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¿QUIEN ESTA UNTADO?

Un coronel acusado de irregularidades con un contrabando de éter, se vuelve acusador y desata escándalo

3 de septiembre de 1984

Definitivamente, los dineros de la mafia se movieron a todos los niveles, así como las acusaciones de haberlos recibido. Primero fue la "narcoguerrilla" que produjo un gran debate en el cual no faltó la intervención del embajador norteamericano Lewis Tambs. Y a los militares también les llegó su turno. Del asunto se venía hablando desde hace varias semanas. En un principio fue el escándalo de los oficiales de la FAC que fueron retirados de sus cargos por tener nexos con la mafia. Luego vinieron las declaraciones del obispo de Pereira, monseñor Darío Castrillón, quien aseguró que los narcotraficantes habían comprado a algunos altos jefes militares. Según una información aparecida la semana pasada en El Espectador, el retiro del teniente coronel Alirio Panesso de su cargo de comandante del batallón San Mateo, con sede en Pereira, habría sido ocasionado precisamente por las denuncias de monseñor Castrillón. Y finalmente, hace pocos días, le tocó el turno a la Policía Nacional.
Esta vez, Cali fue el escenario. Un coronel con nombre de salsómano en Nueva York, Johnny Barbosa, quien había sido recientemente removido de su cargo de subcomandante de la Policía del Valle, denunció en un documento dirigido a la Procuraduría General de la Nación que el comandante de la Policía Metropolitana de ese mismo departamento, el coronel Gustavo González, habría recibido en varias ocasiones millonarias sumas de dinero de la mafia, para que permitiera la salida por el aeropuerto caleño de Palmaseca de grandes cantidades de cocaína. Barbosa a su vez, había sido acusado y sometido a un proceso disciplinario por supuesta negligencia en los procedimientos de incautación de 50 canecas de éter, compuesto utilizado para producir la cocaína. Para el coronel González, las acusaciones de Barbosa no eran más que "la actitud de alguien que está respirando por la herida". El país entero, que escuchó un sin número de mutuas recriminaciones de los dos oficiales por la radio, no sabía qué pensar. Barbosa no se limitaba a señalar a González como "hombre pagado por la mafia", sino que afirmaba tener grabaciones de González Puerto y de algunos narcotraficantes, para respaldar sus denuncias. Lo más grave de todo parecía ser que, según Barbosa, él había escuchado en febrero de este año esas grabaciones en compañía de los comandantes de la Policía Nacional y del F-2, general Víctor Delgado Mallarino y coronel Miguel Maza Márquez, quienes se habrían comprometido entonces a remover a González y a investigar a fondo sus actuaciones. Barbosa, en su carta a la Procuraduría, relata cómo estas medidas nunca fueron tomadas por los dos. comandantes y asegura que, al día siguiente de su charla en Bogotá con ellos y de la presentación de las grabaciones, "el coronel González quien se hallaba en Cali, estaba totalmente enterado de ello".
Estas denuncias obligaron a la Procuraduría General de la Nación a llamar a declarar a Delgado Mallarino y a Maza Márquez y a finales de la semana se esperaba el desarrollo de las investigaciones que ese despacho estaba adelantando.
Para la opinión pública resultaba evidente que alguien estaba diciendo mentiras, pero todas las versiones parecían a su modo tan convincentes que no era fácil formarse un juicio.
¿Quién estaba untado? Esa era la pregunta que muchos se planteaban. Todo indicaba que el escándalo podía, como las pelotas en los juegos de béisbol, "picar y extenderse". Algunos rumores en Cali aseguraban que el móvil del asesinato del periodista Alirio Mora el año pasado podía encontrarse en sus investigaciones en torno al nudo de esta tormenta. La duda que se tenía era si la infiltración de la mafia en la Policía se caracterizaba simplemente por una serie de casos aislados, o si, por el contrario, el problema era mucho más complejo.--