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"Se sobrevendió la apertura"

Dani Rodrik, gurú del comercio internacional, comenta la estrategia que ha seguido Colombia en este frente.

10 de marzo de 2003

Aunque no es tan conocido como Stiglitz para el público en general, Dani Rodrik es una autoridad en el estudio de la globalización. Profesor de economía internacional de la Universidad de Harvard, es autor de varios de los libros más leídos sobre el tema como ¿Ha ido demasiado lejos la globalización? y Cómo hacer que la apertura funcione. Fue uno de los conferencistas principales, junto con Joseph Stiglitz y Paul Collier, en el foro 'Hacia una economía sostenible'. SEMANA lo entrevistó.

SEMANA: Hace una década se hizo la apertura en Colombia, con muchas promesas de crecimiento que nunca se cumplieron. ¿Qué pudo haber fallado?

Dani Rodrik: Creo que la apertura, como estrategia de crecimiento, se sobrevendió. Hubo un tiempo en que los economistas creían que bastaba con garantizar la estabilidad macroeconómica, liberalizar y privatizar la economía y abrirla a los flujos de comercio para que ésta creciera automáticamente. Casi como si el crecimiento fuera el estado natural de la economía, y sólo se necesitaba abrirla un poquito. Lo que hemos aprendido es que el asunto es mucho más complicado que eso.

SEMANA: ¿Qué se necesita entonces?

D.R.: Los países necesitan estrategias proactivas para iniciar y sostener el crecimiento. Es casi como crear un plan de negocios como el de una empresa, pero para el país. Esto requiere un diálogo activo, la construcción de instituciones adecuadas y diseñar una estrategia conjunta del gobierno con el sector privado, el laboral y la sociedad civil. En el fondo se trata de incentivar al sector privado. Buscar maneras de que los empresarios se sientan animados a invertir en la economía. La apertura no crea por sí sola estas precondiciones. De manera que no es que sea mala la apertura, sino que sobrestimaron sus logros.

SEMANA: La estrategia oficial es exportar y exportar. ¿Es eso lo que se necesita?

D.R.: Creo que, en general, la idea de que las compañías tienen que ser competitivas en los mercados mundiales es algo importante, que ya han asimilado los empresarios en la mayoría de países y en Colombia. Ya no estamos en un mundo en el que los hombres de negocios están pensando ser competitivos en el mercado local detrás de unas barreras proteccionistas. El cambio de mentalidad ya está ahí. Más allá de esto, no veo por qué un dólar de producción vendida al mercado local sea menos importante que su equivalente para el mercado mundial. Por eso tampoco se puede exagerar este énfasis en las exportaciones.

SEMANA: ¿Qué más hace falta para crecer?

D.R.: Una tasa de cambio competitiva (devaluada) es clave. Colombia tiene ahora una razonablemente competitiva. Lo que será igualmente importante es sostener ese nivel. Porque lo que pasa típicamente en América Latina es que cuando vuelve la confianza y se reactiva la economía se empieza a revaluar la tasa de cambio. Será muy importante impedir que esto ocurra.

SEMANA: ¿Cómo impedirlo?

D.R.: Es un reto para el Banco Central: cómo manejar la tasa de cambio en un régimen de flotación cambiaria como el que hay aquí. Normalmente los flujos de capital que ingresan al país son los que impulsan la revaluación. Cuando esto ocurra, a Colombia le ayudaría reactivar sus controles a los flujos de capital. No necesariamente en la misma forma que se aplicaron en el pasado, pero entiendo que la legislación ya está ahí.

SEMANA: ¿Qué tan buena idea es abrir los mercados de productos agrícolas a la competencia de las importaciones subsidiadas?

D.R.: Hay que separar las consideraciones de eficiencia de los efectos sobre la pobreza y el ambiente social. En el terreno de la eficiencia económica, hay argumentos para abrir los mercados en el largo plazo, independiente de lo que hagan otros países. Pero en el corto y mediano plazo los asuntos sociales, la pobreza y la caída de los ingresos rurales son extremadamente importantes. Hay que tener muchísimo cuidado. Cualquier estrategia de apertura debería ser muy gradual y acompañarse de programas, de efectividad comprobada, para transferirle recursos y compensar al sector rural.