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El pasado 13 de septiembre Juan Manuel Santos presidio el acto de creación de la comisión cribe del senado de la Republica.

POLÍTICA

Se desinfla el ‘poder costeño’

En 2014 la proporción de congresistas costeños alcanzó un pico histórico: uno de cada tres. Por qué no han tenido la influencia que se esperaba.

28 de marzo de 2015

Casi uno de cada tres senadores de la República viene de la costa Caribe. Los costeños eligieron en marzo del año pasado 31 miembros de la Cámara Alta. Dentro del listado de los 20 senadores más votados del país, 12 son dirigentes de la región Atlántica. A eso se añade el peso del aporte caribeño a la victoria de Juan Manuel Santos en la segunda vuelta presidencial: de la ventaja de 911.000 votos que obtuvo el primer mandatario, en el departamento del Atlántico sacó 400.000.

El año electoral de 2014 tuvo entre sus ganadores a los políticos de la costa norte y los analistas hablaron de la consolidación de un “poder Caribe” con influencia en la segunda administración santista. El Congreso que se posesionó en julio pasado así lo reflejó: los presidentes del Senado y de la Cámara de Representantes son el atlanticense José David Name y el cordobés Fabio Amín, respectivamente. En septiembre pasado, la treintena de senadores –incluyendo los cinco opositores uribistas– se constituyó en Barranquilla en la Comisión Accidental de la Costa Caribe. En el acto, el presidente Santos declaró: “Celebro la creación de esta comisión porque el desarrollo de cualquier país parte de las regiones”.

No obstante, a un año de la elección de estos senadores y congresistas, no han surgido liderazgos destacados de esa bancada ni la agenda de los temas del Caribe se ha destacado por encima de otras regiones. Lo anterior no genera mayor sorpresa. De los 31 senadores, solo dos –los uribistas Fernando Araújo y Daniel Cabrales– no habían llegado antes al Congreso. El balance de los restantes veteranos en el anterior cuatrienio es mediocre e incluye pocos temas de impacto regional. Según Caribe Visible, el capítulo regional de Congreso Visible, “el éxito de los congresistas caribeños para convertir sus proyectos en ley de la República parece ser bajo”. La mayor parte de su trabajo legislativo se concentró entre 2010 y 2014 en ‘celebraciones, honores y estampillas’ junto a debates de control político en materia de minas y energía.

Para Angélica Latorre, analista de Congreso Visible, el comportamiento de la bancada de legisladores caribeños es normal: así haya mayorías de una región en el Congreso, los temas sobre los que debaten y radican iniciativas son tradicionalmente nacionales. “Desde que llevamos estudiando el comportamiento legislativo notamos que priman los temas nacionales por encima de los regionales, y el hecho de que sean más congresistas de una misma zona no significa que trabajen coordinados porque hay muchos intereses en juego”.

De los 237 proyectos de ley radicados en el Congreso desde julio de 2014 hasta hoy, 60 han involucrado por lo menos a un congresista costeño y el 90 por ciento de estos son de alcance nacional. Los temas más recurrentes de los proyectos promovidos tienen que ver con lo laboral, el bienestar, la pobreza y educación. Más de la mitad de las iniciativas impulsadas por los congresistas caribeños (32) se hacen de manera individual. Lo anterior muestra que al menos en la presentación de proyectos de ley no están trabajando en equipo.

Para Latorre el amor de un congresista por su región se nota más en el trabajo extraparlamentario. Así lo ve también la senadora uribista María del Rosario Guerra, que es de Sucre. “Donde más se pueden focalizar los esfuerzos regionales es en la inversión pública. Eso fue lo que pasó con el gas”, aseguró. Pero José David Name, presidente del Congreso y senador del Partido de la U, no lo ve así. “Es normal que en el primer año de un gobierno haya más proyectos prioritarios del Ejecutivo y por eso los temas regionales no han tenido espacio, pero más adelante seguramente sí”.

Otro indicador del ‘poder’ de los políticos costeños está en su capacidad de influir las altas esferas del Ejecutivo. Aunque las dos cámaras legislativas estén hoy presididas por costeños, el presidente Santos no premió en su gabinete a los departamentos que tanto contribuyeron a su reelección. De los 16 ministros solo dos jefes de cartera provienen del Caribe: Cecilia Álvarez-Correa en Comercio y la barranquillera Natalia Abello en Transporte. La primera no responde a ningún partido político y venía del primer gobierno santista mientras que la segunda es ficha del vicepresidente Germán Vargas Lleras.

En otras palabras, la fuerza electoral de los políticos costeños no pasó de las directivas parlamentarias ya que Santos no los tuvo en cuenta en la conformación de la primera línea del Ejecutivo. Lo anterior no implica que la Casa de Nariño no invierta en la región ni que los congresistas no reciban las cuotas burocráticas ni el apoyo central para preparar las elecciones locales de octubre próximo. En reciente visita a la región, el propio presidente habló de 72 billones de pesos de inversión en su primer mandato y dijo: “El amor en la política se demuestra con presupuesto”. Pero hay una gran diferencia entre definir esas partidas desde la jefatura de una cartera ministerial que negociarla desde el Congreso y haciendo antesala a los miembros del gabinete.

Si bien la bancada Caribe no tiene la fuerza para imponer ministros ni las ganas de introducir su agenda propia, en el tema del gas probó que le alcanza para vetar. Ante el anuncio del gobierno de un drástico aumento de las tarifas, el bloque regional, incluida la oposición del Centro Democrático, presionó fuertemente contra la medida. En un hecho inédito todos los congresistas, usualmente competidores feroces entre ellos, se unieron en torno a impedir que subiera tanto el precio del hidrocarburo.

Por ahora el poder de los dirigentes costeños no se traduce en una presencia influyente en el gobierno ni en la promoción de una ambiciosa agenda regional. El ‘amor’ en el presupuesto del que habló el presidente Santos –por ejemplo para el puente sobre el Magdalena o las dobles calzadas– depende más de la Casa de Nariño que de la bancada. Mientras tanto, los habitantes del Caribe, cuya participación electoral es más alta que el promedio nacional, continúan golpeados por la pobreza y, por ejemplo, en materia educativa están rezagados.