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SALIENDO DEL HUECO

Todo parece indicar que al alcalde Jaime Casto se le está arreglando el caminado.

31 de octubre de 1994

DEFINITIVAMENTE, EN POlítica no hay cadáveres. Porque si alguna vez hubo alguna persona muerta en este sentido, fue Jaime Castro a finales del año pasado. No es que el Alcalde sea un héroe en la actualidad. Pero para haber transcurrido sólo seis meses desde que los bogotanos pedían su renuncia o planeaban revocarle el mandato, su situación ha mejorado notablemente.

Todas las encuestas que se han realizado sobre la popularidad del Alcalde demuestran que, si bien los bogotanos están profundamente insatisfechos con el estado de la capital, ya no le atribuyen toda la responsabilidad de ésta a Jaime Castro. En honor a la verdad, la grave crisis de la ciudad se debía en gran medida a múltiples problemas represados de tiempo atrás que simplemente explotaron al tiempo cuando asumió Castro.

El símbolo tangible del caos de la capital es el tráfico, el cual se convirtió en una pesadilla colectiva. En el pasado, podía haber fallas en la seguridad ciudadana, en los servicios de salud, en la educación y en muchos otros frentes de la vida capitalina. Pero éstas afectaban aisladamente a sus víctimas y no a toda la colectividad simultáneamente. Por el contrario, la maldición del tráfico, que parece haber tocado fondo durante la presente administración, afecta a todo el mundo todos los días y se ha convertido en el principal factor sicológico en el negativismo bogotano.

Poniendo las cosas en su sitio, sin embargo, esta situación se le habría salido de las manos a cualquier alcalde. Castro, si bien no ha tenido tiempo de enderezar las cosas, ha manejado la crisis con responsabilidad. Esto significa que no ha gastado cuando no ha habido dinero y se ha dedicado a conseguirlo. Para empezar tuvo que pasar más de un año en promover el Estatuto de la Ciudad que es un instrumento de modernización institucional que habría de reemplazar normas anacrónicas.

Castro tomó algunas decisiones cuyo costo político fue alto. Tuvo que darle soporte legal a la valorización por beneficio general y poner en marcha el que en su momento fuera un gran motivo de polémica: el cobro del impuesto predial por el sistema de autoavalúo. Después de las previsibles críticas iniciales, el sistema terminó funcionando.

Esta recuperación de las arcas le ha dado un segundo aire a la administración de Jaime Castro. Históricamente los alcaldes de Bogotá se dividían entre los que gastaban y los que recaudaban. Pero, generalmente, ninguno alcanzaba a hacer las dos cosas al tiempo. El actual Alcalde, con un período de tres años garantizado por elección popular, va a acabar teniendo el tiempo para hacer ambas cosas. El Plan Vial que ha emprendido comprende 1.000 obras de todas las características y tamaños, que tendrán un costo de 200.000 millones de pesos. A esto hay que sumar 70.000 millones de pesos que le ha aportado el proceso de descentralización -una iniciativa del propio Castro- a las 20 localidades del Distrito Capital, y que serán invertidos en 2.000 obras adicionales.

Todo lo anterior ha dejado a Castro en un estado de optimismo que no se le veía desde hacía tiempos. El mismo enumera, con una sonrisa irónica de resucitado político, las que considera sus principales ejecutorias: la adjudicación del contrato de descontaminación del río Bogotá, el contrato de construcción de tres troncales satélites para el transporte intermunicipal, la ampliación de los servicios de acueducto y alcantarillado para un millón de bogotanos, la privatización de la Edis y el Decreto de Protección de Menores, o toque de queda para menores de 16 años, que ya está siendo aplicado en otros puntos del país.

Sin embargo, la mayoría de las obras anteriores son el producto de la disponibilidad financiera. Pero algunas personas consideran que probablemente el mayor servicio que Castro le ha hecho a la capital es el haber desmontado la coadministración que existía entre el Alcalde y el Concejo y haber cambiado las costumbres políticas del Distrito a través de la despolitización de las juntas de las empresas de servicios. Gracias a ello, en las juntas directivas del Acueducto la Energía o los Teléfonos ya no están los delegados de los concejales. En vez de ellos, Castro ha nombrado a prestigiosos empresarios y representantes del sector privado, como Alfonso Palacio Rudas, Francisco Ortega, José Fernando Isaza, María del Rosario Síntes, César González y Luis Fernando Alarcón, entre otros.

Por todas esas razones, todo parece indicar que a Jaime Castro se le está arreglando el caminado. Por eso, hace poco, cuando le preguntaron en una entrevista cuál había sido su mejor decisión, el Alcalde respondió que era el no haber renunciado. Y ahora que considera que dejó saneadas las finanzas y las obras en marcha, cuando le preguntan qué le gustaría ser a partir del primero de enero de 1995, contesta: "Mi sucesor".-