Home

Nación

Artículo

RUIDO DE SABLES

Rumores de rebelión castrense por "tomas" de Corinto y El Hobo por parte del M-19

1 de octubre de 1984

La primera semana de la tregua transcurrió en forma poco espectacular para la opinión pública, pero estuvo llena de tensión para un puñado de colombianos que vivieron "a soto voce" lo que llegó a ser interpretado como intento de un golpe militar. Pero sí se presentó un malestar en el seno de las Fuerzas Armadas y el motivo fue lo que sucedió en las localidades de Corinto y El Hobo, sedes de la firma del acuerdo de paz con el M-19.
Los altos mandos militares le habrían manifestado al Presidente de la República, al comienzo de la semana, que no estaban en capacidad de responder por los actos de sus subalternos frente a la toma de Corinto y El Hobo por parte de los guerrilleros, que tranquilamente se paseaban con armas y uniformes privativos de las Fuerzas Armadas, asumiendo actitudes propias de una insurgencia victoriosa en un territorio liberado.
Según informaron los militares, el M-19 había decidido abrir un proceso de reclutamiento de militantes para su movimiento, llegando inclusive a abrir oficinas en los Seguros Sociales de Corinto. Estaba igualmente administrando justicia por mano propia en tribunales revolucionarios, e inclusive llegó a detener a ocho personas acusadas de robo en Corinto. Particularmente el director de la Policía Nacional, General Víctor Manuel Delgado Mallarino, se mostró especialmente inquieto porque el M-19 mostró ante una multitud a un agente de esa institución armada que había adherido a la guerrilla.
Los detonantes de la situación de malestar militar fueron la quema pública de varios uniformes de la Policía en la localidad de Florida y las emisiones de una emisora clandestina del M-19, llamada "Radio Macondo", que identificaba sus transmisiones como originadas en "Corinto, primer territorio libre de la paz en Colombia". Estos detonantes hicieron llegar la situación a un clímax, en el que se dieron opiniones encontradas por parte de la alta oficialidad, en torno al tratamiento de la situación. Algunos, inclusive, llegaron a pensar en la viabilidad de tomarse por la fuerza a Corinto. Se realizaron entonces intensas conversaciones, conciliábulos y hubo revuelo de consejas, hasta que finalmente la tensión cedió, la toma fue descartada, y se optó por el diálogo. El M-19 nombró a uno de sus comandantes, José Antonio Navarro Wolf, como negociador ad-hoc. Navarro se trasladó a Bogotá, investido de plenos poderes por sus compañeros de Corinto, para discutir con la Comisión de Negociación y Diálogo.
Como resultado de estas conversaciones críticas, los guerrilleros se comprometieron a silenciar su radio clandestina y a evacuar inmediatamente las poblaciones, tan pronto como llegara la hora cero de la tregua el 30 de agosto. Además del General Delgado Mallarino, los militares que tuvieron una participación más destacada en este incidente fueron los oficiales Díaz Sanmiguel y Yusef Arias.
Estos acontecimientos no pasaron de ser fricciones internas de las Fuerzas Armadas, que en ningún momento llegaron a desbordarse. En efecto, la posición oficial de las mismas fue anunciada por el ministro de Defensa encargado Miguel Vega Uribe, ante la plenaria de la Cámara de Representantes, quien insisitió en la misión constitucional de los militares. A pesar de que el General se refirió a los "inmensos sacrificios" de las Fuerzas Armadas en la conservación de la paz y de que amenazó con castigar a "quienes continúen al margen de la ley", reconoció que el Presidente de la República no violó la Constitución Nacional al firmar el cese al fuego enfatizó en que "como militar, como soldado de la patria, no daré un paso atrás y permaneceré fiel a los postulados de defender la democracia colombiana". El ministro de Defensa dejó en claro, eso sí, el propósito irrenunciable de sus subordinados: "los militares expresó --nunca han recibido orden de su jefe natural, el Presidente Betancur, para que dejen de combatir el delito".
La liberación de Mosquera
Los sucesos del descontento militar fueron desconocidos por el país y solamente al final de la semana, un periódico español, Diario 16, los registró. La prensa nacional informó durante esta primera semana de la tregua sobre acontecimientos que correspondieron al promedio de violencia que el país conoce: cuatro secuestros, uno de ellos por lo menos atribuído a la mafia; una pareja de esposos muertos al intentarse su rescate del poder de los secuestradores; encapuchados de una Coordinadora de Movimientos Cívicos que se tomaron la embajada de Francia; manifestaciones campesinas contra el MAS en el Magdalena Medio; vigilancia especial a personajes que han intervenido en el proceso de la paz y que han sido amenazados por ello.
Pero el hecho, sin duda más sonado de esta primera, semana de tregua, fue la liberación del médico Alvaro Mosquera Chaux, tras diez meses de secuestro por parte de un grupo de las FARC, o disidente de las FARC, según versiones contradictorias que se tejieron en torno a la identidad de los delincuentes. Mosquera, hermano del ex-designado Víctor Mosquera Chaux, sorprendió al país con sus declaraciones abiertas y descarnadas a la prensa. Habló, a pesar de que, según lo confesó él mismo, los guerrilleros lo habían amenazado con "reventarle una bomba en la cabeza" si no guardaba silencio. Y sus palabras lo convirtieron en el más elocuente crítico del proceso de paz, superando a los columnistas Enrique Caballero y Ayathollah, quienes hasta entonces habían portado ese estandarte. Alvaro Mosquera contó que sus captores lo habían mantenido vendado, encadenado y le habían dado un trato que no respetaba los mínimos derechos humanos. Habló de sus secuestradores como de gentes con una "perversidad mental tremenda", "depravados de sanatorio", "verdugos" que lo habían torturado y que exhibieron una especial crueldad con los animales. Dijo que en la selva existe una "escuela castro-comunista" donde los estudiantes van a hacer prácticas. Su familia denunció que se tuvieron que pagar dos rescates.
Desde el inicio de la tregua con las FARC el propio Manuel Marulanda Vélez había negado, en entrevista radial, que su organización tuviera en su poder al hermano del exdesignado. Fuentes de la Comisión de Paz habían atribuído el secuestro a uno de los varios grupos disidentes de las FARC, que no estuvieron de acuerdo con la condena a la práctica del secuestro. La familia Mosquera insistió, no obstante, en afirmar que eran las mismas FARC las responsables. En el momento de la liberación se rumoró que había habido influencia ante los comandantes de esta organización guerrillera, y que esta influencia había servido para que el médico fuera soltado.
Si bien para los pocos colombianos que se enteraron de los movimientos en el seno de la institución militar, esta semana fue bien agitada, para el grueso de la población estos primeros ocho días de la tregua fueron lo que pudiera llamarse una semana normal en lo que respecta a la acción de la violencia. No fue ni tan tranquila como lo hubieran deseado los impulsores del proceso de paz, ni tan espectacular en términos de terrorismo como lo auguraban los pesimistas.--
Habla un niño-guerrillero
En desarrollo del cubrimiento noticioso de la firma de los convenios de paz con el M-19, en El Hobo, Huila, el periodista Germán Manga entrevistó a Gonzalo, un niño guerrillero de apenas 13 años, que había combatido en la columna comandada por Gustavo Arias Londoño, alias Boris. Con base en la grabación de esa entrevista, SEMANA preparó el siguiente resumen de los apartes más interesantes, por considerarlo un testimonio impresionante.
PREGUNTA: ¿Cuándo ingresó usted al M-19?
RESPUESTA: Yo me metí al M-19 hace un año, porque en este país hay mucha injusticia y porque no hay democracia. Un compañero me explicó un día en un camino cómo era esto y a mí me gustó. Yo acababa de terminar la primaria, me dedicaba a coger café y cuidaba ganado de arriba a abajo.
P.: ¿Qué sintió en los primeros días?
R.: Uno en los primeros días siente mucho aburrimiento por la falta de los papás. Pero como lo primero que a uno le explican los comandantes es por qué se viene uno para acá, uno se va acostumbrando. Lo que pasa es que en Colombia el rico no quiere que el pobre progrese y los gringos se llevan el petróleo. Los explotadores se llevan todo.
P.: ¿Cómo fue el entrenamiento que usted recibió?
R.: Primero le enseñan a uno a disparar, a armar y desarmar un fusil y uno tiene que exigir que le enseñen todas las armas para ir aprendiendo, para irse entrenando, para saber que hacer cuando hay que defenderse del enemigo. Porque el enemigo lo que quiere es darlo de baja a uno y hay que defenderse.
P.: ¿Cuál fue su primer combate?
R.: Fue en Algeciras. Nosotros estábamos en el campamento y la guardia se acababa de retirar y en ese momento nos cogieron desprevenidos. Apareció el Ejército de pronto y se oyeron unas tres balas primero y luego nos prendieron a todos de una vez con ráfagas. Yo recuerdo que corrimos y alistamos las armas. Fuimos hacia arriba y preparamos todo el equipo. Entonces le hicimos frente al enemigo y luego nos retiramos por arriba.
P.: ¿Y en qué pensó en ese momento? ¿Recordó a su familia?
R.: Yo en ese momento no pensé en nadie. Sólo pensé que el Ejército nos podía dar de baja a alguno o a mí. Yo sentí miedo de que me fueran a matar. No digamos miedo, sino que a uno le dan nervios. Pero uno en un combate se siente satisfecho porque sabe que le toca pelear.
P.: ¿Qué más sintió? ¿Sintió odio o rabia?
R.: Pues también siente uno odio, cuando uno ve que algún compañero cae herido o algo. Claro que es que en ese combate nos cogieron desprevenidos. Porque hay otros combates en que, con tiempo, la guardia ha visto al Ejército venir y por táctica militar ya se sabe un punto de referencia, por dónde se va a retirar uno y dónde hay que tender una o dos emboscadas. Ahora, cuando uno mira la vaina muy fregada, uno lanza granadas y todo eso.
P.: ¿Le ha dado miedo que lo maten?
R.: Uno en combate no se acuerda de nada. Le explican que uno no debe metérsele en la cabeza que lo van a matar.
P.: Y en combate, ¿usted ha matado a alguien?
R.: Yo recuerdo tal vez haber herido a alguno, pero no sé si he matado o si es que el soldado se ha tendido. Eso es muy inevitable. Matar en un momento dado puede pasar, porque en un combate uno le dispara al enemigo o lo dan de baja a uno. Ahí es el que le ande más rápido. Siempre se dan muchas razones en un combate para matar al enemigo, aunque uno sí puede sentirse algo como mal por eso. Pero si uno no da de baja al enemigo que se le viene encima, el enemigo sí lo da de baja a uno.
P.: Y aparte de los combates, ¿qué más hace en la guerrilla?
R.: Bueno, uno limpia el armamento, hace guardia. Cuando no hay combates, a veces uno sabe que el Ejército viene por ahí y que hay un sapo que le dijo dónde estábamos. Pero nosotros no vamos a matarlo, sino a hablar con ese campesino, a preguntarle por qué lo hizo y a decirle que no lo vuelva a hacer. A veces también estamos en contacto con las masas, hablando con el campesino, haciendo espacio Político.