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Resultados disparejos

Las elecciones del fin de semana arrojaron la buena noticia de que creció el voto independiente. Y la mala de que las maquinarias están funcionando como siempre.

27 de octubre de 2003

Las elecciones del pasado fin de semana dejaron en claro que en Colombia hay una desigualdad tan grande en la cultura política de los votantes que casi puede hablarse de varios países. En uno hubo señales contundentes de enorme madurez. En otro se vio un desarrollo intermedio, donde el sufragante buscó elegir con independencia pero cayó en las trampas del populismo. Y en el todavía mayoritario aparecieron, como tantas veces, electores manipulados por las maquinarias, el dinero o el miedo, o una combinación de estos tres.

Medellín dio un gran salto histórico en materia de maduración del voto y la gran sorpresa- al escoger al matemático Sergio Fajardo. Sin importar diferencias ideológicas, con uribistas y antiuribistas, con Enrique Peñalosa y con el Polo Democrático, por primera vez en su historia reciente la capital antioqueña se libró de la rienda de las maquinarias. "Ha sido un quiebre en el imaginario del elector en Medellín, dice Jorge Giraldo, investigador de la Universidad de Antioquia. Por primera vez el electorado se apartó de las maquinarias y se decidió por una opción muy amplia, con respaldo de ONG, académicos, empresarios y de la Alianza Social Indígena". Fue un sinceramiento de la opinión medellinense de que la ciudad, como dice Alonso Salazar, asesor de Fajardo, "no puede seguir construyéndose en parafernalias, ignorando el gran drama social que vive y requiere una lucha frontal contra la corrupción".

Bogotá, donde ya reinaba el votante independiente, dio un paso más y, también por primera vez, hizo posible que la izquierda ganara en Colombia unas elecciones de la mayor importancia al elegir a Lucho Garzón, del Polo Democrático Independiente, con casi 800.000 votos. Pero además logró que esta vez su voto fuera más coherente y -en parte gracias a la reforma política que ya empieza a mostrar sus beneficios- reforzó la gobernabilidad del nuevo alcalde al darle la mayor votación a su lista por el Concejo. Lucho tendrá por lo menos ocho concejales del Polo.

Por razones muy distintas los votantes del Cesar también dieron una muestra de independencia en el voto, pero también de coraje. Allí, por diversas causas, entre las que no está ajena el acoso paramilitar, sólo se presentó un candidato a la Gobernación. Hernando Molina sacó, con 92 por ciento escrutado, 130.000 votos. Lo interesante es que, inconformes por no poder escoger entre opciones distintas, casi 68.000 cesarences votaron en blanco, con lo que marcaron un récord de resistencia civil silenciosa a la falta de democracia.

Estos son algunos de los ejemplos de las votaciones más llamativas, pero hay otros muchos. En Boyacá ganó la gobernación un profesor independiente sin maquinaria. En Arauca la población castigó a los detenidos por presuntos vínculos con la guerrilla. En Barrancabermeja ganó la izquierda, a pesar de que los paramilitares tienen hoy la mayor presencia en la ciudad.

En muchos otros lugares se vio un voto más errático, que buscaba zafarse de lo tradicional pero que cayó en alternativas demagógicas. Esto explica en parte el comportamiento de los caleños, que escogieron como alcalde a Apolinar Salcedo, un concejal apuntalado por las maquinarias pero que despertó simpatía por ser invidente. Sin embargo hay que reconocer que hubo un voto castigo contra la politiquería tradicional, y, en ese sentido, Kiko Lloreda cargó con el estigma de su apellido, aunque era el aspirante más preparado para ocupar el cargo.

Otro caso similar -aunque es temprano para saberlo- es el de Cundinamarca. Los votantes no quisieron irse con las fuerzas tradicionales y escogieron a Pablo Ardila. No obstante, dicen los analistas del departamento, que no fue un caso de amor desinteresado y mucho tuvo que ver en este resultado la cantidad de plata que gastó el candidato triunfador.

Y están los votantes de clientela. El Partido Liberal oficial iba ganando a la media noche del domingo 13 gobernaciones, entre ellas Bolívar, Huila, Córdoba, Sucre y La Guajira y más de 300 alcaldías. Incluso en Bogotá su lista fue la segunda más votada después de la del Polo. En Caldas también ganó la maquinaria de los Yepes y de Víctor Renán Barco a pesar de las múltiples denuncias en su contra.

En algunos lugares se hizo sentir el voto por miedo. Miedo a los grupos armados ilegales que imponen allí su ley, o miedo a la posibilidad de que éstos lleguen. Por esta última razón algunos colombianos votaron por los extremos, como en Santander, por ejemplo, donde se escogió a un hombre de derecha, el coronel Hugo Aguilar, y puede ser el caso de Antioquia, donde Rubén Darío Quintero, también de derecha, está disputándose un final muy cerrado con Aníbal Gaviria Correa. (En cambio, el general retirado Rito Alejo del Río, también de derecha, fue derrotado en Boyacá).

El proceso de modernización política desigual y caótico se hizo sentir con fuerza no sólo en las elecciones locales sino también en las del referendo. Los bogotanos y los antioqueños participaron con tantas ganas en él -casi el 30 por ciento- que si hubiera dependido de estas dos plazas el referendo hubiera pasado. En cambio en la Costa, quizá más controlada por los barones electorales reacios a las restricciones que imponía el referendo a la clase política, hubo promedios de participación departamentales de apenas 8 por ciento como en La Guajira o 12 por ciento como en Atlántico.

Así que hubo muchas 'Colombias' votando el fin de semana, desde las más modernas y sofisticadas hasta las más atrasadas; desde las más libres hasta las más atadas. Y en estas elecciones esta diversidad se hizo sentir con más fuerza. Ahora falta ver cómo se traducen los resultados en el ejercicio del poder.