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Q.E.P.D.

El último incidente entre Gómez y Pastrana entierra las posiblidades del conservatismo en el futuro próximo.

21 de agosto de 1989


Para muchos el problema conservador comenzó a mediados de siglo con la ya legendaria división entre ospinistas y laureanistas.
Para otros, independientemente de ese antecedente, la pelea de ahora tiene motivos recientes. Lo cierto es que después de lo sucedido la semana pasada, el partido auténtico conservador--como ahora quieren llamarlo los alvaristas-- o el Partido Social conservador --como lo llaman los pastranistas--parece haber quedado irremediablemente dividido.

El último lío--tal vez el definitivo--surgió de un almuerzo el martes 18 en el restaurante Gran Vatel, organizado en homenaje al nuevo presidente del Directorio, Guillermo Angulo Gómez. Al parecer, el representante Fabio Valencia Cossio propuso exigirles a los alvaristas un "voto de obediencia" si pretendían aspirar a las vicepresidencias de Cámara y Senado. El ex presidente Pastrana consciente de las implicaciones que eso tendría, intentó moderar la posición. Pero antes de lograr algo definitivo y además sin que mediara documento escrito alguno, el chisme se filtró y el periódico El Tiempo, en primera página al día siguiente, publicó la noticia. Con el diario aún en la mesa del desayuno, el ex presidente Pastrana en declaraciones a RCN, visiblemente molesto, acusó al diario de tergiversar la información.

Pero el ex candidato Alvaro Gómez, en un comunicado a sus congresistas, desautorizó, una vez más, a sus seguidores para actuar en representación suya en la junta de parlamentarios, ante lo que él consideraba "un inesperado acto de hostilidad contra la convivencia" y "un acto discriminatorio y antidemocrático". Y aunque Pastrana intentó culpar del incidente a una mala información del diario liberal, el pastranista Valencia Cossio--presunto autor de la polémica propuesta--afirmó que "han distorsionado una posición obvia y lógica, como es la de que los miembros de un partido deben someterse a sus normas y respetarlas". En pocas palabras reconocía tácitamente que la propuesta si se había hecho.

Las relaciones entre el ex presidente Misael Pastrana y el candidato Alvaro Gómez venían en franco deterioro desde hacía varios meses. En 1981, Pastrana y Enrique Gómez acordaron en París una fórmula de unión para garantizar un candidato único a la Presidencia en 1982 (Belisario Betancur) y otro en 1986 (Alvaro Gómez). Los alvaristas sostienen que ellos cumplieron su parte del trato y que algunos de sus dirigentes, como Roberto Gerlein en la Costa, fueron claves para decidir el triunfo de Betancur. Sin embargo, piensan que los pastranistas no actuaron con la misma reciprocidad cuando le tocó el turno a Gómez. Fue entonces cuando comenzaron a agudizarse los problemas, pues para los pastranistas la derrota de Gómez frente a Barco en el 86 debía significar el entierro político definitivo del hijo de Laureano. Dados los aplastantes resultados de las elecciones del 86, que le dieron una ventaja de más de un millón de votos al candidato liberal, se podía pensar que los seguidores de Pastrana tenían razón en la lectura que hicieron de esas cifras.

Pero para los alvaristas las cosas tenían más de un lado. En París también había quedado claro que Pastrana, entonces único ex presidente conservador, era el jefe natural del partido. De todo el partido. Pero según el senador alvarista Rodrigo Marín, "Pastrana pretendió ser jefe del partido, pero sin dejar de ser jefe de su grupo". Según los alvaristas, esta tendencia se acentuó tras la derrota de Gómez. Pastrana, de quien se esperaba cierta neutralidad, sintió que su sector había adquirido patente de corso para darle palo al sector del derrotado. Y aunque al parecer los alvaristas comieron callados durante un tiempo, la resurrección política de su jefe, que se dio cuando fue secuestrado por el M-19, los envalentonó para comenzar a responder al garrote. Como es obvio, el que los alvaristas hubieran sacado las uñas, poco le gustó a Pastrana, quien dio evidentes muestras de disgusto a raíz de un almuerzo el 10 de agosto del año pasado en casa de Alvaro Gómez y al que asistieron Enrique Gómez, el ministro de Gobierno de entonces, César Gaviria, y el entonces presidente de la Dirección Liberal, Hernando Durán Dussán. Nadie sabe muy bien qué tanta leña metieron en la candela los liberales, pero lo cierto es que no habían acabado de pasar los postres cuando Pastrana se vino lanza en ristre y, a través del secretario general del Directorio, Hernando Barjuch, hizo saber que Gómez no tenía autoridad para negociar nada con el gobierno a nombre de su partido.

La respuesta de Gómez no se hizo esperar: desautorizó a los miembros de su grupo a representarlo 15 días después en la convención o a participar en el directorio a nombre suyo. Resultado: el nuevo Directorio quedó conformado por pastranistas, aunque dejaron unos puestos vacíos por si acaso. Y todo indica que quedarán vacios, lo cual, en vísperas electorales, puede ser dramático y definitivamente fatal para el Partido Social Conservador.--