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“Mamita linda... mi ‘Chata’, cómo te extrañé. Parece un sueño despertar y estar a tu lado”, le repite Clara una y mil veces a doña Clara, mientras le besa sus manos

crónica

Pura alegría

En un conmovedor relato, Clara Rojas cuenta cómo tuvo a Emmanuel en cautiverio, por qué se separó del niño y cómo la relación con Íngrid se fue agotando poco a poco.

12 de enero de 2008

Cuando doña Clara de Rojas tuvo una hija, después de cuatro varones, la felicidad completa llegó a su vida y decidió bautizarla con el nombre de Clara Leticia, que significa en latín, "pura alegría". Y así fue como se vio a Clara Rojas cuando recobró por fin su libertad el jueves de la semana pasada.

En un dramático relato, Clara cuenta detalles que conmueven e impresionan sobre la miseria que le hicieron vivir las Farc en cautiverio. Habla de anécdotas que la hacen de nuevo reír. El milagro de haber tenido a Emmanuel en medio de la manigua. Y cómo se fue agotando la relación con Íngrid Betancourt, después de un fallido intento de huir de una selva impenetrable. Ambas fueron secuestradas el 23 de febrero de 2002 cuando viajaban por carretera hacia San Vicente del Caguán para un acto de campaña presidencial, tres días después de haberse roto el proceso de paz de las Farc con el gobierno de Andrés Pastrana.

Con una voz dulce y calmada, repite una y mil veces que le parece estar viviendo un sueño y que ahora quiere estrechar entre sus brazos a Emmanuel, porque es el mejor regalo que Dios le ha dado en su vida. "Estoy feliz de amanecer hoy con mi mamá, es un renacer y no veo la hora de encontrarme con mi niño y estar de nuevo con toda mi familia".

La entereza de Clara para contar hasta los mínimos detalles de su vida íntima y muy personal en manos de la guerrilla es sorprendente. Dice que cuando supo que estaba embarazada, no tuvo la posibilidad de contarle al padre del niño, de quien nunca volvió a saber nada y no sabe si está vivo o muerto. "Fue un momento muy crítico. Mi angustia era porque en medio de esas circunstancias yo quería tener al niño. Las primeras personas a quienes les comenté fueron Íngrid y Luis Eladio (Pérez), quienes en todo momento me dijeron que cualquiera que fuera mi decisión me iban a apoyar. Luego les conté a las otras 10 personas del grupo, entre quienes estaban los tres americanos, Jorge Eduardo Gechem, Gloria Polanco de Losada, Consuelo y Orlando Beltrán, quienes también me apoyaron en medio de risas y angustias".

"En ese momento me encomendé a las manos de mi Dios, traté de cuidarme, tenía muy poco apetito y los últimos tres meses fueron muy difíciles. Pedí que me atendiera en el parto la Cruz Roja, pero el comandante de las Farc decidió aislarme como a unos 40 metros del grupo y me dejaron en una especie de cambuche, solita. Ahí encontré un poco de paz. Al lado me construyeron un sitio para tener a Emmanuel".

En medio de las dificultades de tener a su hijo en la selva, Clara relata que la guerrilla le prometió que la atendería un médico que jamás apareció. "En el momento del parto me veo abocada a tener al niño como una mujer que vive en el campo, sin condiciones. Quería que naciera de manera natural pero no logré dilatar normalmente, y sin ningún control médico, con los pocos medios que había, dejé todo en manos de Dios y ese mediodía del 16 de abril de 2004, nació Emmanuel".

Cuando Clara despertó de la anestesia uno de los guerrilleros que le ayudó a traer a su hijo al mundo le dijo: "Estoy terminando de coser los puntos de la cesárea. Tranquila, no se mueva. Es un niño y está bien". "Al otro día, recuerda, me traen a Emmanuel y la emoción de verlo fue muy grande. Todo el mundo estaba alegre, había risas, llanto y emoción. Yo quedé muy débil, casi en los huesos, pero me dieron muchas ganas de recuperarme y de vivir por mi niño".

"Luego me dejaron inmovilizada como unos 40 días. Mi gran preocupación era que no me bajaba leche para poder alimentarlo y le daban al niño goticas como de agua de panela. Una de las mujeres le daba calorcito y todas esas cosas me hacían pensar que tenía que recuperarme para salvarlo".

"Cuando yo ya pude caminar mejor, nos avisaron que teníamos que iniciar una marcha, pero todavía no estaba en la posibilidad de cargar al niño y asignaron a una guerrillera para llevarlo".

"Los siguientes cuatro meses fueron muy intensos tratando de sobrevivir. Hubo un día en que pasamos por un río muy ancho que decían que era el Guaviare. Esa fue una experiencia tenaz por la corriente del río e incluso había algunos que no sabían nadar. Los que mejor capacidad física tenían eran los policías. Ahí todavía estaba con Íngrid y José Eladio".

"En octubre de ese mismo año, 2004, nos dividieron en grupos y quedamos como unas 10 personas y yo todavía tenía a mi niño. Íngrid alcanzó a conocerlo. Incluso ella fue la que le hizo la primera ropita que la traigo de recuerdo. Le hizo unos mitoncitos con unas sábanas azules que le quiero mostrar a doña Yolanda. Después la separaron de nosotros, pero yo no le di mucha trascendencia cuando se la llevaron porque varias veces ya nos habían separado y nos habían vuelto a juntar".

"En ese momento yo estaba muy preocupada por la salud de Emmanuel. Su bracito estaba fracturado desde el parto y no le curaba. Y no pude lograr que una picadura de mosco le sanara porque sólo había medicamentos para adultos. Entonces le mandé una carta al Secretariado para que le entregaran el niño a mi mamá a través de la Cruz Roja Internacional, pero jamás recibí respuesta. Después me convencieron de que era mejor separarme de él. Me parecía tenaz, pero me armé de coraje porque me prometieron que le iban a prestar servicio médico y me lo devolvían en 15 días. Yo ni siquiera lo pensé. El niño con esa leishmaniasis tenía que ser tratado con urgencia. Después me arrepentí de no haber esperado un tiempo y pedir que me trasladaran con el niño. La última vez que lo vi fue el 23 de enero de 2005".

La separación de su hijo es el momento que Clara recuerda con más tristeza. Nadie le daba razón de la suerte de Emmanuel. Y así le tocó soportar esa angustia de madre durante los siguientes años. "Un día me dijeron que lo tenía una familia en un pueblito, pero jamás me tuvieron en cuenta para tomar esa decisión. Después oí por la radio que lo habían visto en algún lado. Luego dijeron que en la selva había varios niños y siempre pensé que Emmanuel podría estar entre ellos. Todo el tiempo era una angustia insoportable. Hasta que recibimos la noticia de que nos iban a liberar y pensé, 'bueno, por fin voy a poder estar de nuevo con él'. Hasta que llega el 31 de diciembre y supe que al niño lo tenía Bienestar Familiar. Al principio me ofusqué, pero después caí en la cuenta de que era mejor, que allá estaba bien con la ayuda de Dios".

Lo que jamás entendió Clara fue cómo se anunciaba su liberación y la del niño, si no estaba con ella. Y más sorprendida quedó cuando Raúl Reyes, miembro del Secretariado de las Farc, sacó un comunicado en el que decía que ella estaba con Emmanuel, cuando hacía tiempo que los habían separado. "Yo no sabía si estaban engañando o él estaba mal informado. Pero lo importante era que mi niño estaba libre y me lo estaban cuidando. No veo la hora de llegar a Bogotá para tenerlo entre mis brazos".

Aunque a Clara se le nota el deseo de hablar horas enteras de su niño y del deseo de poder volver a estar con él, quiere recordar a su entrañable amiga Íngrid, a la que sólo volvió a ver cuando salieron a la luz pública las pruebas de supervivencia en diciembre pasado. "Me impresionó mucho verla tan agotada. ¡Ánimo, quiero verte pronto!", dice Clara.

"Cuando la vi tuve dos sentimientos encontrados. Por un lado, la felicidad de saber que estaba viva. Pero me puse muy triste por su mal estado de salud. A uno se le bajan las defensas y ella come muy poquito. Yo sé que se ha hablado mucho del deterioro de nuestra relación. Nosotras hemos sido siempre muy buenas amigas, pero en el secuestro la relación se agrieta en el momento en que fracasamos cuando intentamos escapar. Nos echábamos la culpa la una a la otra. El ánimo no era el mismo y perdimos mucho el sentido del humor, no comíamos bien y nos dejamos llevar de una situación muy triste. La relación se fue agotando y ya no había sintonía de la una con la otra".

Pero Clara lleva a su amiga en el alma. Así como luchaban en sus proyectos políticos, a los dos meses de haber sido secuestradas planearon escapar de las manos de las Farc, pero su intento de huir entre la jungla, fracasó. "Lo que pasa es que no contamos con suerte porque nos perdimos. No sabíamos para dónde correr. Una decía por acá, y la otra, no, por allá. Y no logramos orientarnos. En la oscuridad de la noche fracasamos. Pero si lo hubiéramos logrado, otra sería la historia. La angustia que teníamos era que el papá de Íngrid estaba enfermo. Nuestra situación se complicó porque a cada una nos amarraron a un árbol y nos soltaban sólo cuando nos íbamos a bañar. Así duramos castigadas un mes completo. Quince días encadenadas todo el día y los otros 15 teníamos las cadenas sólo por la noche. Empezaron a traer animales salvajes muertos para advertirnos del peligro si volvíamos a intentarlo. Comenzaron a aparecer culebras enormes y tarántulas de un momento a otro cerca de nosotras. Por eso la historia de Fernando Araújo es admirable. Porque logró internarse en la selva y sobrevivir" .

En su relato, Clara recuerda con profunda nostalgia que después de que lograron escapar Fernando Araújo y Frank Pinchao, los guerrilleros decidieron ponerle cadenas al ex gobernador de Meta Alan Jara y al ex congresista Orlando Beltrán. Y cómo en esas mismas condiciones infrahumanas mantienen las 24 horas del día a los soldados y a los policías.

"La despedida fue aterradora. Yo salí con el corazón en la mano. Supimos que nos iban a liberar entre el 18 y a 20 de diciembre. A partir de ahí nos empiezan a mover. Duramos 20 días moviéndonos por la selva. En varias ocasiones nos alcanzamos a asustar porque sentíamos de cerca los helicópteros del Ejército. Hasta el día en que nos dejaron en manos de un grupo que jamás habíamos visto y que fue el encargado de entregarnos a la misión humanitaria. Ahora sólo me resta decirles a todos los colombianos que les agradezco inmensamente su solidaridad. Que los amo profundamente y que cuenten por siempre conmigo, con mi mamá y con mi pequeño Emmanuel. Ojalá este mensaje les llegue a sus corazones y voy a luchar para que el resto de los secuestrados vean la misma luz que yo vi el día de mi libertad".