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Roberto Pombo, actual editor general, asumirá la dirección en las próximas semanas

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Relevo en El Tiempo

Con Roberto Pombo como director, el diario de los Santos y de Planeta entra en una nueva era.

23 de agosto de 2008

La noticia se filtró antes de ser oficial, pero eso no la hizo menos importante. Después de un cambio de dueño y de muchas especulaciones, finalmente quedó claro cuál va a ser el futuro inmediato del periódico El Tiempo después de la llegada del Grupo Planeta. El gran interrogante era quién iba a ser el director. Se sabía que los españoles consideraban que la fórmula de los dos codirectores, que se entendía dentro de los requisitos de equilibrio familiar de los Santos, no era conveniente. Se esperaba una decisión para el mes de octubre, cuando Enrique Santos, uno de los actuales codirectores, tenía que asumir funciones como presidente de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), lo cual lo obligaba a desvincularse del manejo diario de El Tiempo. Pero los hechos se precipitaron y va a ser nombrado director Roberto Pombo, el actual editor general del periódico.

La noticia fue bien recibida en todos los sectores. Pombo representaba simultáneamente la llegada de una nueva era y la continuidad de la familia Santos. Había hecho carrera como periodista independiente por fuera de la familia Santos y, al mismo tiempo, era uno de ellos por su condición de marido de Juanita Santos, la hija del fallecido Hernando Santos, antiguo accionista mayoritario y director del periódico.

Roberto Pombo había hecho todo lo que se puede hacer en una carrera de periodismo en Colombia, excepto ser director de El Tiempo. Trabajó en El Heraldo de Barranquilla, en la revista de izquierda Alternativa, fue director del noticiero Tv Hoy, de SEMANA, de Cambio en México, y de la emisora Viva FM. En El Tiempo fue desde ‘cargaladrillos’ hasta editor general, cargo que se convirtió en el epicentro de poder del periódico después de que lo ocupó durante más de 20 años el legendarioperiodista Enrique Santos Castillo.

En ese último puesto Pombo se ganó la confianza no sólo de la redacción del periódico, sino de los diversos estamentos del país. Prácticamente en todos los sectores políticos y empresariales su nombre no sólo no genera resistencia, sino que cae muy bien. Pombo tiene la rara virtud en el mundo del periodismo y del poder, de no tener enemigos.

Lo paradójico de este nombramiento es que de todos los socios de El Tiempo, fue tal vez el que más reservas expresó sobre la compra por parte del Grupo Planeta. Cuando éste y Prisa estaban enfrascados en una puja a muerte por el diario, la mayoría de los socios se inclinó por la oferta económica más alta: la de Planeta. Los disidentes más fuertes en ese momento fueron Roberto Pombo y Daniel Samper Pizano, quienes consideraban que la prioridad no era el cheque sino el mejor socio estratégico. Y en cuanto a experiencia en prensa diaria, Prisa les daba más tranquilidad. Los dos tuvieron el valor de dejar constancia de sus reservas aun en el momento en que ganó Planeta.

Curiosamente, ese voto de oposición lejos de hacerle daño, le dio a Pombo una legitimidad frente a los nuevos dueños. Eso, combinado con su instinto periodístico y su don de gentes, hizo que al llegar el día de la sucesión, no tuviera rival. Era el candidato tanto de la familia Santos como del grupo Planeta.

Los retos que tendrá el nuevo director no son pocos. Hace 50 años la sucesión de la dirección del periódico era considerada en importancia como la de la Presidencia de la República. Hoy sigue siendo un cargo de enorme peso, pero los tiempos son otros. En la época de Eduardo Santos el diario trazaba la agenda nacional. Hoy la prensa tiene que competir con múltiples cadenas de radio y de televisión. Y, como si fuera poco, también se enfrenta a la competencia feroz de Internet, que se ha traducido en que las nuevas generaciones no crecen leyendo en papel. Frente a esta convulsionada realidad de las comunicaciones, los españoles no piensan quedarse quietos. Van por el tercer canal de televisión, lanzan un periódico gratuito en las próximas semanas, han coqueteado para comprar el diario El Heraldo de Barranquilla y no descartan meterse en radio cuando abran la licitación grande el próximo año.

Aun cuando la prensa escrita está amenazada en el mundo, El Tiempo desempeña un papel único en Colombia. Este es uno de los pocos países donde un periódico tiene una posición tan dominante. Hasta cuando El Espectador se volvió diario, hace cuatro meses, era una posición cuasimonopólica. Países más pequeños, como Perú, Ecuador y Bolivia, tienen tres o cuatro diarios importantes. El Tiempo, al acercarse a su centenario en 2011, no es la voz de Dios de los días de Eduardo Santos, pero puede ser todavía la voz mas influyente de Colombia.

Pero tal vez el mayor reto que enfrenta el nuevo director será el de la independencia. Y no sólo en el frente político, sino en el empresarial. El hecho de que Juan Manuel y Francisco Santos, parientes políticos de Roberto, sean protagonistas permanentes de la vida pública es un lastre con el que tendrá que cargar. Siempre se presentarán suspicacias de favoritismo entre los lectores, sin importar la imparcialidad con que se maneje el criterio informativo. Lastre que han tenido que cargar los actuales codirectores Santos, para quienes, sin importar qué digan en sus titulares o editoriales, siempre serán vistos como un trampolín informativo de sus parientes políticos.

Igualmente, tendrá que mostrar independencia del grupo económico que ahora lo controla. En el pasado, El Tiempo, a pesar de tener negocios de medios laterales (como Citytv, Portafolio y las revistas), era un grupo periodísticamente independiente. Ahora esa casa editorial es subsidiaria de un conglomerado internacional con toda serie de ramificaciones, tanto comerciales como ideológicas. Hasta ahora el Grupo Planeta ha mostrado respeto por la autonomía editorial del diario, aunque el interés por la licitación del tercer canal de televisión ha suscitado críticas sobre la distancia del diario frente al gobierno.

Por lo pronto, el primer cambio importante en materia editorial es que la estructura bicéfala de poder que venía funcionando, en la que el director era responsable por la línea editorial y el editor general definía la primera página del diario, va a ser remplazada por un director general responsable por todo el contenido. Habrá entonces dos subdirectores: uno que se encargará de las páginas editoriales y de opinión y otro que se deberá echar al hombro a una sala de redacción de más de 120 periodistas y fotógrafos.

No deja de ser sorprendente en un país donde pasan tantas cosas que en sus casi 100 años de vida, El Tiempo ha tenido solamente siete grandes relevos en la dirección. Después de su fundador, Alfonso Villegas Restrepo, la dirección fue asumida por Eduardo Santos –años después elegido Presidente–, luego fue ocupada por Roberto García-Peña durante cerca de 30 años, cuando fue remplazado en 1981 por Hernando Santos, quien desempeñó el cargo hasta su muerte, en 1999. Como dato anecdótico, algunas de las transiciones cortas en la dirección fueron ocupadas por los personajes más insignes del siglo XX, como Carlos Lleras Restrepo, Alberto Lleras Camargo y Germán Arciniegas.

Con el fallecimiento de Hernando Santos, se acordó una codirección entre Enrique y Rafael, cada uno de los cuales representa una rama de la familia. Roberto Pombo sería, por lo tanto, la séptima persona en desempeñar la dirección en 97 años de historia. Esa estabilidad burocrática es comparable con otra institución emblemática para el país como lo es la Federación de Cafeteros, que en 81 años ha tenido solamente media docena de gerentes.

Los actuales directores, Enrique y Rafael Santos, solicitaron que se adelantaran todas estas movidas para que la sucesión estuviera lista el primero de octubre, fecha en que el primero se posesionará como presidente de la SIP, el órgano más importante de la prensa en el hemisferio, que agremia más de 1.300 diarios en América y España. Ninguno de los dos va a desvincularse totalmente del periódico. Enrique volverá a escribir su columna ‘Contraescape’, que fue durante un cuarto de siglo la más respetada del país. El regreso de esta constituye sin duda alguna un activo importante para la nueva era del periódico. Rafael, por su parte, se encargará de toda la responsabilidad social de la empresa, actividad en la que los españoles tienen gran interés en crecer y que abarcará diferentes frentes. Los actuales codirectores, además, ayudarán a trazar la línea editorial de los contenidos desde posiciones estratégicas.

Con la llegada de Pombo como nuevo timonel se cierra un capítulo de la historia del diario, de la prensa escrita y del periodismo colombiano. Pero se abre otra página, no menos frenética y desafiante. El periódico, más que el buque insignia de la prensa tradicional, pasará a ser la plataforma de un grupo multimedia que debe enfrentar la creciente amenaza de las nuevas tecnologías. La prensa escrita pasa por un momento de incertidumbre y de crisis de identidad que terminará redefiniendo su papel en la sociedad. Y el periodismo colombiano tendrá que reinventar su voz y su carácter frente a unas lógicas empresariales que buscan crear sinergias económicas, pero que amenazan con apagar el alma intelectual del oficio.

Por eso Roberto no sólo encarna la transición de la sucesión familiar del periódico más importante de Colombia, sino que coincide con la nueva era que está viviendo la prensa en el mundo. El reto es grande.