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Senador Álvaro Uribe Velez. | Foto: Archivo SEMANA

POLÍTICA

¿Por qué perdió Uribe?

El Centro Democrático planeó la elección del 2015 como si fuera igual a la del 2014, pero eran batallas muy diferentes. La oposición más rentable es la moderada y no la radical.

Rodrigo Pardo, director editorial de SEMANA
30 de octubre de 2015

La reacción del expresidente Álvaro Uribe a su derrota electoral del domingo merece atención. No es frecuente que en Colombia, donde impera la cultura política del “todos ganamos”, se acepte un descalabro. Menos usual es que Uribe reaccione con cabeza fría ante un revés. Pero lo hizo. En una larga serie de trinos explicó las razones del pobre resultado electoral de su partido, el Centro Democrático, que se pueden agrupar en tres: 1. Errores estratégicos en la escogencia de algunos candidatos y en el momento en que se tomaron las decisiones. 2. Falta de perrenque de algunos de los aspirantes y carencia de mensajes de campaña contundentes. 3. Desigualdad de recursos y garantías frente a los competidores enmermelados que apoyan al Gobierno. Todas son válidas.

Lo cierto es que el resultado fue muy negativo para un partido que, por el protagonismo permanente de su líder, tiene más peso en la agenda pública –y en los medios– que lo que obtuvo el 25 de octubre: sólo una de las 32 gobernaciones (Casanare) y apenas 1.150.00 votos en las elecciones de Concejo: el sexto lugar después de los liberales, La U, los conservadores, Cambio Radical y los verdes. A última hora, para rematar, perdió la emblemática Alcaldía de Medellín –la tierra de Uribe-, donde a lo largo de la campaña su candidato llevó siempre la delantera.

Además de los trinos expresidenciables hay otras reflexiones que explican esta derrota. El Centro Democrático cayó en el error más frecuente de una campaña: planear las elecciones futuras como si fueran iguales a las últimas. Hace un año el uribismo triunfó con Óscar Iván Zuluaga –un exministro de Hacienda sin carisma y poco conocido– en la primera vuelta presidencial. El partido asumió, en consecuencia, que esa receta estratégica se podría repetir. Incluyeron el nombre y la figura del expresidente en la publicidad de los aspirantes, en busca del voto por Uribe en cuerpo ajeno. Hubo piezas publicitarias en las que aparecía el jefe natural del partido y no el candidato.

Pero el 2015 no era el 2014. De hecho, el 2015 se parecía más al 2011 cuando el exmandatario había intentado, sin éxito, endosarle su popularidad a Enrique Peñalosa en Bogotá, a Marta Pinto en Bucaramanga, a Gabriel Vallejo en Caldas y a otros más. No tuvieron en cuenta que uno de los factores que mejor explicaron el éxito electoral del Centro Democrático el año pasado era que el propio Uribe había sido candidato: la gente votó por él. Y eso es muy distinto a endosar. La elección presidencial se llevó a cabo en la cresta de la ola de la de Congreso, en las que Uribe había sido cabeza de lista para el Senado.

En la medida en que el Centro Democrático sea más un movimiento caudillista que una organización colectiva e institucionalizada, se mantendrá la dependencia en la figura del expresidente. Una carta riesgosa en elecciones regionales, que son una sumatoria de competencias locales en las que no siempre son relevantes los nombres, temas y agendas de la política nacional. Ni siquiera Pacho Santos, vicepresidente de Uribe durante ocho años, logró capturar a sus seguidores.

En las campañas de l2015 y el 2014 también había diferencias profundas en los momentos por los que atravesaba el proceso de paz con las FARC. Hace un año los diálogos estaban estancados. Ahora existe la creencia generalizada de que el acuerdo de La Habana está en la puerta del horno. La posición crítica del uribismo hacia las conversaciones era más rentable antes que ahora. Y de paso, habría que ver qué pasa a futuro: ¿se debilitaría la agenda del Centro Democrático si hay acuerdo en Cuba?

Cabe también un análisis sobre el tipo de oposición que hace el uribismo. En Colombia hay ejemplos que muestran que las actitudes críticas son rentables –Pastrana contra Samper, Uribe contra Pastrana, Peñalosa contra Petro-, pero también hay una tradición que castiga a las fuerzas que no tienen sino un discurso negativo y obstruccionista. El Centro Democrático es implacable y su discurso con frecuencia carece de matices y adopta fórmulas muy personales y conflictivas. En esta materia el tonito sí importa. Y tanto al expresidente Uribe como a algunos de sus alfiles se les suelta la lengua de una manera que puede producir más rechazo que simpatía. La oposición moderada, en Colombia, es más rentable en la política que el negativismo obstruccionista.

La falta de matices y de selectividad a la hora de hacer las críticas puede convertir la imagen de Uribe en la del ‘Dr. No’. Y si algo aprendieron los estrategas políticos en el 2002, con la contundente victoria de Uribe, es que no hay mejor campaña que la de vender esperanza.