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SE CAYO EL "ORANGUTAN"

Después de muchos tropiezos pasó el proyecto de endeudamiento

30 de noviembre de 1987

Cuando el Congreso estaba a punto de evacuar el primer debate sobre el proyecto original de ley de endeudamiento interno y externo, apareció de repente en las plenarias, el senador Víctor Renán Barco con un "orangután". Así llamaron los parlamentarios al "mico" que le habían metido al proyecto, y que esta vez le fue entregado intempestivamente al ponente, por el ministro de Hacienda, Luis Fernando Alarcon, con 32 nuevos artículos, para que se discutieran y aprobaran tan pronto como fuera posible.
El "animal" traía dentro de sí artículos que no gustaron a los parlamentarios, como el de que la Nación incrementara el capital del Banco Popular, mediante la emisión de títulos de deuda pública interna, hasta por 5 mil millones de pesos; o como el que proponía un incremento del impuesto al consumo de la cerveza de producción nacional, que subiera del actual 40% al 52%.
El proyecto original de por sí ya había tenido sus tropiezos. En las sesiones del 20 de octubre se llegó al artículo 12, que proponía dar facultades al Gobierno para realizar operaciones tendientes a convertir la deuda externa de las empresas estatales, en inversión de capital por parte de los acreedores. Estas operaciones son llamadas SWAP en el medio financiero, y por más que la discusión del punto se aplazó, los legisladores de los dos partidos tradicionales lo rechazaron, dejándolo por fuera de los 40 artículos.
Los hombres de Julio Mario Santodomingo se movían por todo el Congreso con singular efectividad intentando trancar el impuesto a la cerveza. Por otro lado, la bancada costeña amenazaba con boicotear la ley si esa región del país no recibía un mejor tratamiento en la distribución del presupuesto del proyecto. La nota folclórica vino con el senador Guillermo Alfonso Jaramillo, quien denunciaba como soborno la generosidad burocrática del Gobierno para que votara afirmativamente. De todos modos, el jueves en la tarde se evacuó el debate y dio paso a la aprobación definitiva de la ley, sin la cual el Gobierno central se vería enfrentado a una parálisis en el término de dos semanas.
Pero para que se golpeara el pupitre en señal de aprobación, primero fue necesario que el ponente caldense Renán Barco se sentara desde el martes 20 en su curul a recibir el torpedeo de la bancada liberal y conservadora de la costa. Esta llegó incluso hasta condicionar su voto, a un compromiso del Gobierno en el que garantizara mayor inversión en el litoral atlántico.
Dejando la vocería en el propio Presidente del Senado, Pedro Martín Leyes, los costeños comenzaron por recordarle al Gobierno que la costa también era colombiana, y lo injusto que resultaba el hecho de que siempre los favorecidos con estas leyes fueran las regiones del Valle, Antioquia y Cundinamarca: "La costa sólo sirve para que nos pidan él voto, pero no se nos incluye en los planes de desarrollo", acusó Marín Leyes, anotando que no existía sensatez en el criterio de distribución del presupuesto para el desarrollo nacional.
Al tiempo que reclamaban, los parlamentarios de la costa atlántica miraban directamente al ministro de Hacienda y solicitaban US$ 200 millones para la adecuación de tierras en La Mojana y otros US$ 500 millones, para convertir en un hecho el proyecto hidroeléctrico de Urrá. Sin siquiera parpadear, el Ministro creyó encontrar la solución a lo que pudo ser el empantanamiento de la aprobación de un proyecto, que el ejecutivo pide a gritos, pues sin él, es imposible financiar los gastos de funcionamiento, al servicio de la deuda externa y la inversión de los próximos 2 meses. De manera que Alarcón invitó a los políticos costeños a su ministerio, para me. La importancia de la reunión entre los dirigentes de ambas superpotencias, radica en que en Washington se deben tratar las bases para un entendimiento sobre una reducción del 50% en el arsenal nuclear. Si de la capital norteamericana sale humo blanco, el logro superaría de lejos cualquier éxito obtenido en ocasiones anteriores y sería el motivo perfecta para justificar una visita de Reagan a Moscú en 1988.
Esa eventualidad de un recorte sustancial en el número de cabezas nucleares (el límite sería de 6 mil por bando) es la que --según el Kremlin--justifica que el tema de la guerra de las galaxias deba ser tocada tarde o temprano. En opinión de Moscú, si ambos lados reducen su poder ofensivo y los norteamericanos desarrollan un método de defensa eficaz, su superioridad militar sería obvia. En teoría, un sistema de guerra de galaxias efectivo le permitiría a los Estados Unidos atacar a la URSS y protegerse confiadamente de una riposta.
No obstante, esa posibilidad es bastante remota, en opinión de los expertos. Las pruebas iniciales sobre la idea se han desarrollado lentamente y aún los más optimistas reconocen que está lejano el día en el cual se cuente con máquinas adecuadas y confiables, capaces de repeler desde el espacio un eventual ataque nuclear.
Fueron posiblemente esas consideraciones las que llevaron al Kremlin a rebajar sus demandas sobre la iniciativa de la guerra de las galaxias. Por el momento, Gorbachov puede contar más en su éxito al conseguir con relativa rapidez un acuerdo de desarme muy importante y fortalecer un clima relativamente cálido en las relaciones entre las dos superpotencias.
Semejante logro le viene como anillo al dedo al líder soviético que esta semana estará presidiendo la celebración del aniversario número 70 de la revolución soviética. Acabado de convertir en bets-seller mundial gracias a la publicación de su libro Perestroika, el jefe del Kremlin necesitaba un acuerdo sobre desarme para llevar a cabo sus planes de reforma en la Unión Soviética.
En cuanto a Reagan, el resultado también es favorable. Contra toda ex pectativa una semana que había comenzado mal se volvió buena con la noticia de la confirmación de la cumbre y de una tímida recuperación de Wall Street. Obstinado en sacar adelante su presidencia, el mandatario norteamericano no vaciló en afirmar que el próximo 7 de diciembre (aniversario del ataque japones a Pearl Harbor) "este día de guerra se convertirá en un día de paz".