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¿Qué pasa con Cali?

La sanción de la Procuraduría contra el alcalde Apolinar Salcedo, que acaba con su carrera política, es el golpe de gracia para una ciudad que lleva 10 años de desgobierno. ¿Cuándo dará el viraje?

8 de diciembre de 2006

Por estos días Cali ya no es la 'Sucursal del Cielo', como se le conoció en la década del 70, cuando era una ciudad próspera y el ejemplo a seguir para las demás capitales del país. De aquella urbe ordenada, donde se hacía fila al esperar el bus, con gente alegre y bulliciosa, queda muy poco. Sus calles están inundadas de basura y llenas de huecos, el caos vehicular es agobiante y hasta el clima parece distinto. Sus días soleados han dado paso a una larga y sombría decadencia. De la mano de una seguidilla de pésimos gobiernos y con sus mejores dirigentes dedicados a la empresa privada, Cali ha dejado de ser "un sueño atravesado por un río", como la definiera el poeta Eduardo Carranza, para convertirse en la pesadilla que a diario enfrentan sus dos millones y medio de habitantes.

Los caleños más optimistas dicen que la ciudad está sufriendo un cambio extremo. Otros, menos alegres, comentan que está hecha un desastre, y los más apocalípticos creen que la sanción impuesta por la Procuraduría (destitución e inhabilidad por 16 años) al alcalde Apolinar Salcedo es el comienzo del fin. Lo cierto es que durante las últimas semanas, muchos de ellos han vuelto a hablar de crisis.

Es que por donde se mire hay problemas. En primer lugar, de seguridad, como quedó en evidencia hace menos de un mes, cuando estalló la oleada terrorista, con una sucesión de bombas que duró tres días y ante la cual, el presidente Álvaro Uribe debió trasladar el comando de la Policía Nacional a la ciudad. Su plataforma de servicios públicos se encuentra amenazada, pues sus empresas municipales, Emcali y Emsirva, están intervenidas hace varios años por la Superintendencia, y el riesgo de la liquidación sigue latente. A lo anterior hay que sumarle los continuos escándalos en la construcción del sistema de transporte masivo y las acusaciones de posible corrupción en Metrocali, entidad encargada de sacar adelante el proyecto donde los caleños tienen puestas sus esperanzas de una verdadera renovación urbana.

El panorama no podría ser más desolador y preocupante. Sin embargo, una paradoja se esconde debajo de las malas noticias. A diferencia de otras crisis que ha sufrido esta capital, el momento económico de la región es envidiable. Las cifras indican que este año, como ningún otro, la actividad económica vive una época dorada. En octubre de 2006 la inflación apenas llegó a 3,9 puntos, muy cerca de la meta prevista por el Banco de la República y por debajo de la nacional, que se ubicó en 4,2 puntos. En el tema de empleo, Cali presentó la tasa de desocupación más baja de los últimos siete años, al llegar al 12 por ciento. Además, las exportaciones del Valle del Cauca han superado el promedio nacional y, según datos del Dane, a julio de 2006 sobrepasaban los 1.000 millones de dólares.

¿Entonces cuál es la verdadera Cali ? ¿La de los huecos y las basuras o la pujante que señalan sus indicadores económicos?

Lo cierto es que la ciudad enfrenta una crisis en su desarrollo y es palpable el atraso en comparación con Medellín o Bogotá, un problema que se ve aumentado por la ineficiencia del gobierno municipal. Un alto grado de responsabilidad recae en las costumbres clientelistas y corruptas, que han hecho carrera entre la clase política local y se han acentuado durante la última década.

La percepción del 75 por ciento de los caleños es que Apolinar Salcedo y su equipo no han demostrado la suficiente capacidad para resolver los problemas de la ciudad. Además, el 62 por ciento cree que es porque no cuenta con experiencia en el manejo de la administración pública, y el 57 por ciento de los ciudadanos no ha visto ningún esfuerzo de esta dirigencia por alcanzar los objetivos propuestos desde la campaña, según datos de una encuesta realizada en octubre, por la fundación Foro Nacional por Colombia, que se encarga de observar la gestión pública de la ciudad desde hace 11 años.

Esta crisis de liderazgo no es de ahora, es una constante y el legado de los últimos tres alcaldes: Mauricio Guzmán, Ricardo Cobo y John Maro Rodríguez. Lo que pasa es que durante la administración de Apolinar Salcedo, todos los problemas se han agudizado y existe el temor de que, mientras se defiende de la sanción de la Procuraduría, la ciudad quede sumida en la incertidumbre, y el desgobierno crezca. Algo que se comenzó a notar desde la semana pasada y fue reseñado en un editorial de El Tiempo: "Esto fue evidente ayer, cuando el gobernador Angelino Garzón y el presidente de la Cámara de Comercio de Cali, Julián Domínguez, dieron una rueda de prensa, sin la presencia del Alcalde, para anunciar el plan para recoger los montones de basura que asfixian a la ciudad".

Además, el alcalde Salcedo estará expuesto a la voracidad de un Concejo que ha demostrado no tener límites.

Apuesta equivocada

Cuando Apolinar Salcedo ganó la Alcaldía de Cali hubo un júbilo inesperado. A la sede de su campaña sólo se podía llegar caminando, pues las caravanas de taxis y la muchedumbre que se aglomeraba alrededor, impedían el tránsito normal. El edificio de tres pisos que alquiló durante la contienda estaba atiborrado de cientos de personas que coreaban su nombre y, al calor de la música de varias orquestas y del aguardiente que regalaban sin egoísmo desde una ventana de su sede, celebraban el triunfo de uno de los suyos. Un hombre humilde y superado. Que contra todos los pronósticos, dejó en el camino a varios contendores, unos más encopetados y otros mejor preparados.

Salcedo, que fue concejal durante nueve años, encarnaba la noche de su triunfo la ilusión de los miles de caleños que lo conocieron cuando peregrinaba en los buses, pidiendo apoyo para llegar al Concejo; así arrancó su primera campaña política. Los mismos que al saber de su limitación, sacaban monedas pensando que pedía limosna. Salcedo sólo buscaba darse a conocer, para que alguna vez recordaran su nombre y su figura. Esa oportunidad llegó en octubre de 2003, cuando, impulsado por seis de sus colegas del Concejo y otros personajes oscuros, obtuvo la mayoría necesaria para ocupar el primer cargo del municipio.

Muchos caleños cuentan alguna anécdota con 'Polo', mote con que se conoce popularmente al Alcalde y que hace que mucha gente crea que pertenece al Polo Democrático Alternativo, cuando en realidad quien dio el aval para su candidatura fue el movimiento Sí Colombia, de Noemí Sanín. Unos dicen que lo vieron tomando cerveza con un grupo de taxistas; otros, que se lo encontraron mercando en la galería con la señora; unos más, que lo escucharon en la radio echando chistes, en fin. Salcedo representó para la gente común un modelo a seguir y la esperanza de que las cosas mejorarían. Por los días de su victoria, y cuando aún era popular, hizo carrera en la ciudad esta frase: "Si el ciego pudo ¿por qué yo no?". Eso animaba a la gente para sobreponerse a cualquier dificultad. Las que no tardaron en aparecer.

Lo cierto es que Cali, una ciudad golpeada por una tradición de malas administraciones, hizo su apuesta más arriesgada cuando le entregó el mando a Salcedo, pues detrás del hombre superado que a todos encantó, incluida la gran prensa, había una coalición de poderosos profesionales de la política y los negocios que, finalmente, son los que manejaron durante 18 meses los destinos y la planificación de las políticas públicas en la Sultana del Valle.

El nombramiento del gabinete de gobierno de Salcedo fue la primera señal de que su mandato estaría destinado a pagar, con cuotas de poder, el apoyo recibido durante la campaña. Con una precisión milimétrica, distribuyó entre sus concejales amigos y los personajes que le financiaron su campaña, las secretarías y las empresas descentralizadas del municipio. Como lo denunciaron en su momento las unidades investigativas de SEMANA y El País, el diario de mayor tiraje en Cali.

Pronto llegaron los grandes escándalos que comprometieron a Salcedo y a su sanedrín de asesores, entre los que se destacaban José Mejía, Pedro Castro y Óscar Ayala.

Primero fue el negocio de la modernización de la secretaría de Hacienda, el que le costó la destitución de la Procuraduría. Un proyecto que, si bien era necesario para el municipio, pues el atraso de la entidad y la debilidad de sus sistemas, que se habían quedado obsoletos, redundaban en un pobre recaudo, fue muy mal ejecutado. Salcedo se empeñó, contra todas las advertencias que se le hicieron por parte de la Procuraduría Regional y la Dirección de Apoyo Fiscal del Ministerio de Hacienda, en sacar adelante esta cuestionada licitación que a todas luces, tal como lo acaba explicar la Procuraduría en su fallo de primera instancia, era irregular. Y esa actitud es incomprensible para quienes reconocen que el Alcalde es un avezado conocedor de la administración pública.

Pero las cosas no pararon allí. Fue en el círculo íntimo de su gobierno donde se gestó el peor caso de corrupción que recuerde la ciudadanía caleña en los años recientes. El presunto desvío de 16.000 millones de pesos, cuyo destino era subsidiar la educación de los niños más pobres del municipio, que se habrían desaparecido, según la Fiscalía, a través de nóminas paralelas. Por este caso hay 12 personas capturadas desde octubre de 2005, entre ellos dos concejales que lo apoyaron, Mauricio Mejía y Luis Mario Cuervo.

Los escándalos se sucedieron uno tras otro. A la par con el de educación, la Empresa de Servicios Varios (Emsirva), que era manejada en la sombra por el actual representante a la Cámara Tayrone Carvajal, debió ser intervenida por la Superintendencia de Servicios Públicos Domiciliarios, pues estaba al borde del colapso financiero, lo que hubiera dejado a Cali sumida en una emergencia sanitaria. Allí se investiga a una hermana del Alcalde que resultó con unos contratos poco claros.

Esto hizo que Salcedo cambiara su primer equipo de gobierno y, después de tres meses, anunciara su nuevo y actual gabinete. Allí llegaron figuras reconocidas y queridas en la ciudad como Amparo Sinisterra de Carvajal y Luis Fernando Liam; además, conservó otras que brillaron con luz propia, como el secretario de gobierno, Miguel Yusty.

En medio del oscuro panorama, en Cali se presentaron acciones que alentaron a la gente decente. Una de ellas fue la suscripción de un manifiesto conocido como 'Los dineros públicos son sagrados', que impulsaron la Cámara de Comercio de Cali y la Universidad Javeriana. La Iglesia, las fuerzas vivas y otros estamentos sociales convocaron a más de 5.000 personas que marcharon, vestidas de blanco, como símbolo del rechazo a la corrupción. "En Cali hay una reserva moral importante", dijo en su momento Julián Domínguez, presidente de la Cámara de Comercio. Ese movimiento reflejó que, aunque persistan diferencias entre los distintos grupos de opinión, hay una razón que los une: La lucha contra la corrupción que está arrasando la ciudad.

La ruptura del Alcalde con su equipo de trabajo incluyó el despido de su grupo de asesores y marcó un cambio en la actitud de Salcedo: desapareció de los medios y se escudó detrás de sus nuevos funcionarios. Así logró capotear a sus detractores hasta la semana pasada, cuando el anuncio del fallo de la Procuraduría lo puso de nuevo contra las cuerdas y les recordó a los caleños que ese proyecto de gobierno, el que tanta ilusión sembró, había fracasado.

Una lección deja la actual crisis de Cali:no se puede abandonar la administración pública al azar, pues proyectos populistas y que defienden intereses particulares por encima del bien común, pueden anidar allí, y causar un grave deterioro a la ciudad, como el que hoy desespera a los caleños.

Para volver a ser la Sucursal del Cielo, Cali tendrá que recordar cómo hace 30 años, sus mejores hombres y mujeres buscaban llegar a la Alcaldía, la Gobernación, el Concejo y la Asamblea, con buenas ideas y dejando atrás ambiciones mezquinas. De lo contrario, cada vez estará más cerca del infierno.