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Laura Paola Rivera fue diagnosticada con linfoma de Hodgkin, un cáncer que se supera con quimioterapias.

SALUD PÚBLICA

Quimioterapia o placebo

El dramático testimonio de una joven con cáncer en Bucaramanga deja al descubierto una peligrosa falta de control en el tratamiento de miles de pacientes en todo el país. La Procuraduría tomará medidas.

10 de septiembre de 2011

En febrero pasado, Laura Paola Rivera estaba estudiando Derecho en Bogotá cuando sintió una molestia en el cuello. En pocos días el malestar se agravó y empezó a sentir una masa extraña. Dejó todo, regresó a su casa en Bucaramanga y, alarmada, consultó al médico. El diagnóstico la derrumbó: linfoma de Hodgkin con esclerosis nodular, un tipo de cáncer que exige tratamiento urgente para evitar que se expanda. "Uno nunca imagina que con 18 años pueda tener cáncer, uno sufre, y sufre la gente que está con uno porque cuando se habla de cáncer se piensa en la muerte", dice.

Con angustia fue asimilando la devastadora noticia. Se informó lo mejor que pudo y empezó el tratamiento abrigando la esperanza de que su tipo de cáncer registra una de las más altas tasas de supervivencia. Sin embargo, la situación empeoró cuando cumplió el 70 por ciento de las quimioterapias requeridas y se dio cuenta de que nada pasaba. Ni perdía peso ni se le caía el pelo.

Las condiciones del lugar también la inquietaron. "Los enfermeros entran con tinto y almuerzan ahí, frente a uno. El tratamiento de la quimioterapia es fuerte y hace que no sea muy sensible a los olores, se sienten náuseas y se vomita. Allá pasaban hasta dos horas para que alguien limpiara una vomitada", recuerda.

Su preocupación coincidió con el concepto de dos reconocidas oncólogas (especialistas en tumores), una en Bucaramanga y otra en Bogotá, a las que consultó como particular. Ellas le dijeron que era muy extraño que le estuvieran aplicando la quimioterapia y no tuviera las reacciones esperadas. Al hacer las mediciones del caso, encontraron que la reducción del tumor no se compadecía con el supuesto tratamiento aplicado. De inmediato, Laura Paola retomó el tratamiento en otro centro hospitalario.

¿Qué pasó? ¿Es un simple accidente? ¿O se trata de un preocupante fenómeno de salud pública?

Laura Paola se quejó ante la Procuraduría y esta coordinó, con el Invima y el Ministerio de Protección Social, una visita sorpresa al centro médico el pasado 10 de agosto para verificar los procedimientos y tomar muestras de las drogas.

Uno de los hallazgos que más llamaron la atención fue que el establecimiento no tenía certificación del Invima "para llevar a cabo la preparación de mezclas oncológicas", razón por la cual, como medida sanitaria, se ordenó cerrar esta área del centro médico.

El dato es preocupante porque no se trata solo de este centro médico. En Colombia hay 390 centros en los que se hacen mezclas de medicamentos (para tratamientos complejos como la quimioterapia) y solo 40 tienen el certificado del Invima para operar. Y lo que puede ser peor aún: para obtener ese certificado el centro debe pedir una visita del Invima y solo se han hecho 144 visitas y, de estas, solo 40 pasaron la prueba.

Eso quiere decir que hoy hay 329 centros que mezclan medicamentos cruciales para la vida de muchos colombianos que operan sin certificación. ¿Cuántos de ellos son centros de 'garaje' y cuántos son instituciones serias que no se han puesto al día con la ley? Es una pregunta para la que las autoridades no tienen respuesta.

Curiosamente, el centro de mezclas del Centro Oncológico en cuestión había sido visitado en marzo pasado; en esa ocasión tampoco pudo acreditar la documentación necesaria para operar y a pesar de ello no recibió ninguna sanción ni se dispuso ninguna medida con un argumento que a la larga puede resultar contradictorio: el Invima dijo que allí había pacientes en tratamiento y se "podrían generar mayores riesgos a la vida y a la salud" de estos.

Un segundo hallazgo de la inspección de agosto mostró que los medicamentos recetados, que fueron trasladados a Bogotá para que el Invima los revisara, efectivamente estaban mezclados, pero no se puede determinar si en las cantidades que requiere el tratamiento formulado. ¿Por qué no se puede determinar si los compuestos más efectivos y costosos estaban en la medida adecuada? La directora del Invima, Blanca Elvira Cajigas, dijo a SEMANA que no se cuenta con la tecnología para hacer ese cálculo.

El tema, sin duda, merece que las autoridades de control hagan un estudio más detenido, si se tiene en cuenta que dicho Centro Oncológico tuvo utilidades sorprendentes y que se trata del 'negocio' de la salud: en el primer semestre de este año, con corte a junio 30, ese establecimiento reporta una utilidad operacional de 1.034 millones de pesos.

Luego de entrevistar a la joven, esta revista le solicitó a la Procuraduría los resultados finales de la inspección. En general, los medicamentos encontrados tenían los registros sanitarios y fecha de vencimiento vigentes "a excepción de una ampolla de Oncoemet" vencida, hallada en la sala de quimioterapia ambulatoria, según se lee en el acta de la visita.

Sin embargo, Piedad Sanabria, subgerente administrativa de la IPS, niega que haya irregularidades y dice que la inspección se hizo de manera agresiva: "El medicamento vencido cuesta solo mil pesos y su aparición obedece a algún descuido, además no es un medicamento de preparación. Parece que detrás de todo esto hay intereses personales de algunos entes de vigilancia y de profesionales celosos del surgimiento de esta IPS", le dijo a SEMANA.

Lo más sorprendente es que al día siguiente de la inspección hecha por las autoridades al centro médico, Laura Paola recibió una citación de la Fiscalía para que se presentara y tratara de conciliar la denuncia que instauró contra ella el centro médico por injuria y calumnia. Aún hoy no se sabe si se trata de una mejora en la velocidad de la Fiscalía para atender denuncias o si refleja el poder que tienen los operadores de la salud.

La pregunta de fondo es qué se puede encontrar si se hace una revisión a profundidad de los centenares de centros médicos que operan sin la debida observación del Invima y demás entes de vigilancia. Según Nury Villalba, directora de la Fundación Esperanza Viva, que atiende a pacientes con cáncer, mientras que en el mundo el 80 por ciento de los niños con cáncer se salva por un adecuado tratamiento, en Colombia esa cifra se reduce al 50 por ciento.