Home

Nación

Artículo

SALDO A FAVOR

A pesar de la bomba que estalló en el Capitolio el pasado jueves, el balance de la legislatura que terminó fue positivo para el Congreso, y sobre todo para el gobierno.

17 de julio de 1995

SI POR ALGO SERA RECORdado este final de legislatura, será por la bomba que estalló en la parte trasera del Capitolio el pasado jueves. Sin embargo, eso puede resultar injusto, tanto para el Congreso como para el gobierno. Al cierre de esta edición, buena parte de los proyectos de ley que el gobierno había puesto a consideración del Parlamento habían sido aprobados. Otro tanto esperaba ser evacuado en el transcurso del fin de semana La Ley de Televisión, el Plan Nacional de Desarrollo, e incluso un proyecto que llevaba varias legislaturas pendientes y que no podía seguir dando espera -la Ley Estatutaria de la Justicia- habían sido votados.. En el campo internacional, leyes de gran trascendencia, como el Protocolo II de Ginebra, el G-3 y el Tratado de la Organización Mundial del Comercio terminaron su trámite. Asi mismo, pasó el tan sonado Estatuto Anticorrupción. Y contra todos los pronósticos, estaba prácticamente lista la Ley de Cultura que, a decir verdad, el gobierno mejoró bastante si se la compara con la propuesta inicial.
La intensidad del trabajo de los congresistas no deja de sorprender, sobre todo si se tiene en cuenta que, además de la pelea del Presidente con el Congreso y por cuenta de la iniciativa gubernamental de reformar la Constitución, hace tan sólo un mes todo el mundo daba por perdida esta legislatura.
Y que el gobierno haya logrado sacar adelante buena parte de lo que se propuso se debe, en buena medida, a la intervención del ministro de Justicia, Néstor Humberto Martínez, quien se convirtió en la estrella del período legislativo. Aunque desde que asumió sus funciones en el primer gabinete, Martínez se perfilaba ya como el ministro más serio y a la vez más eficiente, lo cierto es que su eficacia trascendió su tarea puramente ejecutiva. A pesar de su perfil de tecnócrata, el actual titular de la cartera de Justicia demostró una gran habilidad para manejar a la clase política, e hizo gala de esas aptitudes durante los debates del Estatuto Anticorrupción y la Ley Estatutaria de la Justicia.
Sumado a lo anterior, Martínez se convirtió en una especie de San Jorge enfrentando a los dragones de la legislatura. Así como a finales del año pasado logró hundir el narcoproyecto, en la recta final del período de trabajo de los congresistas atajó varios goles, como la tentativa de dejar sin piso a la justicia sin rostro, que por poco se le cuela en el Senado.
Fue justamente en el Senado donde el Ministro tuvo más dolores de cabeza. La Cámara Alta pasó a pupitrazos el mico del narcoproyecto, hasta que los representantes lo atajaron. Allí también casi se cae la justicia regional, mientras que en la Cámara de Representantes esa iniciativa fracasó desde el principio y sus artífices fueron duramente señalados por sus colegas.
Pero más importante que el volumen de trabajo del Congreso, es la conclusión que se puede sacar de todas estas tentativas de colar micos en los proyectos de ley: al contrario de lo que casi siempre sucede, la Cámara de Representantes fue más seria en esta legislatura que el Senado, algo que permite tener una luz de esperanza sobre la clase política en Colombia. No en vano fue ésta la corporación que más se renovó en las elecciones del pasado marzo. Y más importante aún, es sabido que los senadores del futuro son los actuales representantes. Ojalá que después de cuatro años de trabajo parlamentario, los recién estrenados representantes no terminen pareciéndose a los mismos de siempre.