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SALDO EN ROJO

La clonación de tarjetas débito deja a los usuarios sin sus ahorros y las entidades no siempre responden.

12 de enero de 1998

El 9 de mayo de este año Enrique Mendoza se dirigió a un cajero de la calle 106 con carrera 15 en Bogotá para retirar 400.000 pesos de su cuenta de ahorros de Granahorrar, que había abierto siete años atrás. Aunque su último saldo era mayor de 16 millones de pesos el cajero le informó que el retiro excedía el cupo. Mendoza entró a las oficinas de la sucursal y después de verificar en el computador le informaron que tenía un saldo de 2.300.000 pesos. Cuando revisaron el registro de transacciones encontraron que le habían retirado 15 millones de pesos, en montos de 400.000 pesos cada vez, en cajeros de la ciudad de Cali, donde él no había estado. Mendoza empezó una peregrinación en busca de ayuda. Las oficinas de seguridad de Granahorrar, la Defensoría del Cliente y la Superintendencia Bancaria. La corporación le informó que no le podía responder por el dinero porque había sido retirado con la tarjeta y la clave de él, en la Defensoría lo enviaron a las oficinas de seguridad y la Super le respondió que ellos conocían estos casos pero no podían obligar a las entidades bancarias a pagar. Mendoza recurrió entonces a la justicia ordinaria y el caso se encuentra actualmente en la Fiscalía. Muchos usuarios han sido víctimas de la clonación de sus tarjetas débito: los ladrones copian las claves y los números de cuentas y retiran poco a poco sumas de dinero que el dueño descubre sólo cuando va a hacer uso de sus ahorros. Cuando llega el momento de revisar los registros de las transacciones realizadas varias de ellas han sido hechas en cajeros que los usuarios no frecuentan o incluso en otras ciudades. Muchas de ellas resultan imposibles de ser efectuadas por la misma persona, como dos transacciones en cajeros muy lejanos con menos de 10 minutos de diferencia, o el caso extremo de una usuaria que estaba reclamando ante la gerente de la corporación donde tenía la cuenta de ahorros el robo de 6.500.000 pesos que le habían efectuado en Bogotá mientras ella viajaba por Bucaramanga. Al mirar la lista de los retiros se acababa de producir uno en un cajero al otro extremo de la ciudad, cuando ella estaba frente a la gerente y esta última tenía en sus manos la tarjeta débito de su cliente. Expertos del sector financiero estiman que en un año los robos con tarjetas clonadas pueden llegar a 2.500 millones de pesos. Esta cifra es significativa si se tiene en cuenta que en el país existen 4.800 cajeros automáticos y cerca de cinco millones de usuarios de tarjetas débito. Según varias fuentes consultadas por SEMANA, muchos de estos robos se presentan con la complicidad de personas que trabajan dentro de las entidades financieras y tienen acceso al centro de cómputo o a la información. Algunos de estos empleados son contactados en la calle por los ladrones que les ofrecen una plata por los datos y así empieza el negocio. Solo necesitan el número de cuenta y la clave. El resto es cuestión de carpintería. Comprar una máquina para hacer tarjetas, que cuesta entre dos y tres millones de pesos, y sobre estas tarjetas falsas grabar los números. El ladrón, como cualquier usuario, entra a un cajero, digita la clave y saca el dinero. Otra de las formas más comunes de robo con tarjetas clonadas se da en los puntos de pago, donde las bandas de ladrones les pagan hasta 100.000 pesos a los cajeros para que anoten los datos del usuario y después se los entreguen. En otras oportunidades los ladrones se roban los recibos que dejan los usuarios en los cajeros y con los números de la cuenta empiezan el primer paso hacia la información necesaria para después imitar una falsa tarjeta. Por esta razón hay algunas entidades que han comenzado a cambiar sus recibos y en vez de registrar números imprimen asteriscos, lo que resulta ser, en últimas, información encriptada o codificada para que no la pueda leer cualquiera. Este mercado negro de la información no es nuevo. De hecho, en el mundo se conocen bandas dedicadas exclusivamente a este negocio que viajan de país en país. Localizan a las personas que tienen la información, les ofrecen un dinero a cambio, y el resto es sencillo. La pregunta es, entonces, hasta dónde son responsables las entidades financieras y hasta dónde los usuarios. Primero que todo las entidades saben que la clonación es sencilla y que la única forma de combatirla es con la tecnología. Algunas redes de cajeros del país ya tienen programas más sofisticados que podrían en algún momento verificar cualquier anormalidad en el comportamiento de un usuario y bloquear el uso de esas tarjetas. Pero lo cierto es que hasta el momento las principales recomendaciones de las entidades para los usuarios consisten en cambiar la clave por lo menos una vez al mes, no entregarle el número a ninguna persona y hacer un uso responsable de la tarjeta. Estos consejos no son tan absurdos si se tiene en cuenta que las corporaciones han encontrado muchos casos en los cuales quienes roban son los propios familiares, a quienes han identificado mediante el uso de cámaras en los cajeros. Con estos antecedentes es explicable que muchas de las investigaciones sobre robos en cajeros se tomen su tiempo. Más cuando desde el momento mismo en que el usuario recibe la tarjeta y la clave, él es el único responsable del uso que se le dé. Pero lo que no es explicable para muchos usuarios es que no les respondan por el dinero o que reciban cartas en las cuales se les informa que según los reportes de la entidad estas transacciones fueron exitosas y por lo tanto no ameritan una devolución.Esto no significa que las entidades financieras no devuelvan el dinero. Muchas personas víctimas de la clonación de sus tarjetas lo han recibido seis meses después del robo y les han pagado la corrección monetaria correspondiente, pues en últimas se trata de verificar si la entidad actuó con negligencia y si no hubo algún manejo irresponsable por parte del usuario con la tarjeta y la clave. Si se comprueba que el usuario no cometió ningún error, las entidades están obligadas a responder por el dinero de los ahorradores.Por ahora lo único cierto es que clonar tarjetas débito es mucho más elemental que clonar ovejas, aunque se trata de un delito que cometen redes organizadas en el cual lo que pesa es el precio que se pague por la información.