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El ministro de Trabajo Rafael Pardo asumió el encargo de la Alcaldía de Bogotá en medio de los ataques de los seguidores del saliente alcalde Petro. | Foto: Guillermo Torres

BOGOTÁ

¿Rafael Pardo está encargado o encartado?

Para los petristas es un impostor y para el resto de bogotanos el responsable de arreglar los problemas de la capital.

22 de marzo de 2014

No había pasado una hora después del anuncio del encargo de la Alcaldía de Bogotá a Rafael Pardo, cuando el ministro de Trabajo ya había recibido el primer insulto: “Impostor”. Así calificó Gustavo Petro, en su discurso de salida del Palacio Liévano, a su sucesor temporal, escogido por el presidente Juan Manuel Santos. Al señalamiento en la Plaza de Bolívar se sumó otro ataque en las redes sociales.

Al día siguiente, el ahora exalcalde publicó una foto donde aparece el mandatario encargado junto a Carlos Pizarro, comandante del M-19 que lideró la desmovilización de ese grupo guerrillero. ‘Historia de una traición’, tituló Petro el trino contra Pardo, quien conformó el equipo del gobierno en ese proceso de paz. A las acusaciones de impostor y traidor, se le sumó la renuncia de todos los miembros del gabinete distrital. “Todos renunciamos”, dijo el secretario de Salud del Distrito, Aldo Cadena.

Sin tomar posesión del encargo, entre el miércoles y jueves de la semana pasada, ya el alcalde Pardo enfrentaba esos señalamientos y una crisis política en cierne al no tener en su primer día nadie con quién gobernar la capital. El gabinete petrista ratificaba una mayor lealtad a la persona del alcalde destituido que a las instituciones distritales que dirigen. Ante las denuncias de Petro de “golpe de Estado” en su contra y de “zarpazo” del presidente Santos a la Alcaldía de Bogotá por “cálculo electoral”, no parecía haber otra salida para la cúpula de la administración petrista que abandonar sus puestos directivos.

A lo anterior se sumaron los anuncios de que el movimiento Progresista, bajo el cual se inscribió la aspiración de Gustavo Petro en 2011, no presentaría terna a la Casa de Nariño para el reemplazo del alcalde saliente. Esa decisión tenía toda la lógica: para los petristas la decisión del presidente Santos de no acoger las medidas cautelares de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) constituyó una violación a los derechos fundamentales del “alcalde, su familia y 732.000 bogotanos”, como lo trinó el propio Petro.

No contar con terna era una noticia tanto buena como mala para el alcalde Pardo. Por un lado, su encargo se alargaría hasta la celebración de las elecciones atípicas y eso le daría tiempo para tomar algunas decisiones y que los capitalinos sintieran algún efecto de su gestión. Por el otro, la negativa de los progresistas de aceptar los procedimientos de ley para mantener la Alcaldía en su grupo político reforzaría el discurso de ilegitimidad, movido por el propio Petro. Sumado a la renuncia masiva del gabinete, esto significaría un empalme traumático para la ciudad. Todo lo contrario de lo necesario para reducir la inestabilidad, como lo dijo el programa Bogotá Cómo Vamos.

Movilidad y seguridad

Simultáneamente a esa crisis política, Rafael Pardo recibe una ciudad agotada por la defensa jurídica del exalcalde Petro y con ganas de tener un gobernante con la mente puesta en el Distrito. Con cinco alcaldes en los últimos tres años, no se puede hablar de una estabilidad institucional en Bogotá. De hecho, en las semanas recientes, disturbios por el mal servicio en el sistema TransMilenio evidenciaron problemas de gerencia en el sector de movilidad. Parte de la pérdida de impulso de la campaña del No a la revocatoria se explica por esa ausencia de respuestas a la crisis del transporte público.

En sus primeras declaraciones como alcalde encargado de la capital, Rafael Pardo no solo se comprometió a continuar el plan de desarrollo petrista sino también anunció sus énfasis: movilidad y seguridad. “Son los temas que, según las encuestas, están generando más sensibilidad en la gente y a los que debemos encontrarles una solución”, afirmó el entrante mandatario distrital. Además, afirmó que se desplegarán planes de seguridad para la delincuencia en TransMilenio y para una treintena de colegios.

No obstante, uno de los desafíos que debe enfrentar Pardo desde ya está en el nivel de expectativas de los capitalinos. Los encargos de esta naturaleza no tienen un tiempo definido y dependen del envío de la terna al presidente de la República y su posterior selección. La última vez que esa situación se dio en Bogotá, la ministra de Educación, María Fernanda Campo, estuvo encargada de la Alcaldía Mayor por un mes antes de la llegada de Clara López. Periodos de gobierno tan cortos no alcanzan para la toma de decisiones estructurales y sirven más como una transición política y administrativa.

Sin embargo, menos de 48 horas después del virulento discurso de salida del exalcalde Petro, su grupo político empezó a dar muestras de querer hacer uso de los procedimientos institucionales que al principio despreció. El senador de la Alianza Verde Luis Carlos Avellaneda anunció que los Progresistas no solo presentarían una terna a la Casa de Nariño, sino que también postularían candidato para las próximas elecciones atípicas. Las renuncias masivas del gabinete petrista al parecer fueron echadas para atrás. De hecho, el alcalde Pardo se reunió con varios secretarios el pasado viernes.

Más allá de las cábalas sobre los integrantes de esta terna y los aspirantes, esta decisión de los petristas refleja una aceptación directa de las reglas del juego del ordenamiento nacional y una apuesta política a recuperar la Alcaldía capitalina por medio de las urnas. Queda difícil continuar un discurso de “golpe de Estado” y “zarpazo” a la democracia mientras se aprovechan esos mismos caminos institucionales. Lo más probable es que la terna progresista limite el encargo de Pardo y su paso por el Liévano sea similar al de la ministra Campo.

Bogotá necesita recuperar de nuevo su estabilidad institucional y eso pasa por la celebración de elecciones atípicas en julio, de acuerdo con cálculos de la Registraduría. El ganador de esos comicios solo gobernaría menos de año y medio. Aún queda camino para que la capital se recupere de estas interrupciones en su gobierno.