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A sangre fría

La Fiscalía investiga a varios militares acusados de asesinar a unos ganaderos para robarlos y aparentar un golpe a las autodefensas.

1 de agosto de 2004

El 25 de noviembre del año pasado el Ejército convocó una rueda de prensa para dar a conocer un fuerte golpe a los grupos de autodefensa que operan en el oriente del país. "...Soldados del batallón de infantería Manuel Serviéz dieron de baja a cuatro integrantes de las autodefensas ilegales quienes tenían en su poder una pistola, dos revólveres, un radio de comunicación y un teléfono celular...", decía uno de los apartes del comunicado. Allí se daba el parte de guerra de los combates que habrían ocurrido en la madrugada de ese día entre miembros del Batallón de Infantería Serviéz #20 contra paramilitares del Bloque Centauros.

Según se dijo entonces esa acción, que fue bautizada con el nombre de Operación Feroz, era una contundente prueba de su lucha contra las autodefensas. Sin embargo lo que en ese momento fue presentado como un exitoso operativo, terminó desmoronándose y se transformó en un bochornoso escándalo para el Ejército.

El viernes 23 de julio la Fiscalía 21 delegada del circuito de Villavicencio llamó a juicio al oficial, varios de los suboficiales y soldados que participaron en la Operación Feroz. Según la resolución de acusación, el teniente Darío Clemente Fajardo y algunos de los hombres de la compañía comandada por él, Atacador Uno, asesinaron a sangre fría a cuatro hombres para robarles una gruesa suma de dinero e intentaron de ocultar los crímenes con el argumento de que se trataba de paramilitares muertos en combate. La investigación por esas muertes, adelantada por la Fiscalía y la Procuraduría durante ocho meses, dejó al descubierto escabrosos detalles.

Todo por la plata

Según estableció la investigación los hechos ocurrieron poco antes del mediodía del 24 de noviembre de 2003, cuando los hermanos Libardo y Jorge Villamil Hurtado, así como Holman Isairias y su conductor se encontraron con un retén del Ejército, al mando del teniente Fajardo. Los ganaderos, que viajaban en dos Toyota Land Cruiser, se detuvieron y bajaron de sus vehículos. Habían partido de San Martín y se dirigían hacia San José del Guaviare para realizar varios negocios.

Los hermanos Villamil, reconocidos ganaderos de la zona, viajaban con 150 millones de pesos en efectivo que les habían pagado ese día en Acacías por la venta de varias reses. Poco después los cuatro hombres fueron asesinados por los militares con tiros de fusil por la espalda. Una vez cometidos los crímenes varios de los soldados requisaron los vehículos y hallaron camufladas dentro de las llantas de repuesto de los dos camperos cerca de 900 millones de pesos en bolsas.

De inmediato el teniente reunió a sus soldados y repartió entre ellos el dinero. Acordó que todos manejarían la versión de que las cuatro personas los atacaron y las tropas se vieron obligados a enfrentarlos. No imaginaban que su plan quedaría al descubierto.

Los dictámenes de Medicina Legal demostraron que los disparos ocurrieron a corta distancia y por la espalda lo que, en concepto de la Fiscalía, echa por tierra la versión de los militares de que iban a ser atacados. Para el fiscal no tiene ninguna lógica que cuatros hombres armados con armas cortas decidan enfrentarse a las tropas y "...torpemente atacar a un personal del Ejército, que no solamente los aventajaba en artefactos, sino en cantidad de miembros ya que con el teniente Fajardo estaba una escuadra y a sus alrededores el resto de la compañía" , afirma uno de los apartes de la resolución de acusación.

Las pruebas técnicas que sustentan la investigación no fueron los únicos elementos de juicio que encontraron la Fiscalía y la Procuraduría para acusar a los militares. A medida que avanzaban las pesquisas y frente a la contundencia de las pruebas que se habían recolectado, la mayoría de los soldados que estuvieron presentes decidieron confesar lo que realmente había ocurrido. Fue así como le contaron a la Fiscalía que el teniente Fajardo dio la orden de asesinar a los ganaderos y él mismo, utilizando guantes, acomodó las armas cortas en las manos de las víctimas, después de haber ordenado a varios soldados que las dispararan para hacer creer que habían sido usadas contra las tropas.

Aunque la defensa del teniente Fajardo ha insistido en la versión del oficial de que se trató de un combate contra paramilitares, para los investigadores es evidente que "la pretendida excusa del ataque a los militares con que quieren justificar los cuatro homicidios, es táctica que revela que el homicida obró en ejecución de un plan concertado", afirma uno de los apartes de la resolución. Según la acusación es claro que el ataque paramilitar "no existió y que por el contrario, los occisos ante la presencia de la tropa detuvieron su automóvil, depusieron sus armas e hicieron entrega de la documentación de los artefactos y de su identificación", dice el fiscal.

Aunque la defensa de los uniformados pretendía que el caso fuera juzgado por la justicia penal militar era evidente que se trató de actos por fuera del servicio y por eso el caso fue asumido por la Fiscalía. Como presunto autor del hecho, el fiscal de Villavicencio acusó al teniente Fajardo por los delitos de homicidio y apropiación. La decisión también cobijó a los cabos Fabio Orlando Vargas y José Antonio Mena, y a los soldados Norberto Martínez y Marco Enrique Moreno. Los militares sindicados están recluidos desde hace tres meses en las cárceles de seguridad de Cómbita (Boyacá), La Picota (Bogotá) y La Dorada (Caldas). Cuatro uniformados más se acogieron a la figura de sentencia anticipada tras confesar su participación en los crímenes y la Fiscalía aún continúa investigando a 23 militares más con el fin de determinar su responsabilidad y participación en un crimen a sangre fría.