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E S T A D O S    <NOBR>U N I D O S</NOBR>

!Que arranque el debate!

Mientras en Washington se discute acaloradamente el millonario paquete de ayuda que puede cambiar el rumbo de la guerra, en Colombia nada que se abre el debate. ¿Porqué ese mutismo? SEMANA habló con los protagonistas.

3 de abril de 2000

El príncipe de Lampedusa, escritor italiano del siglo pasado, acuñó una célebre frase que se amolda perfectamente a la manera como se ha hecho política en Colombia: “Que todo cambie para que todo siga igual”. Sin embargo, con los 1.600 millones de dólares de ayuda estadounidense para “luchar contra el narcotráfico” que se discuten en ese país para Colombia, las cosas parecen ir más bien por este lado: “Que todo siga igual aunque las actitudes cambien”. No de otra manera se explica que los políticos colombianos, generalmente muy propensos a la retórica verbal y a las deliberaciones interminables, no asuman posiciones públicas o se atrevan a levantar siquiera la mano frente a un tema tan trascendental para el proceso de paz como el paquete económico que se debate en Washington. ¿Qué hay detrás de esta ayuda para que casi toda la clase dirigente colombiana adopte una ‘política del silencio’?

Una de las interpretaciones es que todo hace parte de una sutil estrategia del gobierno. Como dijo a SEMANA el ex ministro Horacio Serpa, “el gobierno prefirió hacer el debate en el extranjero, y eso corresponde al talante unilateral del gobierno. Como siempre, no le importa la opinión de los demás”. En ese sentido esta ayuda se habría vuelto de tal importancia para presionar a la guerrilla en la mesa de negociación, para la imagen internacional del país y para la estabilidad económica que el Ejecutivo no se puede dar el lujo de abrir un debate en el país si no tiene amarrada la ayuda en el exterior. “Propiciar un debate ahora podría bloquear la ayuda. Por eso debería ser promovido una vez la plata sea aprobada por el Congreso de Estados Unidos”, advirtió Javier Sanín, decano de ciencias políticas en la Universidad Javeriana.

Una opinión similar tiene Viviane Morales, senadora liberal de la República: “Todo esto obedece a la banalización de la política y de cómo se tratan los temas de manera light a pesar de que el asunto del paquete de ayuda es fundamental”. Al respecto Morales agregó que el debate “no se queda así” y que por esa razón la Dirección Nacional Liberal le solicitó al presidente Pastrana convocar a sesiones extras tres días antes de sesiones ordinarias, que empiezan el próximo 16 de marzo.

El Ejecutivo, sin embargo, se defiende. Según Jaime Ruiz, conocido como el ‘superministro’ del gobierno, los liberales oficialistas de todas maneras se iban a oponer a la ayuda. “La verdad es que el debate se hubiera podido dar aquí pero los liberales no quisieron. Yo fui en diciembre pasado al Congreso de la República a explicar el Plan pero suspendieron la sesión”. Ruiz asegura que no es cierto que el gobierno no hubiera querido dar el debate sino que hasta ahora se interesan los liberales por él. “No quisieron debatir hasta que se dieron cuenta de que tenía posibilidades reales de ser aprobado”.



Satanización

Pero, más allá de si al gobierno le conviene o no abrir el debate político en Colombia, lo cierto es que el tema reúne todas las condiciones para que quien se pronuncie quede estigmatizado. “Y aquí los estigmas vienen con balas”, aseguró Javier Sanín. El creciente maniqueísmo frente a los temas sobre narcotráfico —y la ayuda estadounidense es un tema narcotizado— se le puede devolver como un boomerang a quien critique o defienda la ayuda. En un país que se debate entre “el nacionalismo pronarco y el moralismo proyanqui”, según palabras del analista Hernando Gómez Buendía, es muy difícil que se pueda hacer un debate público sobre este tema.

Para Sanín los candidatos presidenciales no se pronuncian porque temen que “les echen el agua sucia de que no se apruebe la ayuda si le hacen reparos. Esto ha llegado al punto que el único candidato que ha hecho oposición es el presidente Fujimori”. A todo esto, Horacio Serpa también tiene sus críticas. “Por lo que yo veo, nadie se puede oponer al tema antinarcóticos. La legalización no tiene espacio de discusión, y menos por parte de colombianos, porque el tema está satanizado”. Serpa también advirtió: “Yo no entiendo cómo el gobierno estigmatiza a los dirigentes liberales que salen a opinar sobre el tema. El propio Raúl Reyes dice que las Farc aprovecharon la visita a Europa para pedirles a los gobiernos que se opongan al Plan. Y a ellos el gobierno no les dice nada”.

Haya o no satanización, lo que sin duda hay es confusión. Por lo menos así lo ve Estados Unidos. La administración Clinton no entiende cómo Carlos Castaño y el gobierno apoyan el Plan Colombia mientras que el oficialismo liberal y la guerrilla se oponen. Pero a la vez el oficialismo liberal acusa al gobierno de tener una alianza política con la guerrilla. Sin duda los norteamericanos están bastante desconcertados con la lógica política en Colombia.



¿Que es el Plan?

Ya entrando en debate, la pregunta que todos se hacen es qué es el Plan Colombia. Nuevamente aquí todo el mundo tiene una opinión. Para algunos se trata del gran garrote en el proceso de negociación con la guerrilla. Para otros un programa integral para la paz y el desarrollo de las zonas marginadas. Para Horacio Serpa, por ejemplo, “el Plan Colombia se reduce a la plata de Estados Unidos, lo demás es retórica. Los 1.600 millones de dólares son simplemente un plan de erradicación de cultivos. Que está dirigido contra las Farc”. Serpa continúa: “Además no soluciona el problema. Se sigue ampliando la frontera agrícola y la deforestación mientras que las consecuencias sociales son terribles”.

Pero los interrogantes del ex candidato presidencial no terminan en la efectividad del Plan. “Hay algo que no se ha dicho. ¿Qué pasa con las 12.000 hectáreas de cultivos ilícitos dentro de la zona de distensión? ¿Cuáles son las metas y condiciones del gobierno norteamericano en materia de control al consumo, a insumos químicos y lavado? ¿Solamente van a mandar plata?”, se pregunta Horacio Serpa.

Sin embargo no hay unidad en el Partido Liberal frente al tema. Luis Guillermo Vélez, director de ese partido, dijo a SEMANA que “el asunto de las siembras de la droga es algo que no somos capaces de combatir porque está amparado por paramilitares y guerrilla. Si tenemos que usar la fuerza nos tienen que ayudar los norteamericanos”. Vélez agregó que, si bien el Plan Colombia era un catálogo de buenas intenciones, el paquete de ayuda estadounidense “es indispensable porque somos incapaces de hacerlo solos”.

Al mismo tiempo los medios tienen su propia opinión. El miércoles de la semana pasada el diario El Tiempo editorializó, cuestionando fuertemente el enfoque del Plan: “Colombia lleva 25 años de una guerra química contra la droga cuyo balance deja mucho que desear”. El editorial prosigue: “El área cultivada no ha hecho sino crecer y los cultivadores son expulsados de un área para reaparecer en otra”.

Pero frente a todas estas críticas el gobierno contesta con una posición diametralmente opuesta a la de sus opositores. Según Jaime Ruiz, el Plan Colombia, más que un plan de fumigaciones y erradicación, como lo ven algunos, es un plan de interdicción aérea y fluvial. Eso explica, según él, el elevado costo del componente militar, cuyo principal rubro son los helicópteros Blackhawk. “Los helicópteros se necesitan porque no hay vías en la zona de los cultivos y es la única forma de controlar los aviones con coca y las embarcaciones por los ríos. Hay un viraje claro de la fumigación, que ha dado resultados desastrosos para el país, hacia esa nueva estrategia”. Ruiz añadió: “Si mi política está basada más en la interdicción le pego a los capos medianos y grandes, no al cultivador”.

Ruiz sugirió que esta es la primera vez que un gobierno le pone condiciones a Estados Unidos. “El Plan no es un disfraz para atacar a la guerrilla porque no se necesita un disfraz para hacer lo que hicieron los gobiernos de Barco y Gaviria sin disfraz. Por el contrario, les dijimos a los norteamericanos que no vamos a seguir por el mismo camino a costa del país. Nosotros no sólo vamos a fumigar porque los cultivadores, igual, se terminan moviendo de un sitio a otro y al final no se logra nada”.



¿Y en Washington que?

A pesar del precario debate colombiano las dos semanas que acaban de pasar fueron decisivas para la aprobación del paquete de ayuda estadounidense a Colombia. Los cinco debates sobre la ayuda ya se llevaron a cabo y sólo una cosa está clara: hay consenso entre republicanos y demócratas en que hay que hacer algo pero no está claro todavía exactamente qué. Saben que si no le ayudan a Pastrana seguramente en el futuro no habrá otro presidente en Colombia que tenga un compromiso igual en el tema antinarcóticos. Los republicanos quieren apoyar el paquete tal como está, un 80 por ciento del dinero para el lado militar y un 20 por ciento para el tema social. Los demócratas quieren una relación distinta, que probablemente termine siendo 70 contra 30.

Lo paradójico de todo esto es que, a medida que la oposición colombiana hace lobby en Washington para que aumente la inversión social en el paquete, el ganador terminará siendo el presidente Pastrana. Mientras más dinero sea destinado para el tema social más rendimiento político le sacará el Presidente al Plan Colombia. Se llevarán carreteras, centros de salud, programas de sustitución de cultivos y programas de empleo en zonas que nunca tuvieron presencia estatal. Y todo ello con recursos gringos, manejados a través de un fondo controlado directamente por la Presidencia de la República y con un modelo de contratación privada, en su mayoría con ONG. En otras palabras, un verdadero dolor de cabeza para la oposición.