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SE LE CHISPOTIO

La nueva Dirección Liberal nombrada por Horacio Serpa logrólo que muchos consideraban <BR>imposible: dividir al serpismo.

13 de septiembre de 1999

Mucho se había especulado en el último mes acerca de la crisis ministerial en el gobierno de
Andrés Pastrana, que finalmente se produjo sin mayores sorpresas a mediados de la semana pasada. Lo que
pocos esperaban, sin embargo, era el remezón que paralelamente se llevaría a cabo en las toldas del Partido
Liberal tras la renuncia de Horacio Serpa y el nombramiento de una nueva dirección colegiada.Si por una
parte la designación de los nuevos ministros no entusiasmó a nadie, la de los nuevos directores del Partido
Liberal emocionó aún menos. La decisión de Serpa de nombrar a Piedad Córdoba, Viviane Morales,
Germán Vargas, Luis Guillermo Vélez, Juan Manuel López, William Sicachá, Rafael Guzmán, Octavio Carmona
y María Teresa Uribe en la dirección del partido, con la supuesta intención de darle cohesión y
representatividad a todos los sectores de su colectividad, sólo sirvió para exacerbar los ánimos y conseguir
algo que parecía imposible: dividir al serpismo. Y aunque el descontento de los lentejos era previsible nadie
esperaba que fichas clave de la maquinaria liberal, como los presidentes del Senado y de la Cámara,
pusieran el grito en el cielo. Según algunos se trató simplemente de una maniobra de Serpa para seguir con
las riendas del partido.Luego de los nombramientos a dedo hechos por Serpa las posibilidades de unión han
quedado aplazadas, pues si era difícil ponerse de acuerdo con el director único del partido será mucho más
complicado hacerlo ahora con nueve personas. Además se va a dificultar la labor legislativa de los
oficialistas, pues si la bancada liberal no acataba a Serpa mucho menos caso les hará a nueve personas,
que difícilmente podrán ponerse siempre de acuerdo. A todas estas divergencias se suma la iniciativa del
presidente del Congreso, Miguel Pinedo, quien propuso crear una federación de liberales integrada por
Alvaro Uribe Vélez, Alfonso López Caballero, Juan Manuel Santos, Rafael Pardo y Juan B. Fernández Noguera.
Paradójicamente, aunque para algunos este abanico hubiera podido funcionar si fuera la dirección
legítima, no tenía ninguna posibilidad como disidencia dado el origen oficialista de la mayoría de sus
integrantes.Lo único en que oficialistas y colaboracionistas coinciden es en que la renuncia de Serpa no se
podía seguir aplazando. Sin embargo la forma como el ex candidato manejó su salida del máximo cargo del
partido fue una hábil maniobra política, pues tener una dirección de nueve personas en la práctica significa
no tener dirección. En esas circunstancias la figura de Serpa se consolida como única fuente de autoridad.