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Resucita el rescate

Tras muchos rescates militares fracasados, el más recordado de ellos es el del gobernador de Antioquia y el ex ministro de defensa, el éxito de la operación 'Jaque' reivindica esta estrategia. ¿Se podrá aplicar para los que quedan?

28 de junio de 2008

La segunda prueba de supervivencia que Íngrid Betancourt envió desde su cautiverio en 2007 fue un video en el que desafiaba al presidente Uribe a rescatarla, pero mencionaba dos condiciones: la primera, que fuera autorizada por su familia, y la segunda, que debía tener el máximo de efectividad posible.

Habían pasado pocos meses del fallido operativo de rescate en Urrao, Antioquia, en el que las Farc, sorprendidas por las tropas, asesinaron al gobernador de Antioquia, Guillermo Gaviria; al ex ministro de defensa, Gilberto Echeverri, y a ocho militares más. En total 10 secuestrados muertos en retaliación por el intento de rescate. El mismo Presidente reconoció esa noche que había sido un riesgo tomado por él y que asumía la responsabilidad de los resultados. Tanto Echeverri como Gaviria eran sus amigos personales. .

Desde ese día, 5 de mayo de 2003, los rescates militares quedaron casi vetados por la opinión y censurados por las familias, que no podían aceptar que la opción de la libertad de sus seres queridos tuviera un alto grado de posibilidad de muerte. El gobierno sintió el costo de Urrao. Y desde entonces, sin renunciar a la opción de rescate, tuvo más cautela al emprender estas operaciones.

Sin liberados aún en el panorama, pues ni Chávez, ni Piedad Córdoba asomaban la cabeza, en julio de 2007 la sombra de la muerte apareció de nuevo por los campamentos de los cautivos. Once diputados habían sido asesinados por las Farc en circunstancias que no se entendieron entonces. Las Farc hablaban de un intento de rescate por parte de unas fuerzas mercenarias, y el gobierno contradecía esas versiones con detalles de inteligencia que advertían que las Farc los habían asesinado, luego de una confusa reacción ante un fuego 'amigo'.

El día después de que la noticia le daba la vuelta al mundo, con la interpretación de que un rescate significaba la muerte para los secuestrados, el presidente Álvaro Uribe estuvo en Cali. Las familias lo recibieron con gran resentimiento y dolor. Si bien las Farc los habían asesinado, era el presidente Uribe quien había tenido por casi seis años la decisión de despejar los municipios de Pradera y Florida, en donde, se suponía, se podría hacer un acuerdo humanitario que los hubiese salvado de la masacre. El presidente Uribe, metido en la boca del lobo, le dijo a una de las madres que si le servía de consuelo, pensara que su hijo sería un "mártir de la seguridad democrática".

Uribe, en su convicción de derrotar a las Farc por medio de la presión militar, la política de las delaciones, los infiltrados, y de las recompensas, nunca ha renunciado a los rescates. Y pese a esas experiencias, continuó pensándolos, planeándolos, esperándolos; tener nada menos que a Íngrid Betancourt en libertad, gracias a una operación espectacular, milimétrica y exitosa, es hoy su recompensa.

Sin embargo, la propia Íngrid lo dijo en sus primeras palabras: "Hay que pensar en los que quedaron allá, porque una operación como esta es un milagro". Es decir, difícil de repetir y más aun con la experiencia aprendida por parte de las Farc, que a estas horas deben estar pasando por un momento de dificultades internas. Si se quiere el peor, porque no es la muerte de un comandante que se puede reemplazar, incluso siendo el mismo Manuel Marulanda, sino la pérdida de la carta más fuerte de negociación que les permitía pensar en un despeje, y tener una vitrina ante el mundo, como eran Íngrid y los tres norteamericanos.

Después de las liberaciones unilaterales de enero y febrero al presidente Hugo Chávez, y tras este rescate milagroso, el panorama para los que quedan allí es incierto. ¿Será mas difícil rescatarlos?, ¿tienen fuerza para jalonar una negociación que no se dio, ni por Íngrid, ni por los gringos , ¿habrá retaliaciones?

Sabrán las Farc que las guerras se ganan o se pierden. Para eso se han preparado por años. Hoy esta larga batalla del canje está perdida. Y la libertad de los secuestrados que tienen en su poder, y renunciar al secuestro, es el único camino que le queda a una organización que está encontrando su fin, gracias a que un día decidió apelar a la más cruel arma contra el pueblo: el secuestro.