Home

Nación

Artículo

¿QUIEN PISA LOS CAYOS?

Una vez más naves no identificadas violan el espacio aéreo colombiano y arrojan un explosivo a pocos metros de la playa de Serrana

27 de agosto de 1984

Cero y van tres. En el corto período de un año y tres meses, las aguas y el espacio aéreo colombianos en el Mar Caribe han sido violados por aviones y buques militares no identificados y en ninguno de esos casos el país ha podido enterarse de qué gobierno extranjero estuvo detrás de estas agresiones a la soberanía nacional colombiana.
Como se recordará, el primero de estos hechos se registró en abril de 1983 cuando potentes aviones volando a gran altura, irrumpieron ilegalmente sobre la isla colombiana de Providencia dejando un rastro de explosiones sónicas que alarmaron fuertemente a la población de la isla. Esa vez la opinión pública sólo supo que las explosiones habían sido posiblemente causadas por aviones de combate que, al romper la barrera del sonido, generaron tal estruendo. Aunque la Fuerza Aérea nacional prometió realizar una investigación, nunca el país fue informado de los resultados de ésta, ni qué había pasado a ciencia cierta, ni quién había sido el responsable de la intromisión.
Tres meses después, el 1° de julio de ese mismo año, el capitán de la FAC, Ricardo Rubianogroot, y el periodista Arturo Guerrero divisaron un barco de guerra que, con helipuerto y varios radares incluídos, navegaba muy orondo entre el banco colombiano de Quitasueño y el Cayo Serrana. "Es un buque americano, se ve claramente que tiene bandera estadounidense. Es una especie de corbeta de la Marina de Guerra de Estados Unidos", exclamó el capitán en ese momento. Esa no sería la única sorpresa. La otra, quizás mayor que la primera, emergió cuando el mismo capitán pudo constatar por radio que tal nave no tenía permiso del gobierno colombiano para estar en esas aguas. Un amplio artículo fue publicado poco después en el diario El Tiempo. Pese a ello el país nunca supo nada oficial del gobierno colombiano, ni se pudo confirmar que el barco tuviera la nacionalidad que creyó ver el capitán Rubianogroot. Ninguna reclamación diplomática hizo Colombia a país alguno por ello.
El tercer caso se presentó hace unos días en la noche del 19 de julio y la madrugada del 20 de julio. Esta vez, las cosas fueron sin duda más graves. Un avión de combate, acompañado por otro similar, tras penetrar ilegalmente el espacio aéreo colombiano, arrojó un artefacto explosivo en aguas muy cercanas a la costa de Serrana, cayo ubicado a 150 kilómetros de la isla colombiana de Providencia, y luego se perdió en el firmamento con la misma velocidad con que había llegado. Soldados colombianos presenciaron el incidente pero nadie pudo ver la insignia de caza. Sólo pudieron apreciar cómo una columna de agua se levantaba tras el estallido esta vez sí mortal para quien pudiera estar sobre esas o bajo esas aguas. Ese incidente no fue sino uno de los cuatro vuelos razantes que hubo en esas horas y sobre dicho cayo. En vuelo militar, dos cazas habían pasado, en efecto, por el mismo cayo dos horas antes, a las 6:30 de esa tarde (el del explosivo fue a las 9:20 de la noche, según informó el comandante de la guarnición de San Andrés, capitán de navío Alberto Charry Samper). Después, a las 23:45 p.m. y a las 4:45 de la madrugada del 20 de julio, otros vuelos intrusos completarían la racha que llenó de zozobra el área. ¿Qué significaban esos vuelos y ese bombardeo? ¿De qué nacionalidad eran los cazas? ¿De dónde salieron? Una semana después, el país tampoco sabe nada al respecto.
Lo único de dominio público es que --aparte del suceso descrito-- el General Gustavo Matamoros D'Costa, ministro de Defensa, informó muy temprano el 20 de julio al Presidente Belisario Betancur de los incidentes y confirmó a los periodistas que, efectivamente, el espacio aéreo nacional había sido violado por tales aviones.
Temiendo que algo grave pudiera sobrevenir más tarde, la respuesta militar del gobierno colombiano fue amplia y rápida. En "máxima alerta" fue puesta una fuerza compuesta de cuatro navíos de guerra, ocho cazas de combate, un avión Hércules para transporte de tropa, un submarino y tres divisiones de Infantería de Marina y Ejército. También fue reunido de urgencia, durante dos días consecutivos, el Consejo de Seguridad Intendencial, para analizar la situación y distribuir las tropas y el equipo bélico para proteger todo el archipiélago de San Andrés y Providencia.
Obviamente, esta movilización denunciaba que la alarma era alta a nivel del alto gobierno. No sólo era la tercera vez que irrupciones ilegales ocurrían en territorio colombiano sino que, ahora la cosa era hasta con bombardeo real. Muy pronto la Fuerza Aérea y la Marina abrieron la investigación respectiva, pero una semana después tal pesquisa no parecía haber descubierto mayor cosa. Sin embargo, lo que más ha sorprendido a algunos observadores es que después de la notable alarma y movilización declaradas, el incidente entró en una fase de hermetismo absoluto y de desmovilización inexplicable. Cuatro días después de los hechos descritos, y sin que las investigaciones emprendidas hubieran dado al parecer resultado alguno, el estado de alerta fue levantado. Tal revelación, hecha por el mismo Vicealmirante Tito García Motta, comandante de la Armada Nacional, en entrevista a Colprensa, no dejó de alarmar a algunos ciudadanos quienes no entendían como fue dada tan prematuramente, sin antes haber conocido, como dijo el vicealmirante, el origen y objetivo de tales vuelos.
A la opinión ante esos hechos y ante el hermetismo de las autoridades, no le ha quedado otro camino que hacer conjeturas. Lo que primero insinuaron algunos fue que Nicaragua --quien por las vías diplomáticas ha reclamado a Colombia la soberanía sobre el archipiélago de San Andrés y Providencia-- está detrás de la provocación. Pronto se estableció que esta hipótesis no resistía un análisis. El gobierno de Managua, a través del padre Ernesto Cardenal, rechazó inmediatamente el infundio. Nicaragua carece, además, hasta el momento, como los expertos admiten, de una aviación con el tipo de naves que protagonizaron los hechos del 19-20 de julio. Por otra parte, hay otro factor que disminuye la posibilidad de que Nicaragua o Cuba (algunos también barajaron esta posibilidad) hayan estado metidas en este lío: una flota norteamericana integrada por corbetas, destructores y al menos un submarino, junto con el porta-aviones Kennedy, se interponía en esos días entre la Costa Atlántica nicaraguense y las islas colombianas.
Esto hacía imposible que cazas"nicas" --si es que los hay-- volaran hacia Serrana, bombardearan allí y regresaran sin ser detectados electrónicamente por la flota norteamericana, y ésta, hasta la fecha no ha dicho esta boca es mía.
Otra hipótesis, sugerida indirectamente por algunas notas de prensa del país es que los aviones intrusos partieron del mismo portaviones Kennedy, el cual andaba por esas aguas y en esos días en maniobras navales. Según el diario barranquillero El Heraldo, un buque de guerra colombiano tuvo contacto con aviones desconocidos, dos días antes del incidente, "porque los aparatos aéreos sobrevolaron la embarcación y no se reportaron. El mismo diario informó que el portaviones Kennedy se encontraba "en el área, frente al cayo Serrana al momento del bombardeo" y que una nave colombiana identificada como Esmeralda avisó a la autoridades que el 20 de julio pudieron ver aviones de combate que "volaban a baja altura". El Heraldo señaló además que Don Basilio y El Isleño, barcos patrulleros colombianos, también "fueron sobrevolado en diferentes oportunidades por aviones no identificados".
En este caso, como en el del 1° de julio de 1983, la Marina de guerra norteamericana realizaba maniobras de la llamada Operación Unitas, en aguas colombianas.
Una tercera hipótesis incluye a Honduras en esto, por tener ese país pretensiones territoriales sobre el cayo Serranilla, que está a 180 kilómetros de Serrana. Desde octubre de 1983, Honduras mantiene conversaciones con Colombia sobre dicho asunto. Colombia a su vez sostiene un faro y un destacamento militar permanente allí. En junio de 1982 y el 3 de marzo de este año, el Presidente Belisario Betancur visitó Serranilla, Serrana, Roncador y Quitasueño, para ratificar la soberanía colombiana sobre dichos bancos lo que suscitó una nota de protesta del gobierno hondureño quien alega que Serranilla está en sus "aguas patrimoniales". Colombia respondió a esta misiva el 8 de marzo pasado e invocó de nuevo sus títulos, que están basados en la tradición histórica, la vinculación geográfica y la posesión pacífica e imperturbada de Serranilla. Esto no impidió que en ese mismo mes dos pesqueros hondureños con más de 40 hombres a bordo fueran hallados pescando ilegalmente en aguas colombianas.
Además, Honduras --cuyas relaciones con Nicaragua son muy tirantes-- está actualmente en maniobras militares aéreas, navales y terrestres con Estados Unidos. ¿Fue la intromisión del 19 de julio --se preguntan algunos observadores--, responsabilidad de Honduras quien con ella trataba de poner a prueba la capacidad de Colombia para defender los citados cayos y el archipiélago en su conjunto? Nadie se atreve, por ahora, a responder con un sí en voz alta. Lo cierto es que Honduras cuenta con la aviación militar más fuerte de Centroamérica. Según se enteró SEMANA, Honduras tiene más de 54 aviones de combate, incluyendo aviones Super Mystere (versión israelí del Mirage francés), aviones A-37 B Dragon Fly, jets Sabre F-86, aviones Aravas, Tucanos, Douglas C-47, Cessna 180, T-41 y dos cazas españoles C-101.
La embajada norteamericana en Bogotá, preguntada por SEMANA respecto de la ubicación exacta del portaviones Kennedy en la tarde del 19 de julio pasado declaró no estar en capacidad de "pasar esa información" y que hacía dos semanas los ejercicios de Unitas en Colombia habían terminado. En las ocasiones anteriores donde se ha registrado presencia naval norteamericana, se ha justificado la misma por las maniobras de Unitas. Es posible que ahora se vuelva a invocar lo mismo. Pero si ello es así no se explica entonces la movilización militar defensiva colombiana. Las consecuencias diplomáticas de una constatación oficial sobre la nacionalidad de los aviones agresores, tendrá indudablemente enorme impacto sobre las relaciones de Colombia con el país implicado en los sobrevuelos. Ello justificaría la prudencia de las autoridades colombianas en la valoración del insuceso.
Sin embargo, muchos se preguntan si Colombia, que posee islas, bancos y cayos en el cada vez más militarizado Mar Caribe, puede continuar con la actitud de pasar "chita callando" esas violaciones a su soberanía aérea y naval. Hoy la cuenta va en cero y van tres. Ojalá que no se llegue a una nueva cifra impunemente.