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Querida Fanny

SEMANA evoca la vida y la obra de la mujer que transformó el teatro en Colombia.

16 de agosto de 2008

"Me pertenezco al público y de mi adentro lo único que me interesa es el amor"

Las miles de personas agolpadas en el Parque Simón Bolívar para el cierre del pasado Festival Iberoamericano de Teatro le hicieron su declaración de amor a esa mujer de pelo rojo alborotado, voz ronca, sonrisa amplia y largas piernas, que desde hace más de seis décadas se entregó de lleno al público colombiano. Los fuegos artificiales de la compañía F de Francia parecían volverse más intensos al ritmo del multitudinario grito: "¡Fanny, Fanny, Fanny, te queremos!". Eso es lo que siempre ha producido Fanny Mikey, devoción y agradecimiento que sólo se tiene hacia aquel que lo ha dado todo.

Alguna vez el poeta nadaísta Gonzalo Arango la describió como uno de "esos seres tan vitales que con su energía, Colombia podría mandar su primer cohete a la Luna. Incluso uno puede imaginarse perfectamente que Dios, después de hacer de la nada a ese monumento que es Fanny, se acostó a hacer la siesta y se durmió sobre los laureles". Y tenía razón, porque esa energía ni siquiera se le agotó cuando entró a la Unidad de Cuidados Intensivos de la clínica Sebastián de Belalcázar en Cali a causa de una afección renal. "El miércoles no hizo más que llamar a Bogotá pidiendo reportes de taquilla, preocupada por el estreno de 'Closer'", cuenta Mónica Suárez, jefe de prensa del Teatro Nacional.

Sus mañas de dormir muy pocas horas al día, trabajar de las 6 de la mañana a las 12 de la noche y nunca comer bien, nacieron de su pasión por el trabajo, su vida. De hecho, fueron las responsables de su tensión alta. "Soy la única judía devota de María Auxiliadora ¿y cómo no serlo, si he estado ocho veces en cuidados intensivos y siempre me ha salvado?", era la frase recurrente para disculpar esos excesos y ratificar esa terquedad que la ha hecho invencible. En últimas, mostrar que, sin importar los obstáculos, estaba dispuesta a aferrarse a todos los medios divinos y humanos para lograr su cometido, hacer teatro para todos. Sacar el mundo de las tablas de las minoritarias esferas de los intelectuales y llegarle al ciudadano del común para que pudiera disfrutar de él y pasar un buen rato. Para divertirse. Porque lo mismo ha disfrutado al hacer un café concierto -fue la primera en crear uno en Colombia con La gata caliente-, un monólogo político, un musical, una comedia, que una obra de García Lorca, Shakespeare o Ibsen. Una versatilidad que le ha alcanzado no sólo para actuar, sino también para dirigir, gerenciar, producir, escribir y hasta vender boletas.

De no ser por su empuje, Colombia no tendría el festival de teatro más grande del mundo. Una empresa que ya tiene 20 años, a pesar de haber empezado con el pie izquierdo. Gustavo Vasco Muñoz, presidente de la junta directiva de la Fundación Teatro Nacional y compañero de lucha de Fanny desde hace 40 años, recuerda que cuando iban a inaugurar el primer Festival Iberoamericano, una bomba que explotó en el baño del Teatro Nacional de la 71 puso en vilo su realización. "Entre los grupos invitados llegó uno de Brasil? que cuando estaba en el aeropuerto hizo una payasada ridiculizando a la Iglesia, lo que al parecer no le causó ninguna gracia a un grupo de derecha. Sin embargo, Fanny apareció ante las cámaras diciendo: 'Nos pusieron una bomba, pero el espectáculo continúa'". Con ella ha pasado lo mismo que con la famosa cábala de los teatreros: para que las cosas salgan bien en escena, nunca se desea buena suerte, sino mucha mierda.

"Cuando siento ganas de tirar la toalla me siento en una platea vacía de mis teatros y me pongo a pensar: a mí me van a velar en este escenario"

Fanny supo desde muy joven que lo suyo eran las tablas, tanto así que a los 16 años se enfrentó a su papá, un judío lituano que emigró a Argentina. "¡Eso es lo mismo que volverte puta!", vociferó furibundo, al darse cuenta de que su hija no iba a desistir de la idea. Después de tomar clases en la sociedad Hebraica Argentina, con maestros como Heidi Crilla y Emilio Satanovsky, llegó a Colombia en 1959. Vino detrás de un amor, el actor argentino Pedro Martínez, con quien ayudó a fundar al lado de Enrique Buenaventura el Teatro Experimental de Cali. Fue con esta compañía que empezó a dar muestras de su imponente presencia escénica y también de sus dotes ejecutivas al dirigir cinco versiones del Festival de Arte de Cali, que entonces se convirtió en un importante referente de la cultura en el país.

En 1967 se devolvió a su natal Argentina, una vez más siguiendo los pasos del hombre amado. Pero su relación terminó y Fanny decidió volver, y selló definitivamente su vínculo con Colombia. Esta vez su destino fue la capital, donde junto a Jorge Alí Triana empezó a trabajar en el Teatro Popular de Bogotá. Cuentan que en algún momento, lo parroquial de la sociedad santafereña frente a una Argentina mucho más moderna y abierta en el campo cultural, la hizo dudar de su elección. Pero si las condiciones le eran adversas, ella estaba dispuesta a cambiarlas. Una vez más asumió el doble rol de actriz y todera, trabajó organizando giras, llevando la contabilidad de la compañía y hasta ayudó a construir escenografías.

Casi una década después, Fanny empezó a coquetear con la idea de crear una fundación sin ánimo de lucro para materializar su sueño. "Cuando decidimos crear la Fundación Teatro Nacional, cuyo presidente era Tito de Zubiría, en la primera reunión Fanny, con su gran visión, habló de recaudar fondos y de la necesidad de hacer una sala de teatro en el norte para conquistar a ese público que no se iba a ir al centro para ver una obra -relata Vasco-. Preocupado, Jaime Glottmann, que estaba en la junta, preguntó: 'Si ustedes ya tienen el plan de negocios, ¿por qué no me lo muestran?'. 'Porque está en el corazón de Fanny', le respondí. Y así ha sido siempre, ella todo lo mueve con su corazón". La sede escogida fue una sala de cine casi en ruinas donde los recibió una rata. A pesar de eso, Fanny decidió comprarla con un gran sobregiro. La idea, aunque en un principio parecía muy ambiciosa, era crear un escenario que estuviera abierto a todo tipo de manifestaciones artísticas y no sólo a un grupo específico. Así inauguraron la fundación en 1981.

Lo suyo fue toda una revolución. En esa época no era bien visto por algunos sectores intelectuales que existiera un tipo de teatro comercial, pues consideraban que el verdadero era el de La Candelaria. Eran épocas de un teatro muy politizado, beligerante y de protesta social, al estilo Guadalupe años 50. Con el Teatro Nacional, que hoy día tiene dos salas y una escuela, se empezó a dar espacio a los nuevos dramaturgos, importancia a la giras y a las temporadas teatrales. Fanny cautivó a la empresa privada, para que se interesara en la cultura.

"El único momento de mi vida en que sudo -fuera de cuando bailo o hago el amor- es cuando tengo que ir a pedirle plata a la gente de acá. Me corren los hilitos por el costado de la fuerza que hago para convencerlos"

Sin duda, su obra maestra es el Festival Iberoamericano de Teatro, el gran responsable de la buena imagen que el país tiene en los más importante auditorios del mundo. Lo logró con una simple consigna: "Véncelos por el cansancio", frase que Fanny le ha repetido una y otra vez a Mónica Suárez en los 12 años que llevan trabajando juntas. Se refiere a su política de nunca aceptar un "No" como respuesta, porque ella, como lo aseguró alguna vez el escritor Isaías Peña Gutiérrez, "tiene una vocación infinita por las utopías".

"Siempre ha sido una mujer de empuje que ha logrado todo lo que ha querido", asegura Aleja Gallego, quien trabajó como productora durante seis festivales. "Si le decían 10 veces no, ella se hacía la loca, seguía hablando y decía 20 veces sí". Alejandro Figueroa, presidente del Banco de Bogotá, fue una de las 'víctimas' de su poder de convicción. "Ella nos enamoró de ese proyecto y nos arrastró en su aventura de convertir a Bogotá en una de las grandes capitales del teatro en el mundo".

Lo que hace especial el festival es que hay de todo y para todos. Desde obras selectas en idiomas extranjeros, que han demostrado que el lenguaje del teatro es universal, hasta circos, presentaciones gratuitas y espectáculos callejeros para divertir a los transeúntes. Todo gracias a la gigantesca infraestructura que ella creó para divulgarlo. Lo hizo al estar siempre un paso adelante, aplicando las mismas reglas de su vida al teatro: irreverencia, disciplina y tozudez.

"Fui la primera mujer que en Cali usó vestido de baño de dos piezas y la primera que posó desnuda, eso fue para el libro 'La vida pública'"

Si Fanny se ha distinguido por ser provocadora, no ha sido con la intención de transgredir por transgredir, sino porque todas esas expresiones hacen parte de su personalidad transparente que no le pone misterio a las cosas. En 1962 dejó que fotografiaran su torso desnudo para dar imagen al poema de Arturo Camacho Ramírez y luego, hace pocos años, sus allegados recuerdan que volvió a 'alborotar' a unos cuantos con otro destape frente a la cámara de Carlos Duque. La revista SoHo hace algún tiempo le pidió escribir su propio obituario y en él destacó que después de morir, hipotéticamente el 12 de enero de 2011, "la gente no podía creer que yo, a lo 85 años, todavía estuviera mostrando piernas y tetas y siguiera haciendo todas las locuras que hice". Agregaba que le gustaría que el día de su muerte estuvieran: "el Joe Arroyo y el Grupo Niche para que todos bailaran, tomaran y celebraran la vida, porque la vida valió la pena vivirla".

Con el mismo desparpajo habló varias veces de sus relaciones con hombres hasta 20 años menores que ella y de que la sexualidad se disfrutaba más a su edad. Como decía el personaje de su obra Enséñame a vivir: "No es suficiente con hacer el bien, también hay que pasarla bien". Cada vez que se iban de rumba Fanny, Janeth Marín y Mónica Suárez, después de una larga jornada en el Teatro Nacional, sus compañeros de trabajo decían "ahí van la chicas del mal". "Nosotros les decíamos que más bien éramos Las Chicas Superpoderosas y Fanny siempre se pedía a Burbuja, una de las heroínas. Cuando la internamos en la clínica, me dijo en la camilla, agitando los brazos, 'Burbuja, Burbuja'", contó Mónica.

Fanny no hay, ni habrá, sino una. Es de esos seres que nacen y hacen historia, porque lo que logran, perdura. "No es de las personas que uno conoce y pasan en la vida", reflexiona el director Jorge Alí Triana. "Estoy ensayando una obra que juntos planeamos estrenar en septiembre. No concibo mi vida sin ella". Igual les ocurre a todos los colombianos. Difícil imaginarse el teatro sin Fanny.

"Así es el arte, riesgo y obsesión. Así he aceptado vivir mi vida, así estoy comprometida con el futuro y por eso quiero dormirme soñando que voy andando y andando haciendo un mundo mejor".