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Sabas al bate

Opiniones encontradas sobre el nuevo Ministro del Interior y Justicia. ¿Apuesta arriesgada o jugada maestra?

10 de noviembre de 2003

Alvaro Uribe pasará a la historia como el Presidente a quien nadie le adivinó un nombramiento. Los de Fernando Londoño, Francisco Santos, Marta Lucía Ramírez y Carolina Barco pasarán a la historia como grandes palos. El de Sabas Pretelt como ministro del Interior y de Justicia no se queda atrás. Inicialmente la noticia se recibió como una bomba. El nombre del presidente de Fenalco no estaba incluido en ninguno de los abanicos que se hacían privada o públicamente. Una vez que fue digerido, los pronunciamientos públicos se volvieron bastante favorables. "Ha sido un acierto enorme del Presidente", dijo Carlos Holguín, presidente del Partido Conservador. Por su parte Germán Vargas Lleras, presidente del Senado, dijo: "Ha sido del mejor recibo entre los congresistas su designación".

En conversaciones privadas los comentarios eran más cautos. El desenlace del experimento de Londoño había dejado una conclusión clara: el Ministro del Interior tenía que manejar al Congreso. En circunstancias normales esa es la función de cualquier ministro del Interior. Pero las actuales circunstancias no son normales. El país quedó en un limbo económico después del hundimiento del referendo. Rechazados en las urnas la congelación del gasto público y el desmonte de las pensiones privilegiadas, si no se hace algo urgente y de fondo, se podría llegar al borde del abismo en cuestión de meses.

La única forma de evitarlo es el famoso Plan B. Una reforma tributaria draconiana que, inevitablemente, pisará todos los callos y dejará a todo el mundo descontento. Pasarla por el Congreso es la prioridad número uno del país y del nuevo Ministro. Aun si no hubiera afán, conseguir las mayorías en las dos Cámaras para aprobar algo tan impopular sería de por sí muy difícil. Hacerlo en cuatro semanas, que es lo que le queda a esta legislatura, es una hazaña.

Menos de una docena de personas son capaces en la actualidad de tener la autoridad, el ascendiente sobre el Congreso y el conocimiento de su mecánica interna para lograr ese milagro antes de Navidad. Los nombres que sonaron estaban en tres categorías. Por un lado, veteranos del Congreso, que si bien no son estrellas ante la opinión garantizan resultados en materia legislativa. En esta liga estarían personas como Fabio Valencia Cossio y Luis Guillermo Giraldo. Por otro lado, hay una categoría intermedia de ex parlamentarios que conocen el tejemaneje del Congreso y tienen buena imagen ante la opinión. Dentro de esta lista estarían Juan Camilo Restrepo y Eduardo Pizano. Y por último hay un tercer grupo de figuras que sin haber pasado por el Congreso han demostrado tener una gran habilidad para manejarlo, pero no son considerados outsiders. Esta lista la encabezan nombres como Humberto de la Calle y Juan Manuel Santos.

Todos los anteriores nombres, además de sus grandes ventajas, obviamente tenían sus peros. Santos, por tener el mismo apellido de su primo Francisco, actual vicepresidente. De la Calle y Giraldo por no ser conservadores, partido al cual le correspondía la cuota de Fernando Londoño y cuya bancada será absolutamente clave para la aprobación de la reforma tributaria. Pizano, que si bien es conservador, tenía el inconveniente de haberse distanciado de Andrés Pastrana y de su partido cuando se lanzó como candidato a la Alcaldía de Bogotá. Y Juan Camilo, con cuyo perfil llenaba todos los requisitos, venía de ser el jefe de la oposición al referendo como el abanderado del No.

El día del naufragio del referendo fue el más triste del presidente Uribe. Era la primera elección que perdía en sus más de 30 años de vida pública. Quizás un agudo observador de la realidad que hubiera visto el apoteósico recibimiento que le hicieron 800 miembros de Fenalco al presidente Uribe en su primera aparición en público luego de ese domingo negro hubiera pensado en el nombre de Sabas Pretelt como un posible integrante futuro del gabinete. En el encuentro Pretelt no sólo logró ovación completa para Uribe sino que pidió extender de cuatro a seis años su mandato.

Por eso, viéndolo en retrospectiva, no resulta tan extraño que cuando Uribe tuvo que cubrir rápidamente la vacante en el Ministerio tuviera en mente a Pretelt de la Vega. Porque, según una fuente de Palacio, fue al propio Presidente a quien se le ocurrió que el hombre para el cargo era él.

A la fija

Cuando se supo que Londoño salía -y muchos lo pronosticaron desde el miércoles cuando Uribe lo llamó a pedirle explicación sobre sus desafortunadas declaraciones ante los congresistas conservadores- había en el país una percepción unánime de que, dada la gravedad de la hora y la brevedad del plazo, la situación no daba para experimentos.

Sabas Pretelt tiene muchas virtudes pero no deja de ser un experimento. Sin duda cumple son el requisito primordial de la coyuntura: ser conservador, y no sólo de nombre, sino que es un disciplinado militante que va a las convenciones, lee El Nuevo Siglo y fue cuota de Alvaro Gómez como presidente del Seguro Social hace muchos años.

Además de esto tiene prestigio ante el público y domina los temas económicos, los cuales son clave para la legislación tributaria que se avecina. Teniendo en cuenta que el Congreso no le reconoce mucho músculo al ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, ayuda que se lo reconozca al ministro de la política. Su personalidad costeña y descomplicada, combinada a su condición de dirigente gremial durante 15 años, le han dejado unas buenas relaciones en el Congreso, donde es una cara familiar. Si existiera la profesión de lobbyista en Colombia, Sabas Pretelt tal vez sería el primero del país. Pero una cosa es tener buenas relaciones con el Congreso y otra muy distinta es manejarlo. Y es ahí donde surgen algunas críticas que se escuchan en voz baja en algunos círculos políticos.

Si hubiera que decir en una sola frase por qué fracasó Londoño como ministro del Interior se podría decir que estaba mal localizado (ver siguiente artículo). Definitivamente no era el hombre para manejar a un Congreso en rebelión. Sabas es una persona menos controvertida que su antecesor pero todavía tiene que demostrar que tiene ese manejo de rienda corta que se requiere para domar ese potro salvaje del Capitolio. Y esa tarea necesita no sólo temperamento sino conocimientos de carpintería política. Se trata de un tablero de ajedrez en el que es bueno y útil saber quiénes son los alfiles, dónde están los peones y cómo se mueve la reina. Los que han crecido en ese ambiente saben perfectamente qué botón hay que oprimir para lograr una mayoría en una comisión y cómo alinear una bancada que permita coronar en plenaria. Sabas Pretelt ha sido observador de este proceso. Ahora le tocará ser protagonista.

En la Casa de Nariño explican su nombramiento con dos argumentos escuetos: cero politiquería y mucha gestión. El Presidente es un hombre terco y de convicciones y no estaba dispuesto a que la caída del referendo y de Londoño significara que él se iba a entregar a la clase política tradicional. Eso, sin duda alguna, lo logró. Pero en su obsesión por alejarse de la politiquería muchos creen que está dejando de hacer política, lo cual también es grave.

La sequía burocrática impuesta por el gobierno Uribe -y que muchos colombianos que votaron por él ven con muy buenos ojos- debería ser compensada por un mayor componente de buena política: mejores debates, más comunicación, mayor búsqueda de consensos, más química personal y mejores relaciones públicas. Sabas Pretelt ha demostrado manejar todos estos elementos como dirigente gremial y se ha posicionado como un hombre con capacidad de gestión en el sector privado. No hay que olvidar que por años mantuvo unido a un gremio con 15.000 establecimientos afiliados, que van desde las grandes cadenas comerciales hasta las pequeñas tiendas. Nombrar a un empresario estrella en un ministerio ha funcionado bien en las carteras que rigen la industria y el comercio, como Desarrollo o Comercio Exterior. Pero en el ministerio de la politica es una innovación que ya ensayó con Londoño y no le resultó.

La agenda que tendrá el nuevo ministro es digna de un titán de la pollítica. Deberá hacer aprobar en lo que queda de esta legislatura el código penal, el código de procedimiento penal, el penitenciario, la ley de alternatividad penal y el estatuto antiterrorista.

Además Pretelt tendrá que cambiar de camiseta. Como dirigente gremial veía con reservas algunas de las propuestas del paquete tributario -como el hecho de que pequeños comerciantes tengan que declarar renta y pagar impuestos-, y ahora, como Ministro, tendrá que convertirse en su más enconado defensor. Y esta pudo haber sido una razón más del gobierno para nombrarlo ya que, con él en el gabinete, se debilita la capacidad de lobby de los comerciantes en el Congreso en contra de las impopulares reformas que se vienen.

Por eso se esperaba una solución más orgánica entre el gobierno y el Congreso. No tanto en materia de burocracia como de representatividad. Pretelt, no obstante ser conservador, no representa directamente ninguna de las bancadas políticas en juego. Con su nombramiento no cambió el mapa político del país.

Aunque el país lo va a juzgar, sobre todo, por el resultado que tenga en el manejo del Congreso, no hay que olvidar que también será el Ministro de Justicia. Allí deberá desempeñar un papel clave en la política de seguridad del presidente Uribe. No sólo en el tema de las nuevas cárceles por concesión sino en el de la reinserción efectiva de los miles de guerrilleros y paramilitares que se están entregando. Además de lo anterior, están en camino reformas jurídicas trascendentales, como la reforma a la tutela y al Consejo Superior de la Judicatura y una nueva política carcelaria. Fernando Londoño, a pesar de sus conflictos con múltiples entidades de la justicia, era reconocido como un gran jurista. Sabas ha reconocido con humildad que ese no es su fuerte y, por lo tanto, se espera que delegue más en este campo. En todo caso es seguro que las relaciones con las altas Cortes serán mucho mejores que las de su antecesor.

Sabas, el hombre

Los allegados a Pretelt consideran que siempre había soñado con un papel de protagonista central de la política colombiana. Sus años como dirigente gremial nunca fueron para él el último peldaño de su carrera. En el pasado había dejado entrever sus ambiciones políticas lanzándose una vez al Senado (no salió elegido) y coqueteándole en varias ocasiones a la Alcaldía de Bogotá. Como presidente de Fenalco el país lo ha escuchado más pronunciándose sobre los grandes temas nacionales que sobre los problemas de los comerciantes. Ha sido uno de los representantes del sector privado que ha participado más de cerca en los procesos de paz con la guerrilla. Fue miembro de la comisión que representó a la sociedad en los acercamientos con el ELN y fue vocero de los gremios durante el fallido proceso de paz del gobierno de Andrés Pastrana con las Farc. No se trata, por lo tanto, de un advenedizo al escenario de la política nacional. Es un hombre que si le va bien en la cartera más difícil, y en uno de los momentos más complicados de la historia contemporánea, puede que se quede en el sector público. Todos los que se desconcertaron con su nombramiento como Ministro del Interior pueden volver a hacerlo cuando, después de unos años en el Palacio Echeverry, le dé por pensar que no sería un absurdo trastearse a la Casa de Nariño.