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El nuevo comandante de las Farc, Timoleón Jiménez o Timochenko, es un sobreviviente de tres generaciones de dirigentes: la de Manuel Marulanda, la de Alfonso Cano y la suya.

CONFLICTO

A qué juega 'Timo'

En dos cartas recientes Timochenko busca que se abran espacios para el diálogo político. ¿Más retórica seudorrevolucionaria?

14 de enero de 2012

A diferencia de sus antecesores, el nuevo jefe de las Farc, Timoleón Jiménez, es muy locuaz. Arrancó el año con dos comunicaciones extensas. Una dirigida al gobierno de Juan Manuel Santos en la que propone retomar la agenda del Caguán y sentarse a dialogar. Otra, en respuesta al académico Medófilo Medina, quien hace varios meses le había escrito a Alfonso Cano una misiva en la que lo instaba a replantear la guerra como estrategia para cambiar al país.

En la carta a Santos, Timochenko vuelve a desplegar una retórica mítica y literaria, para justificar la existencia de las Farc y su guerra. Ha llamado mucho la atención el lenguaje prosopopéyico, y un estilo personal y apasionado en sus palabras. Acude a la historia bíblica para enaltecer a las Farc, esta vez, comparándolas con Adán y Eva cuando fueron expulsados del paraíso. Su afán por parecer ilustrado, y por desplegar sus dotes de escritor, han generado curiosidad e interés sobre sus verdaderas intenciones. Y aunque lo realmente importante es su llamado a dialogar y a retomar los puntos que, según él, quedaron pendientes en el fallido proceso que se adelantó con Andrés Pastrana, no responde a las exigencias que le ha hecho el gobierno de entregar a los secuestrados de inmediato y de cesar el fuego como condiciones previas para sentarse en una mesa. Santos, como es lógico, descartó de tajo un nuevo Caguán, y con ello, implícitamente, la idea de que en un eventual diálogo se aborde una agenda exhaustiva de reformas para el país como la que invoca el líder guerrillero.

El mensaje de Timochenko, no obstante, es un avance frente al mutismo de los anteriores comandantes del grupo guerrillero y la retórica vacía y anacrónica que los caracterizaba. Pero al mismo tiempo es desesperanzador: revela nuevamente la enorme brecha entre las aspiraciones políticas de la guerrilla y la posición del gobierno. Mientras el jefe de las Farc pretende discutir los grandes temas del país mientras siguen alzados en armas, el presidente Santos no va a mover un dedo si no liberan a todos los secuestrados y cesan el fuego. Algo, que de paso, la sociedad tampoco toleraría después de la experiencia del Caguán.

La segunda comunicación de Timochenko fue publicada en el periódico Voz, y es una larga respuesta al profesor Medófilo Medina, un reconocido historiador que ha estudiado como pocos la trayectoria del comunismo en el país. Medina le había escrito a Cano un texto con argumentos muy serios en los que reconoce las circunstancias del país que dieron origen a las Farc y que las han alimentado por años, pero cuestiona la decisión de mantenerse en una guerra que ya no los conducirá a cambiar las estructuras del país. Timochenko se toma el atrevimiento de responderle a Medina, después de la muerte de Cano. De nuevo, el texto muestra a una guerrilla incapaz de mirar sus errores, maximalista en sus aspiraciones, y con un lectura poco realista de lo que ha sido su papel en la historia. Exhibe a las Farc como representantes de las aspiraciones de las mayorías en Colombia, lo que refleja su miopía, anacronismo y aislamiento.

La carta ha generado opiniones encontradas. Por un lado, hay quienes ven en las cartas del jefe de las Farc un cambio de tono y de discurso por parte de la guerrilla que hay que tener en cuenta y podría reflejar un primer acercamiento hacia un eventual diálogo con el gobierno. Por otro lado, están quienes creen que estos mensajes no son otra cosa que un juego retórico que busca una interlocución política dentro de la estrategia de ganar el espacio perdido en los últimos años. Más allá de las intenciones de las Farc, lo único cierto es que mientras no demuestren actos concretos de paz que vayan más allá de la bicicleta estática de los discursos seudorrevolucionarios, ni el gobierno va a dar su brazo a torcer, ni la sociedad estará dispuesta a creerles.