la impunidad.
La sensación generalizada de que hay inmoralidad a esos niveles, se suma a dos hechos que afectan la imagen de Carlos Andrés Pérez. Uno de ellos es que Pérez no arrancó de cero el taxímetro de la popularidad, pues sobre sus hombros recaía el desprestigio natural de su primera administración. El otro es que subió al poder tras un gobierno de su propio partido, al cual lo había envuelto el debate sobre la moralidad pública. De ese barro resultó también salpicado el actual Presidente, en su calidad de copartidario del mandatario anterior.
Paralelamente con los fenómenos de empobrecimiento de las capas más bajas de la población, y del enturbiamiento del ambiente como consecuencia del tema de la corrupción, hay un fenómeno que algunos observadores registran como una particularidad de la vida venezolana. Se trata de la manera extrovertida en que los personajes más ricos del país exhiben sus lujos. A diferencia de Colombia, donde difícilmente se pueden encontrar tres hombres lo suficientemente ricos como para tener jets privados, allá el sector de los multimillonarios es muchísimo más amplio. Ese grupo relativamente grande de poderosos hacen más públicos sus haberes, sus fiestas y forma de vida, lo cual para muchos constituyó uno de los factores detonantes de las últimas explosiones de descontento popular en Venezuela. En Colombia, en contraste, las personas que se consideran ricas viven con un recato mucho mayor, en parte por una especie de discreción tradicional en estas materias y en parte por un mecanismo de protección contra el secuestro.

CULTURA MILITAR
El tiempo que lleva Venezuela de vida democrática y civilista después del último golpe militar es similar al que ha vivido Colombia. Sin embargo, en el país vecino el status de los militares es diferente del que tienen los uniformados en Colombia. Desde los símbolos físicos hasta las relaciones específicas de los militares con la sociedad son diferentes en los casos venezolano y colombiano. La propia ubicación del Ministerio de Defensa, en una imponente edificación que remata una de las avenidas más vistosas de Caracas, les da a los militares una categoría que recuerda las épocas en que eran mucho más que agentes del poder civil. Allá existe una mayor cercanía entre los políticos del país y los altos militares, lo cual es al mismo tiempo un factor de integración y de desprestigio, pues en los debates sobre corrupción de ciertos estamentos aparecen ante la comunidad como en el mismo bando de aquellos. Porque existe esa percepción, para ningún venezolano fue una sorpresa que el teniente coronel Hugo Chávez, quien encabezó el intento de derrocamiento del presidente Pérez, incluyera en su manifiesto de sublevación la consideración de que el alto mando militar estaba demasiado politizado. Si se puede hablar de una crítica en ese mismo terreno, en el caso colombiano sería la contraria.
Aquí el comportamiento casi deghetto de la oficialidad militar ha hecho pensar a algunos que hace falta un proceso de integración más fuerte entre los uniformados y la sociedad civil.

EL CHISME COMO DETONANTE
Para los observadores de la actual situación venezolana el tono que varios sectores de la prensa le han dado al tratamiento de los hechos, ha contribuido en buena parte a crear el clima caliente que se vive hoy en día, no sólo contra el Gobierno sino también de diversos sectores de la sociedad. La relación entre grupos políticos interesados en hacer oposición y órganos periodísticos abiertos a la publicación de cualquier tipo de comentarios, llegó a una situación que algunos califican como de abuso de la denuncia. "En Venezuela -dijo un funcionario que pidió no ser identificado- ha sido tan libre esta forma de expresión, que se llegó al punto de convertir en noticia lo que en Colombia tiene tratamiento de chisme". Esto, de acuerdo con esta observación, ha hecho que la corrupción se vuelva una presunción generalizada contra la mayoría de las personas que ocupan cargos de importancia, independientemente de las pruebas que se puedan presentar para comprobarlo. Ese elemento, sumado a la sensación de impunidad que se respira, pudo haber sido uno de los detonantes fundamentales de la explosión que se registra en Venezuela.
Pero si las diferencias con Colombia son grandes en varios de los campos mencionados, en cuanto al futuro político el contraste es tal vez mayor. Mientras aquí se ha llegado a criticar el exceso de juventud de las personas que ocupan los más altos cargos públicos, en Venezuela la crítica está en que no ha habido un relevo generacional en materia política. Independientemente de la forma como se alinderan los venezolanos en este momento, lo cierto es que los grandes líderes de ese país siguen siendo hombres relativamente viejos o definitivamente viejos. Carlos Andrés Pérez y Rafael Caldera siguen monopolizando el manejo de la situación política, y quienes aparecen como conciencias críticas son hombres de la categoría (y la edad) del veterano Arturo Uslar Pietri. "Aquí tenemos el problema de que no vemos a la nueva generación que vaya a hacer el relevo político comentó un empresario venezolano a SEMANA. Ustedes en Colombia ven como normal que se hable de Ernesto Samper, Andrés Pastrana o Antonio Navarro como los hombres del futuro; pero nosotros no tenemos el equivalente para nuestro por venir político".

EL MOTOR DE LA APERTURA
Pero el hecho de que la situación venezolana no se parezca a la colombiana no quiere decir que el futuro de nuestro país no dependa de lo que allá suceda. Es más: para muchos, el proceso de apertura que está impulsando el presidente Gaviria depende en buena medida de lo que el Gobierno venezolano decida en materia económica durante los próximos días.

El proceso de apertura es, en términos generales y teóricos, una eliminación de la protección a los distintos sectores de la producción para que estos se midan en igualdad de condiciones con sus similares del mundo entero, tanto en los mercados externos como en los domésticos. Pero en términos prácticos esos mercados se reducen por el momento a los de los países vecinos, con los cuales se pueda llegar a acuerdos arancelarios como los que logró Colombia con Venezuela en días pasados. Las cifras de crecimiento del comercio de Colombia con Venezuela y los países del Pacto Andino ha aumentado en un 103. 3 por ciento, lo que representa un incremento sin precedentes. Colombia realizó en 1991 exportaciones a Venezuela por 450 millones de dólares, casi 100 millones más que el año inmediatamente anterior, y los estimativos apuntan hacia un incremento constante en los próximos años si las condiciones arancelarias y de baja protección a las industrias venezolanas se mantienen.

Pero si las cosas cambian allá, el resultado aquí puede llegar a ser catastrófico. Un alto funcionario del Ministerio de Hacienda lo dijo a SEMANA crudamente: "El verdadero motor de la apertura colombiana es Venezula".
Esta afirmación se basa en que el mercado venezolano es igual que el colombiano, a pesar de que ese país tiene cerca de 20 millones de habitantes contra cerca de 35 del nuestro, debido a que la capacidad de compra lo vuelve equivalente.
Esto significa que en condiciones de apertura en ambos países las empresas colombianas podrían llegar a duplicar sus ventas, y la prueba de que es así es que el proceso de apertura de filiales de empresas colombianas en Venezuela ha sido muy grande. (Ver recuadro).
El temor radica en que la presión que está recibiendo el Gobierno de Carlos Andrés Pérez por parte de varios sectores políticos y sindicales está dirigido a tomar medidas de congelamiento de precios y de establecimiento de ciertos subsidios, lo cual afecta las condiciones de la apertura de los dos países. Hasta el momento, las medidás no han sido drásticas aunque el congelamiento de las tarifas de energía constituye un subsidió en la práctica para las industrias venezolanas que tienen un alto consumo. Pero el gran miedo colombiano está más bien por los lados de las medidas en el campo cambiario, donde una política más agresiva de Venezuela podría obligar a Colombia a devaluar, lo cual se convertiría automáticamente en un nuevo factor inflacionario.
El tiempo irá diciendo hacia dónde está caminando Venezuela en estas materias. Por el momento hay signos de enturbiamiento del panorama por los lados de la solución al problema de límites, a juzgar por las primeras declaraciones del canciller Calderón. El hombre del Copei manifestó que el golfo es íntegramente de Venezuela, lo cual le quitaría todo piso a las conversaciones. Sin embargo, todo parece indicar que esa declaración está más dirigida a la galería que al Gobierno colombiano y que no fue consultada con Carlos Andrés Pérez. Pero lo que es realmente trascendental para el futuro colombiano, y específicamente para la apertura económica, es si Pérez logra convencer a su país de que el acuerdo de aranceles con Colombia puede tener el mismo efecto allá que aquí, lo cual es un pensamiento casi unánime en el sector empresarial venezolano.
Tal vez el escollo más grande que existe es que si se impone la apertura con Colombia y ésta arroja los beneficios que los analistas de ambos países le auguran, la integración entre ambas naciones sería de tal magnitud que opacarían de plano las razones del conflicto. Y en la existencia de motivos de enfrentamiento fundan su existencia sectores políticos muy fuertes del país vecino..
Lo que parece indicar todo el panorama de las relaciones entre Colombia y Venezuela es que, efectivamente, existe un vínculo de vasos comunicantes entre las dos naciones, pero que el verdadero efecto de lo que está ocurriendo en el país de al lado aún está por producirse.

ENTREVISTA: HERNAN ECHAVARRIA OLOZAGA
"CREO QUE EL "CARACAZO" ACABO CON TODO"
SEMANA: ¿Que importancia le otorga usted a la integración con Venezuela?
HERNAN ECHAVARRIA OLOZAGA: El mercado común con Venezuela es lo más sensacional que le ha podido suceder a Colombia. La disolución de la Gran Colombia es uno de los eventos trágicos de nuestra historia. La integración de mercados es muy difícil de hacer una vez que hay tantos intereses creados. César Gaviria tuvo el vigor intelectual y el vigor político para hacer lo que ningún otro presidente había logrado.
SEMANA: ¿Qué va a pasar después del caracazo ?
HEO: EI mercado común no se va a poder concretar después del "caracazo". Esa oportunidad se perdió por tres o cuatro días. Nos habíamos puesto de acuerdo sobre todo. El problema de aranceles externos estaba resuelto.
Llegó el "caracazo" y creo que acabó con el proyecto. Es un verdadero drama que se ha frustrado en el último momento. En Venezuela se regresó al modelo de una economía controlada. Están controlados los precios del aceite comestible, de la leche, de las pastas y de una serie de otros alimentos. No puede existir un mercado común en esas condiciones y no veo cómo Carlos Andrés Pérez pueda desmontar ese modelo.
SEMANA: ¿Y usted no cree que se podría hacer de manera gradual? HEO: Es difícil hacer una integración gradual. La gradualidad perturba las economías y deja a todo el mundo en suspenso. Un ejemplo de eso es lo que sucedió en Colombia el año pasado con el desfase entre el anuncio en la baja de los aranceles y la baja real. Si en Venezuela hay una economía controlada es muy difícil no tenerla aquí.
En el caso de dos economías de mercado ya de por sí se tendría el problema de la tasa de cambio. Si ya de por sí el hecho de que en Colombia la tendencia sea a revaluar, mientras que en Venezuela sea a devaluar, ya crea distorsiones, cuando las economías son controladas se introduce un factor adicional de problemas que es el control de precios. Hoy por hoy las cosas dependen en buena medida de la tasa de cambio. Si el peso se revaloriza mientras que el bolívar se desvaloriza, nos cae la trampa. Recordemos cómo en 1982, cuando se devaluó el bolívar, se encontraban hasta huevos venezolanos en Bogotá. Para sincronizar la diferencia de precios, la única manera sería estableciendo aranceles flexibles. Pero ponerse de acuerdo en esos temas no es fácil.
SEMANA: ¿Pero cree que la integración sea todavía posible?
HEO: Yo era optimista hasta febrero. Para mí la integración con Venezuela era la posibilidad para estos dos países de tener un desarrollo económico muy vigoroso. Desafortunadamente no veo cómo se pueda arreglar la cosa ahora.
SEMANA: ¿Su opinión sobre la integración no es compartida por los industriales en general?
HE0: Mi criterio en cuanto a las bondades de la integración es un criterio aislado. A diferencia de la mayoría de los industriales yo veo este tema a largo plazo, mientras que los industriales lo analizan con criterios inmediatistas. Desde luego soy consciente que al principio las cosas no van a ser fáciles, pero el resultado de largo plazo va a ser mucho mejor.
SEMANA: ¿Pero la apertura tiene mucha oposición?
HE0: Es cierto. Los sindicatos se oponen a la apertura más que los industriales. La guerrilla también. Ellos están viendo las cosas desde el ángulo sectorial. Si el problema es que los productos venezolanos empiezan a venderse en Cúcuta de tal manera que obliguen a cerrar plantas industriales que abastecían ese mercado, hay que pensar también que las industrias colombianas podrían competir con ciertos sectores en Venezuela, por mercados que tradicionalmente han sido de ellos.
SEMANA: ¿ Que más le preocupa sobre la apertura con Venezuela ? HEO: Existe otro problema muy grave, que es la llegada de los dólares golondrina que nos van a obligar a revaluar el peso. Por consiguiente, las importaciones van a ser más baratas mientras que nuestras exportaciones van a ser más caras. En dos años de un programa de revaluación del peso se acaba con todo. Le estaríamos dando una ventaja muy grande a los venezolanos. SEMANA: ¿ Cuál es su opinión sobre el problema del golfo?
HEO: EI problema del golfo es trágico. La discusión es absurda, pues los dos paises no se van a poder poner de acuerdo. No estamos suficientemente maduros para hacerlo. No se le puede pedir a los gobiernos que tomen decisiones de esta naturaleza, cuando Venezuela enfrenta una revolución inminente y en Colombia tenemos a la guerrilla al acecho. Pienso que este es un tema que se debe congelar hasta cuando los países estén listos. EI día que haya una integración comercial y buenas relaciones económicas, el golfo deja de ser un problema.