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Al paredón con María Isabel

¿Quién tiene la responsabilidad política de la crisis institucional que estamos viviendo?

El ex ministro Néstor Humberto Martínez le responde a María Isabel Rueda.

27 de enero de 2007

M.I.R.: La semana pasada estuvo muy movida en relación con la para-política. ¿Qué cree que estará pasando dentro de seis meses en el país político?
N.H.M.: Nos estamos despertando de la anestesia de las vacaciones de fin de año, que no permitió advertir en el paciente de la política colombiana los dolores que causa la grave crisis de la para-política. Pienso que si no se actúa muy rápidamente, en este semestre vamos a estar viviendo una crisis permanente de la política que podría llegar a alcanzar a las distintas instituciones del Estado.

M.I.R.: No veíamos una crisis política de tan grave dimensión desde el proceso 8.000. ¿Cree que hay similitudes entre las dos situaciones?
N.H.M.: Las similitudes son extremas. En este caso estamos ante una crisis de valores colectiva donde hay unas responsabilidades políticas que se deben exigir. En el interior del Estado el gobierno debe liderar una acción concertada para resguardar las instituciones y combatir a fondo las expresiones de la para-política, dejando a salvo la estructura del Estado.

M.I.R.: Tengo la teoría muy personal de que parte de la crisis que estamos viviendo se debe a que el proceso 8.000 nunca culminó…El presidente Samper no asumió una responsabilidad política ni judicial, el Congreso fue cómplice; la justicia, semicómplice; la sociedad se dividió profundamente entre uno y otro bando, y la clase política, que ya había comenzado su proceso de podredumbre, se dio cuenta de que no le pasaba nada si se seguía dejando contaminar…
N.H.M.: Los procesos tienen muchas manifestaciones externas en común, pero uno no tiene para nada génesis en el otro. Lo que estamos es caracterizando el mismo proceso y nos puede llevar a una gran frustración, si la sociedad se queda quieta esperando simplemente sentencias y no se va más al fondo para enfrentar esta afrenta contra las instituciones democráticas. No puede ser que opere solamente el reflector que enfoca a la justicia, con unos fallos que van a llegar tardíamente, con una capacidad de instrucción que no se tiene, a pesar de los valientes esfuerzos de la Corte y la Fiscalía. Vamos a vivir una nueva agonía en la gobernabilidad del país. Todas las mañanas vamos a amanecer con otro macroescándalo si oportunamente no se separa lo político de lo judicial. Esta semana que pasó fue el memorando de Ralito. Y la que viene, ¿cuál será… y así ¿hasta cuándo?

M.I.R.: Como le pasaba a Samper de presidente…
N.H.M.: Exactamente. Por eso esto hay que cauterizar inmediatamente el problema en lo político y lo social, y dejar que avancen los procesos judiciales. No puede ser posible que no podamos llegar a un acuerdo para ver cómo salimos de la crisis. El país venía evolucionando bien. Estaban funcionando bien la economía, la percepción internacional, el clima de optimismo… Ahora, nuevamente, los medios filtran información, la oposición en su escenario en el Congreso está ganando espacios y haciendo del gobierno la gran víctima de este proceso. Y el gobierno, un poco en la esquina, replegado, poco proactivo, defendiéndose todos los días y, hay que decirlo, con un Presidente solo, sin gobierno al lado que le ayude en medio de las circunstancias, con un gabinete que no está a la altura de la crisis que estamos viviendo.

M.I.R.: ¿Qué le sugeriría al Presidente para afrontar la crisis?
N.H.M.: El Presidente tiene el liderazgo y la capacidad para actuar desde la jefatura del Estado y no simplemente desde la jefatura del gobierno, convocar a todos los sectores sociales, hacer un proceso de concertación con todos los partidos políticos, con las Iglesias, empresarios, trabajadores, para que blinde a la sociedad y al Estado del proceso mafioso que constituye la para-política.

M.I.R.: Para esa convocatoria hay un problema: el Partido Liberal ha insistido en que el fenómeno para-político es de la coalición de gobierno, y que allá no los ha tocado, a pesar del caso de López Cabrales…
N.H.M.: El presidente Gaviria tiene la grandeza para sentarse en una misma mesa con el Presidente de la República para desarrollar esa política de Estado. El Partido Liberal tampoco puede eludir sus responsabilidades. Parte de los señalamientos apunta a miembros del partido, prestados a la coalición de gobierno.

M.I.R.: ¿El tratamiento que se les ha venido dando a congresistas y políticos que han aparecido vinculados con el paramilitarismo, como el de pedirles que se marginen del Partido, le ha parecido adecuado?
N.H.M.: Es completamente errado el tratamiento que se le está dando desde los partidos a este problema. Distintos sectores sociales y el político, en particular, no han asumido sus responsabilidades. Se hacen los de la vista gorda, cuando lo que necesitan es emprender un profundo exorcismo. Eluden sus responsabilidades y se las entregan a la justicia. Están judicializando la política, en medio de una grave crisis moral y política.

M.I.R.: ¿O sea que los partidos no han estado a la altura de las circunstancias? Como está de moda decir que las responsabilidades son individuales y no colectivas…
N.H.M.: Ninguno de los partidos ha dicho esta boca es mía. Por el contrario, sólo se reclama el respeto a la presunción de inocencia de los implicados. Si alguien tiene que actuar, que sean los jueces… ¿y dónde están las directivas políticas y los comités de ética? La sociedad está pidiendo es que haya responsabilidades políticas. El propio Presidente debería, en un acto de grandeza y alta responsabilidad, pedir que desde los partidos que lo acompañan se le responda al país, llegando al punto de poner por fuera de la coalición de gobierno a los movimientos y sectores que están claramente contaminados.

M.I.R.: ¿Y quién sería el responsable político de la situación en el Partido de la U?
N.H.M.: El país conoce los responsables en cada movimiento y partido. Hasta donde se sabe, públicamente la lista de La U la hizo el ministro Santos.

M.I.R.: ¿Es usted partidario de la transmisión televisada de las confesiones de los jefes paramilitares?
N.H.M.: Desde lo político, puede ser conveniente que las confesiones de los jefes paramilitares se hagan ante los medios de comunicación. Pero desde el punto de vista de la justicia, es absolutamente oprobioso e inconveniente, inclusive para los fines de las pesquisas y las indagaciones judiciales que tienen que llevar a cabo los fiscales. ¿De cuándo acá, en medio de unas indagaciones que apenas comienzan, que deben ser objeto de comprobaciones, donde hay que prevenir las coartadas, las indagatorias se hacen públicas para impedir la investigación judicial? Cada cosa a su tiempo: en la etapa del juicio, la sociedad podrá conocer la verdad.

M.I.R.: A usted, que fue ministro del Interior y de Justicia cuando estos cargos existían separadamente, ¿le parece que en una situación de crisis como la que estamos viviendo, se justificaría volver a separarlos para que ambos campos, el de la política y el de la justicia, estén adecuadamente cubiertos y diferenciados?
N.H.M.: Sin lugar a dudas. Creo que en la situación presente es altamente inconveniente tener fusionados esos dos ministerios. En un entorno caracterizado exclusivamente por la judicialización de la política, el ministerio fusionado resulta muy cómodo, pero esto es inconveniente. Hay que hacer política… sin entremezclarla con la justicia. Un ministro de Justicia nunca habría avalado esta propuesta… Insisto en que lo apropiado sería que desde el gobierno y los partidos se tomen decisiones políticas, y que después cada responsable se defienda en el ámbito de lo judicial. Pero hay una entremezcla entre lo político y la justicia que es absolutamente dañina, y que actualmente encarna el Ministerio del Interior y de Justicia, insuficiente para conjurar la crisis actual. La sociedad no está entendiendo nada de lo que está pasando. La verdad debe ser en lo político, en lo jurídico y en el proceso a que da lugar la Ley de Justicia y Paz. En lo político, por ejemplo, hay que salvar el proceso con las autodefensas. Los paramilitares no pueden poner conejo ni se les puede poner conejo, o solamente les dejamos una opción: salir en retirada a levantarse en armas contra el Estado, como ocurrió con la autodefensa campesina liberal del siglo pasado. Eso ya lo vivimos. Esta puede ser la guerrilla del siglo XXI. Entonces, ¿cuál va a ser el futuro de este país?