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Que hacer con Castro?

Estalló la crisis de Bogotá y muchos piden la revocatoria del mandato del Alcalde. ¿Qué es lo que esta pasando?

17 de enero de 1994

POR ESTOS DIAS MILES DE BOGOTANOS están ilusionados con la posibilidad de revocarle el mandato al alcalde Jaime Castro. Nadie entiende muy bien cómo se hace eso, pero en todos los medios de comunicación aparecen noticias sobre el tema. Sin duda alguna el tema es popular, pues cada vez que en radio se oye una línea abierta, o cada vez que en televisión se entrevista a un espontáneo en las calles bogotanas, lo único que dicen es que quieren cambiar de alcalde.
La impopularidad en el segundo cargo más importante del país, la Alcaldía de Bogotá, no es nueva. Lo que sí es nuevo son las dimensiones que ha adquirido con el actual Alcalde. La dinámica que ha tomado el movimiento por la revocatoria de su mandato, si bien no es realista, es humillante.
La revocatoria del mandato del Alcalde no es realista porque no es jurídicamente viable. Se ha creado la ilusión de que existe un nuevo mecanismo constitucional que permite, por medio de la recopilación de firmas, tumbar al burgomaestre. Eso no es cierto. En la actualidad es imposible revocar el mandato a cualquier funcionario elegido por voto popular en Colombia y concretamente a un gobernador o a un alcalde. El mecanismo de la revocatoria está contemplado en la Constitución, en el artículo 259, que a la letra dice: "Quienes elijan gobernadores y alcaldes, imponen por mandato al elegido el programa que presentó al inscribirse como candidato. La ley reglamentará el ejercicio del voto programatico". Esto del "voto programático" es la base de la revocatoria del mandato en Colombia. Pero no ha sido reglamentado por el Congreso de la República, y mientras esto no suceda nadie podrá ser sacado a sombrerazos de su cargo. Por tanto, el millón de firmas, las marchas de protesta. los paros y las propuestas de revocatoria en la Cámara de Representantes, no tienen valor jurídico sino político.
Y políticamente tampoco es viable la corrida de butaca a Jaime Castro. Todavía le falta un año largo de gestión. Si llegara a renunciar por presiones de opinión pública a comienzos del año entrante, sería necesario convocar a unas nuevas elecciones para escoger su reemplazo. Este proceso tomaría no menos de tres meses, durante los cuales el Presidente de la República debería que designar a un alcalde interino. Este, quien tendría una gestión de pocos meses, sería sustituído por quien ganara las nuevas elecciones. El recién elegido alcalde se posesionaría a mediados de 1994 y su gestión se extendería por seis meses, pues tendría que entregarle a su sucesor el 31 de diciembre. En otras palabras, si Jaime Castro renuncia, habría tres alcaldes diferentes en menos de un año. El vacío de poder y la falta de continuidad que esto produciría serían mucho más graves que la actual gcstión, por mala que ella sea. Por todo esto Jaime Castro se va a quedar hasta cuando termine su mandato.
El Partido Liberal, que en privado comparte las reservas que de él tienen los bogotanos, terminó por apoyarlo para evitar una catástrofe mayor. El Concejo de Bogotá, el viernes pasado, le dio un espaldarazo. Finalmente, si los liberales le quitan el apoyo a Castro, le están ofreciendo un banquete político a otras corrientes incluyendo al M-19-, que quieren adueñarse del espacio político creado por el movimiento anti-Castro. El mismo presidente César Gaviria metió baza en esta operación salvamento en una reunión el jueves pasado en Palacio. Alcalde y Presidente se reunieron a puerta cerrada para discutir la posibilidad de que el fisco nacional le meta el hombro a la crisis de la capital. Y después de eso, Castro tuvo una reunión con el jefe del Partido Liberal, Julio César Turbay, para que le diera una mano con la clase política. Como es previsible, será mas fácil lo segundo que lo primero; pero el tren de la maquinaria liberal prendió motores.
UN ASUNTO CAPITAL
Por tanto, el interrogante no es ya qué hacer con Jaime Castro sino qué tan responsable es él de la catástrofe que se está viviendo en la capital. Los habitantes de esta, acostumbrados a quejarse de una ciudad que nunca ha funcionado bien, no salen de su asombro de lo insoportable que se ha vuelto la vida en Santafé de Bogotá. De la noche a la mañana el tráfico parece el de Ciudad de México. Los huecos de las calles son enervantes en la vida diaria. La basura, abandonada en los andenes, es ofensiva. Y, sobre todo, la inseguridad (ver recuadro). Reina un malestar crónico en el ánimo de los bogotanos y el principal síntoma de ese estado de ánimo es el odio a Jaime Castro.
El actual Alcalde, obviamente, no puede ser considerado el único responsable de lo que esta sucediendo. Así como nadie puede arreglar una ciudad en un año, tampoco la puede acabar. Hay problemas represados de tiempo atrás, que simplemente le explotaron a él en las manos.
El principal problema es, sin duda alguna, la quiebra de la ciudad. Esta, que se protocolizó durante su manto, venía de años antes. La última vez que las finanzas de Bogotá fueron saneadas fue bajo la administracion de Alfonso Palacios Rudas en 1976. 'El Cofrade' llevó a cabo una revolución tributaria que refinanció a la ciudad. De ahí en adelante, el fisco bogotano fue un barril sin fondo. Varios alcaldes prefirieron no medírsele a ese problema y decidieron pasar agachados. Era más rentable políticamente ser recordados por temas marginales pero de gran impacto ante la opinión: Durán Dussán por la construcción de los puentes; Augusto Ramírez Ocampo por las ciclovías; Julio César Sánchez por los CAI; Andrés Pastrana por sus conciertos y la privatización de las basuras, y Juan Martín Caicedo por la construcción de los Cade y los Cami.
Algunas de estas estrategias funcionaron, pero distrajeron a la opinión pública del problema de fondo, que es el financiero. En dos palabras, el problema de plata de Bogotá consiste en que en los ultimos 30 años la proporción de recursos recaudados por concepto de impuestos se ha venido reduciendo considerablemente. Hoy en Bogotá se pagan per cápita los mismos impuestos que en 1961. Para compensar esto, se ha tenido que aumentar el costo de las tarifas de servicios públicos cuyos recaudos se han incrementado. Pero esta estrategia de no cobrar impuestos y cobrar mas por la luz, el agua y el teléfono, no podía ser eterna. Hoy las tarifas están upaquizadas y la gente no aguanta un aumento més. Por consiguiente, la única solución está por el lado de los impuestos.
Tradicionalmente la forma de recoger fondos para una ciudad es a través del impuesto predial. Este consiste en hacer un avalúo catastral sobre el valor del predio y cobrar una tarifa por este valor. Lo que sucede, sin embargo, es que en Bogotá hay más de un millón de predios y sólo la mitad tributa.
Andrés Pastrana trató de remediar esto aumentando los cobros del impuesto predial. Pero tan pronto se hicieron públicos los alcances de esos aumentos le tocó echarse para atras. Cuando llegó Juan Martín Caicedo, se inventó el sistema de valorización general. Este consiste en distribuir el valor de obras que beneficien a la ciudad entre los propietarios de los predios. Sin embargo, el proyecto tropezó con obstáculos tanto jurídicos como políticos y tuvo que ser abandonado.
Esa era la situación cuando Jaime Castro llegó a la Alcaldía de Bogota.La Constitución le permitía estrenar una serie de herramientas con las cuales no contaron sus antecesores. Concretamente se trataba de la oportunidad de que el Congreso expidiera un régimen político, administrativo y fiscal especial para la capital en el término de dos años. No se hizo y la pelota se la pasaron al Gobierno Nacional. Entonces Jaime Castro terminó haciéndole la propuesta al Gobierno del nuevo estatuto orgánico. El primer año de la administración de Jaime Castro se lo dedicó casi de tiempo completo a la elaboración de éste descuidando los otros frentes. Así fue como comenzó a crecérsele el enano. Pero el estatuto que salió de esta encerrona de un año, era en cierta forma una revolución en la historia del distrito. Por primera vez se contaba con herramientas para sanear el problema financiero de Bogotá. En primer lugar, se logró consolidar jurídicamente el cobro de valorización por beneficio general. Esta medida es de enorme alcance y a la fecha ha recaudado la suma de 23 mil millones de pesos. La segunda fue el autoavalúo catastral, un impuesto más para que el millón 200 mil dueños de predios por fin tributen. La tercera herramienta fiscal es la bimestralización del impuesto de industria y comercio.
No de menos alcance de estas disposiciones financieras son las administrativas y políticas que se derivan del estatuto. Las primeras consisten en la posibilidad de crear una descentralización real a través de los juntas administradoras locales. Estas son unos organismos elegidos por los habitantes de las localidades que reciben muchas funciones que no tenían en el pasado. Tal medida, sin embargo, pintaba mejor en el papel de lo que resultó en la realidad. Las juntas terminaron politizadas y sin recursos. La conclusi6n de este experimento es que la descentralización solo es efectiva cuando se les ceden poderes a los alcaldes0 locales y no a organismos colectivos. Y estos poderes tienen que estar respaldados por una chequera.
El tercer frente del estatuto orgánico es el político y en este caso las cosas sí han funcionado. En el pasado, Bogotá se manejaba bajo un sistema de cogobierno entre el alcalde y el Concejo. El cabildo era tanto legislativo como ejecutivo. A través de la presencia de los concejales en las juntas directivas de las entidades descentralizadas estas estaban en manos del Concejo y no del alcalde. El estatuto de Castro acabó con este concubinato, disminuyendo considerablemente el poder de los concejales. Esto -pocos lo discuten- fue muy sano.
Las medidas financieras pueden llegar a solucionar una parte del problema, pero todavía falta mucho. Para resolver el caos financiero en forma estructural, se requieren otros mecanismos audaces, como la venta de la Empresa de Teléfonos de Bogotá o incluso del Guavio. Castro se ha opuesto a estas privatizaciones y en ello va en contravía de las tendencias económicas contemporáneas. Tampoco es de descartar una sobretasa a la gasolina. Obviamente es una medida impopular, pero la situación ya no da para paños de agua tibia.
La crisis que esta viviendo Bogota obedece principalmente a problemas financieros y de esto no es responsable Jaime Castro. Pero hay asimismo otras consideraciones de peso, en las cuales sí tiene velas el Alcalde. Castro es un hombre estudioso y trabajador. Domina más que cualquiera la organización jurídica de Bogotá que fue en gran parte creación suya a través de la expedición del Estatuto Orgánico. Pero se le ha criticado en buena parte su incapacidad gerencial. Muchos de los problemas que aquejan a la ciudad como la basura, los huecos y el tráfico, están muy mal por una combinaci6n de dos factores: falta de plata y falta de gerencia. El primero no es responsabilidad del alcalde, pero el segundo sí.
Además de esto, tiene un problema de imagen. Castro, un hombre caluroso en privado, se ha proyectado en la Alcaldía como una persona hosca y poco comunicativa. Se le ha criticado una actitud de avestruz ante los problemas. Bogotá requiere un superejecutivo. Castro es un super abogado. Cuando fue Ministro de Gobierno, su mente jurídica le permitió hacer un muy buen ministerio y desempeñar un papel fundamental en el diseño de los procesos de paz y de descentralización. Pero la alcaldía es el primer cargo ejecutivo que ha tenido en la vida y Bogotá es, hoy por hoy, la empresa más grande del país. Es más difícil manejar la capital que manejar a Bavaria o a la Federación de Cafeteros. Y lamentablemente la mayoría de las personas que llega a regir sus destinos ha tenido poca experiencia administrativa. Castro no es la excepción. La diferencia es que su mandato coincidió con la explosión de todos los problemas, dándole una dimensión de catástrofe a algo que era una crisis. Y una catástrofe requiere ante todo un gran líder, que es lo que no ha sido Jaime Castro. Se necesitaba convocar a los estamentos nacionales para sacar adelante a Bogotá. Se necesitaba crear conciencia colectiva de lo que estaba sucediendo. Se necesitaba movilizar todas las energías hacia la causa. Todo esto requería capacidad de convocatoria y de comunicación que hasta ahora no se ha visto.
Jaime Castro conoce mucho más los problemas de Bogotá de lo que la mayoría de la gente supone. Tiene la capacidad de concebir soluciones estructurales, pero no ha mostrado la capacidad de ejecutarlas. Habría sido un gran Alcalde en una época de paz, pero le correspondió una de guerra. El es un general de escritorio, y lo que hoy necesita Bogotá es un general en el campo de batalla. -


= "El liderazgo no consiste en desmelenarse"
EL DEPORTE DE MODA EN BOgotá es hablar mal de Jaime Castro. Las afirmaciones que se hacen en torno a su gestión como Alcalde son siempre negativas. Estas son algunas de ellas, y las siguientes las respuestas del funcionario.
SEMANA: Usted tiene fama de ser el peor alcalde de la ciudad en mucho tiempo...
JAIME CASTRO: Eso sólo lo pueden decir quienes no conocen mi gestión o quienes tienen un interés político en vender tal idea.
SEMANA: Pero es la primera vez que piden la revocatoria.
J.C.: Claro. Antes no existía. Hoy ni siquiera está reglamentada legalmente. La piden en Bogotá porque la capital es la ciudad de mayor importancia. Para qué habrían de pedirla en Caparrapí?
SEMANA: Qué es lo malo que usted tiene que no han tenido los anteriores alcaldes?
J.C.: Que no cuido la imagen; que no estoy pendiente de ella y que trabajo sin contarlo.
SEMANA: Pero algo tiene que estar pasando para que estemos en este caos...
J.C.: Yo estoy impulsando y promoviendo un profundo cambio institucional, administrativo y fiscal, que afecta intereses, que pisa callos, que elimina privilegios. Prueba de ello son la descentralización, el desmonte de la coadministración y el desperezamiento fiscal de los bogotanos que decreté. Eso tiene un costo político e implica desgaste ante la opinión, que no me molesta pagar. El prestigio es para girar sobre él.
SEMANA: Dicen que a usted le falta liderazgo, que no tiene capacidad gerencial, que es un catedrático y que debería dedicarse a la docencia.
J.C.: Para mí es honroso que me consideren catedrático. No creo que o sea algo contrario a la capacidad gerencial. El liderazgo no consiste en desmelenarse. Nadie le ha medido la naturaleza, el contenido, los alcances y desarrollos previsibles al proceso de cambio político que puse en marcha y que lidero.
SEMANA: Muchos creen que la solución de los problemas de Bogotá es revocarlesu mandato.
J.C.: Si la revocatoria fuera la solución, Bogotá sería una ciudad feliz y sin problemas. Revocar un mandato es algo relativamente fácil. Lo difícil es encontrar quién pueda hacerse cargo, con honestidad, seriedad y visión de futuro, de una ciudad como la nuestra, que todavía se deja enredar en pequeñas disputas parroquiales.
SEMANA: El M-l9 apuesta que le va a revocar el mandato.
J.C.: Al M-19 no le importa Jaime Castro como alcalde. Le interesa como Ministro de Gobierno, cargo desde el cual, según los jefes del M-19, le impedí tomarse el poder que, en su opinión, tenía al alcance de la mano. Es un viejo pleito que el Eme revive cada vez que puede. Menos mal que ahora la cuenta de cobro que me pasa es política, porque de otra que me paso sólo me salvó la Divina Providencia. Ahora, si hubiere necesidad, me salvaría la sensatez democrática de los bogotanos.
SEMANA: Por qué el M-l9 convirtió la revocatoria de su mandato en tema electoral?
J.C.: Porque no tiene nada para proponer; ningún proyecto político en la cabeza y ni siquiera una hoja de vida publicable.
SEMANA: Usted tiene el Cristo de espaldas?
J.C.: Lo tenía. La situación empieza a cambiar. El Señor de Monserrate nunca abandona a sus buenos hijos.