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¿QUE QUIERE EL M-19?

Después de los últimos asaltos en el Cauca el M-19 pide la palabra

7 de mayo de 1984

"Qué será lo que quiere el M-19?" Fue una pregunta que aurante la semana que pasó debieron hacerse varias veces los colombianos.
Todavía estaba caliente la noticia del asalto a Florencia, Caquetá, cuando ese grupo guerrillero emprendía otras dos acciones sucesivas, en el departamento del Cauca, en las poblaciones de Corinto y El Palo. La primera fue el miércoles 4 de abril, cuando 60 guerrilleros --de quienes se dijo estarían dirigidos por la figura central del episodio de la embajada dominicana, Rosemberg Pabón entraron al pueblo, atacaron el cuartel de policía, mataron a su comandante, quemaron archivos judiciales, se apoderaron de una plata y arengaron a la gente en la plaza.
La respuesta del Ejército fue inmediata y de una energía poco común. Helicópteros artillados sobrevolaron toda la zona bombardeando y así les bloquearon la retirada a los guerrilleros. Otra columna del M-19 dio un nuevo golpe al día siguiente en el pueblo vecino de Palos, según se supo, como maniobra de distracción para alejar al Ejército de Corinto y lograr así que los sobrevivientes del asalto pudieran retirarse. Al final de la semana, el saldo de muertos era muy alto: dos tenientes, un cabo, dos soldados, un sargento de la policía y 17 guerrilleros.
Una impresionante fotografía tomada en el lugar de los hechos, que mostraba un muchacho barbado y semidesnudo que yacía muerto, hizo que todos los que en alguna oportunidad conocieron a Carlos Pizarro León Gomez, tercero en jerarquía en el M-19, juraran que era suyo el cadáver. Pizarro, quien tenía fama de ser uno de los hombres más bien plantados del país, tenía un alto nivel cultural y, dada su habilidad en el trato, se había convertido en el encargado de las relaciones públicas. Estaba recién desembarcado de Cuba, donde había permanecido varios meses bajo control médico debido a una epilepsia que se le había agudizado, a una lesión en el hombro y a otra serie de problemas que no se había hecho tratar a tiempo.
Cuando ya se especulaba que el M-19 debía estar en las últimas, si sacrificaba a un miembro de la alta dirección en un ataque suicida, otro de los dirigentes, Andrés Almarales, en una rueda de prensa relámpago, desmintió la noticia de su muerte. Sin embargo lo hizo de refilón, respondiendo a una pregunta de un periodista y tras un discurso en el cual no lo mencionó para nada. También se habló por esos días de que Rosemberg Pabón estaría muerto, y al final de la semana tampoco había ninguna certeza sobre esa información.
Lo que parecía una guerra a muerte entre el M-19 y el Ejército, continuó durante todo el fin de semana. En combates de una violencia no vista antes, murieron 11 guerrilleros y 5 militares. Los procedimientos utilizados hacían pensar en aquellos países donde las tácticas terroristas y antiterroristas han alcanzado expresiones más agudas. El domingo el M-19 hacia explotar un carro bomba en Cali frente al batallón Pichincha, causándole la muerte a un transeúnte ajeno a todo conflicto. Ese mismo día el grupo guerrillero roceaba con ráfagas de metralleta el Batallón de Ingenieros Codazzi en Palmira.
Al mismo tiempo, el Ejército, echando mano de ocho helicópteros, comandos antiguerrillas y lanceros, practicaba una verdadera política de cerco y exterminio en la zona de guerra. El tupido bombardeo que utilizó hacia pensar que los muertos aparte de ser más de los anunciados, probablemente no fueran sólo guerrilleros, sino que la población civil también habría resultado lesionada.
La profecía
Buscando atrás se podía encontrar el origen de este despliegue de violencia en plena época de negociaciones de paz. Hace más de un mes se empezó a rumorar que el M-19 y las FARC, quienes habían venido actuando conjuntamente en el diálogo con el gobierno, habrían roto la alianza. Quince días antes del sonado ataque a Florencia, Alvaro Fayad, a nombre del M-19, hizo unas declaraciones que mostraban claramente su actitud opuesta a la de las Farc. Fayad habló mal del Partido Comunista, defendiéndose de acusaciones que les hiciera Gilberto Vieira, y anunció que en el futuro se harían sentir con una serie de "acciones espectaculares"
Más adelante, el país volvió a saber de ellos cuando interfirieron el discurso televisado en que el Presidente Betancur anunció el pacto con las FARC. Tras hacer sonar su "himno", el vallenato llamado "La ley del embudo", una voz de mujer joven reivindicó la toma de Florencia y atribuyó las versiones del fracaso de la operación a tergiversaciones de la prensa.
Sin embargo, a pesar de sus acciones y su lenguaje bélico, el M-19 seguía hablando a la vez de diálogo y de paz. El viernes 6 de abril dio a conocer un texto firmado conjuntamente con uno de los grupos guerrilleros "menores", el EPL. Manifestaban que de ahora en adelante éste sería su nuevo aliado, lo cual de alguna manera confirmaba que el acuerdo con las FARC estaba cancelado. El M-19 parecía demostrar que en materia de acuerdos con otros grupos, prefería ser cabeza de ratón a cola de león. Dado el tono esotérico del documento firmado en común, de éste se deducía que no aprobaban el tipo de acuerdo al que habían llegado las FARC, pero era difícil deducir porqué. Sin embargo, los observadores políticos coincidieron en reconocer que era importante que el M-19 hubiera arrastrado a una posición más abierta a un grupo tradicionalmente tan recalcitrante como es el EPL.
¿Qué quieren?
El domingo 8 el M-19 convocó a una rueda de prensa. El lugar estaba atestado de periodistas, hasta el punto de que no se podía respirar. Súbitamente aparecieron allí Monseñor Serna, José Gutiérrez y otros miembros de la Comisión de Paz, para actuar como testigos del mensaje que la dirección del grupo guerrillero quería hacerle llegar al Presidente. Minutos después apareció Andrés Almarales quien pronunció un discurso del cual quedaron claros algunos puntos. Dijo en primer lugar que el Presidente había roto el compromiso adquirido con ellos en la reunión de Madrid al cerrar el diálogo tan pronto volvió a Bogotá. Manifestó que a pesar de ello, el M-19 seguía dispuesto a dialogar. En cuanto al cese al fuego, dijo que su movimiento estaría en condiciones de imponerlo a sus militantes en 24 horas, siempre y cuando fuera el Presidente el primero en decretarlo dentro de sus propias filas. El cese al fuego serviría como preámbulo para un "diálogo nacional", con participación de todos los sectores políticos y populares, y no sólo entre el gobierno y los grupos guerrilleros: se pronunció en contra de los diálogos "a espaldas del pueblo" (como el sostenido por las FARC, se sobreentendía). El "diálogo nacional" tendría que allanar el camino hacia una auténtica apertura democrática. "Queremos la paz, pero no la paz de los vencidos", terminó diciendo, y añadió: "La guerrilla no está cansada ni está derrotada, pero no quiere ni una gota de sangre más".
Todos estos elementos permitían configurar un cuadro más claro de cuáles eran los propósitos del M-19: presionar, mediante acciones bélicas, la realización de un acuerdo de paz menos vago que el firmado por las FARC, eliminando el carácter bilateral de éste (gobierno-guerrilla) para ensancharlo a todos los sectores de la población. Pero había serias dudas sobre si el método que estaban utilizando, en lugar de llevarlos a su objetivo, no los estuviera empujando precisamente en sentido opuesto.--