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A SANGRE FRIA

Nuevas revelaciones sobre el espeluznante caso del niño de 15 años que mató a sus papás y va a ser dejado en libertad.

15 de julio de 1991

PARA QUE UN ASESINATO cause estupor en Colombia, un país donde 10 mil personas han perdido la vida en forma violenta en sólo cinco meses, tiene que haber sido algo realmente atroz. Y eso fue lo que sucedió en Carmen de Viboral, un pequeño municipio antioqueño, al conocerse los detalles de la muerte del ex alcalde de la población, Alberto Antonio Jiménez Martínez, y de su esposa Sonia del Socorro Pareja.
Todo aconteció el pasado 2 de junio. Una noche de domingo como cualquier otra: aburrida. Alberto Jiménez y su esposa veían tranquilamente televisión. Lo único que afectaba la aparente calma era la nerviosa presencia de su hijo Luis Felipe en la puerta de la habitación. Era algo insólito en ese hogar, donde las relaciones familiares se habían deteriorado.
Esa noche, Luis Felipe llegó temprano a su casa. Antes de que regresaran del trabajo, el joven entró en la alcoba de sus padres. Rompió uno de los barrotes de la ventana para facilitar la realización de un plan que había estudiado detenidamente durante dos meses. Cuando llegaron sus padres, los recibió en forma normal y esperó pacientemente a que el sueño se apoderara de ellos. Mientras eso sucedía, encerró al perro guardián en un cuarto trasero de la casa.
A la una de la madrugada la pareja dormía profundamente. Había llegado el momento de ejecutar el plan. Encendió y apagó el interruptor de la luz ubicado en la puerta de entrada de la casa. Tras esa señal, dos jóvenes saltaron hábilmente la cerca de alambre que protegía la residencia e ingresaron por la ventana, en la habitación donde dormía la pareja. El más joven de ellos, Luis Fernando Hernández, se acercó a Sonia Pareja con escopeta en mano y le disparó al rostro. Lo mismo hizo José Ramón Posada Salazar con el ex alcalde Jiménez Martínez. La mujer murió en forma instantánea y su esposo resultó mal herido.
Entre los dos quedó ileso el hijo menor de la familia, de cuatro meses de edad y quien no estaba dentro del arreglo. Llevado a cabo el crimen, los dos jóvenes salieron corriendo de la casa, mientras Luis Felipe comenzó a hacer la actuación de su vida. Llamó a la policía, trasladó a su padre al hospital para que le prestaran los primeros auxilios y lo acompañó en sus nueve horas de agonía. Durante ese tiempo, el ex alcalde le dio instrucciones de cómo manejar los negocios y le recomendó cuidar a su hijo menor. Luis Felipe le dijo, una y otra vez, que todo sería bien administrado. Con aparente tristeza y gran frialdad asistió al entierro de su madre y al acto en el cual los habitantes de Carmen de Viboral rindieron homenaje a su ex alcalde fallecido. Luis Felipe fue el centro de atención y recibió los rituales pésames por la tragedia.
Hasta el momento el plan había resultado perfecto. Y tenía que ser así, pues durante dos meses Luis Felipe Jiménez organizó los pormenores del delito. Lo primero que hizo fue acudir a los bajos fondos del municipio. Ofreció 200 mil pesos a quien le ayudara a llevar a cabo un